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Arroyo Toledo
Luego de intentar ver La Tetilla, desde la cima del camino en el Cerro Cortapico, optamos por seguir la brecha para mirar el Arroyo Toledo
GUADALAJARA, JALISCO (01/NOV/2015).- En el Cerro Torreón, unos escurrimientos de su lado norte se van uniendo para formar el sensacional Arroyo Toledo. Un buen trecho del Arroyo, lo bordea el sendero del legendario mineral de Cuale. En 1825, Victoriano Roa escribió: Segundo Departamento, Mascota. La capital de este departamento —Mascota— está situada el S.E. de la cantonal a distancia de 30 leguas. Su local es un llano de cuatro leguas y uno de latitud. Pueblos que comprende. Con ayuntamiento la misma capital a la que está sujeto el “Real de la Navidad”, regularmente poblado, que dista de Mascota 7 leguas al norte. Talpa. Situado en la falda de un cerrillo desnudo, seis leguas al S. E. Están en su distrito los Reales de Cuale, San Fernando y Desmoronado… Minerales.
En el distrito del Ayuntamiento de Mascota, hay varias vetas de oro y plata, especialmente en los parajes nombrados, Sta. Ana de la Navidad y Agostadero del Bosque. En S. Antonio del Cuale abundan las mismas vetas, y hay además dos criaderos de imán o metal de fierro. Y Anna Celia Castillón Dueñas citó: “Entre los años de 1857 y 1885, en la región de Mascota estaban denunciadas y adjudicadas las siguientes minas: La Maravilla, La Simpatía y La Cuchilla… En Cuale: Zapopano, San Antonio, La Purísima, San Caralampio, Jesús María, San Antonio, Lucerna, María de la Gracia, El Socorro, Nuestra Señora del Refugio, San Francisco, La Peregrina, San Nicolás, Santa Rita, Patrocinio, Paz, Rosario, San Cayetano, Guadalupe, San Vicente, El Cristo, La Trinidad, Peregrina y Descubridora”.
Luego de intentar ver La Tetilla, desde la cima del camino en el Cerro Cortapico, optamos por seguir la brecha para mirar el Arroyo Toledo. El camino fue zigzagueando y descendiendo el Cerro, regalándonos bonitos parajes de bosque, con vista a una cañada y al cerro de enfrente, Las Majadas, de atractiva cresta, conformada por unas ondulaciones cubiertas por pinos, elevación que alcanza los dos mil 100 metros.
Al bajar a la cañada empezamos a escuchar el alegre rodar de agua, de repente vimos un sendero y un arroyo entre abundante vegetación, era el Toledo, de buen caudal, animado por sauces y arbustos. Después miramos unas fincas de Tescalama a la vera del camino o del Arroyo, de planta rectangular, con techo a dos aguas sobre sus tapias y por debajo el techo de los corredores, fantásticos espacios que se asoman al Arroyo.
A corta distancia vimos el Arroyo las Majadas, que se fundía con gracia al Toledo, y sin notarse, pues ambas aguas eran cristalinas. A unos pasos nos detuvimos a observar una gigantesca higuera, de gran grosor y espléndida sombra.
Enseguida cruzamos el Arroyo y apreciamos su encantadora cañada, comprendida por lomas y pliegues, tapizados por diversos follajes, al fondo se dejaba ver el Cerro Torreón, con sus dos mil 600 metros y su ladera rocosa. A corto trecho miramos otro arroyo que bajaba de Las Majadas: Los Espinos, nombre dado por la abundancia de sus palos, que estaban salpicados de orquídeas.
La belleza del Toledo nos detuvo, corría por grandes piedras ocre, lisas y casi planas, llenando tinajas y haciendo pequeños saltos, el agua nítida mostraba el café de su piedra al bajar suavemente y al caer surgían burbujas blancas, manifestando movimiento, oxigeno y vida. Nos sentamos en el lomo de una piedra, a admirar uno de los saltos, aledaño a un zalate con orquídeas, el agua, corría sigilosamente de poza en poza, sus saltos cantaban agua a la garganta y le daban un alegre movimiento al cordón plateado.
Continuamos por la encantadora cañada, vimos un paredón rocoso al acercarnos a Rubí, mina de plata, plomo y zinc. Después vimos las moradas de Mezcales, Toledo y La Yerbabuena, más adelante miramos el Arroyo La Crucecita, que murmuraba dicha. Enseguida estaba el Desmoronado o El Real. “El haber estado en ese lecho rocoso ocre fue simplemente insólito e inolvidable, fabuloso tramo que el Arroyo Toledo nos brindó”.
En el distrito del Ayuntamiento de Mascota, hay varias vetas de oro y plata, especialmente en los parajes nombrados, Sta. Ana de la Navidad y Agostadero del Bosque. En S. Antonio del Cuale abundan las mismas vetas, y hay además dos criaderos de imán o metal de fierro. Y Anna Celia Castillón Dueñas citó: “Entre los años de 1857 y 1885, en la región de Mascota estaban denunciadas y adjudicadas las siguientes minas: La Maravilla, La Simpatía y La Cuchilla… En Cuale: Zapopano, San Antonio, La Purísima, San Caralampio, Jesús María, San Antonio, Lucerna, María de la Gracia, El Socorro, Nuestra Señora del Refugio, San Francisco, La Peregrina, San Nicolás, Santa Rita, Patrocinio, Paz, Rosario, San Cayetano, Guadalupe, San Vicente, El Cristo, La Trinidad, Peregrina y Descubridora”.
Luego de intentar ver La Tetilla, desde la cima del camino en el Cerro Cortapico, optamos por seguir la brecha para mirar el Arroyo Toledo. El camino fue zigzagueando y descendiendo el Cerro, regalándonos bonitos parajes de bosque, con vista a una cañada y al cerro de enfrente, Las Majadas, de atractiva cresta, conformada por unas ondulaciones cubiertas por pinos, elevación que alcanza los dos mil 100 metros.
Al bajar a la cañada empezamos a escuchar el alegre rodar de agua, de repente vimos un sendero y un arroyo entre abundante vegetación, era el Toledo, de buen caudal, animado por sauces y arbustos. Después miramos unas fincas de Tescalama a la vera del camino o del Arroyo, de planta rectangular, con techo a dos aguas sobre sus tapias y por debajo el techo de los corredores, fantásticos espacios que se asoman al Arroyo.
A corta distancia vimos el Arroyo las Majadas, que se fundía con gracia al Toledo, y sin notarse, pues ambas aguas eran cristalinas. A unos pasos nos detuvimos a observar una gigantesca higuera, de gran grosor y espléndida sombra.
Enseguida cruzamos el Arroyo y apreciamos su encantadora cañada, comprendida por lomas y pliegues, tapizados por diversos follajes, al fondo se dejaba ver el Cerro Torreón, con sus dos mil 600 metros y su ladera rocosa. A corto trecho miramos otro arroyo que bajaba de Las Majadas: Los Espinos, nombre dado por la abundancia de sus palos, que estaban salpicados de orquídeas.
La belleza del Toledo nos detuvo, corría por grandes piedras ocre, lisas y casi planas, llenando tinajas y haciendo pequeños saltos, el agua nítida mostraba el café de su piedra al bajar suavemente y al caer surgían burbujas blancas, manifestando movimiento, oxigeno y vida. Nos sentamos en el lomo de una piedra, a admirar uno de los saltos, aledaño a un zalate con orquídeas, el agua, corría sigilosamente de poza en poza, sus saltos cantaban agua a la garganta y le daban un alegre movimiento al cordón plateado.
Continuamos por la encantadora cañada, vimos un paredón rocoso al acercarnos a Rubí, mina de plata, plomo y zinc. Después vimos las moradas de Mezcales, Toledo y La Yerbabuena, más adelante miramos el Arroyo La Crucecita, que murmuraba dicha. Enseguida estaba el Desmoronado o El Real. “El haber estado en ese lecho rocoso ocre fue simplemente insólito e inolvidable, fabuloso tramo que el Arroyo Toledo nos brindó”.