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A mitad de camino

El gobernador llega a mitad de viaje con una maleta repleta de contrastes, con batallas ganadas y con cruzadas que parecen destinadas a derrotarlo

GUADALAJARA, JALISCO (31/ENE/2016).- Aristóteles Sandoval Díaz alcanzó la gubernatura en 2012 con 38.63% de la votación. Poco más de un millón 300 mil votos válidos para la coalición PRI-Verde, una distancia de cuatro puntos porcentuales con respecto al segundo lugar. Con ello, Sandoval Díaz rompía una hegemonía de 18 años consecutivos de gobernadores de Acción Nacional y devolvía al PRI al poder desde su amarga derrota electoral en 1994. El priista alcanzaba Casa Jalisco tras un sexenio atravesado por la polémica. Emilio González Márquez dejaba la gubernatura con una aprobación inferior a los 40 puntos. No sólo dejaba Casa Jalisco con muy pocas posibilidades de volver a la primera línea de la política electoral en Jalisco, sino que, en paralelo con las disputas internas en el partido, envió al PAN a una lejana tercera fuerza política a nivel estatal. Sandoval Díaz emprendió una campaña bajo el eslogan “el cambio somos todos”, acentuando, desde un principio, sus diferencias con el proyecto del panista y asumiendo que su llegada a Casa Jalisco implicaba un viraje en el proyecto estatal y en las formas políticas tan características del ex gobernador. Con la elección de 2012, murió el bipartidismo y emergía un sistema de partidos distinto, más fragmentado, complejo y diverso.

Aristóteles Sandoval aterrizaba en Casa Jalisco en marzo de 2013 con retos monumentales. La inseguridad se desbordó durante los años de Emilio González. Sólo en materia de homicidios, la tasa se triplicó en el periodo de 2007 a 2011. La ciudad fue secuestrada por criminales que demostraban su furia quemando camiones, bloqueando avenidas y paralizando a la metrópoli. La Movilidad era una agenda perdida, dominada por pasos a desnivel, proyectos para el automóvil y solamente una línea de BRT. El crecimiento económico promedio de esos años, no superó los dos puntos porcentuales. Los recursos públicos que llegaban a la Entidad, crecieron sin igual en la historia de Jalisco, pero no fueron acompañados de la transparencia y la rendición de cuentas necesarias. El primer presupuesto del gobernador Emilio González fue de 48 mil millones de pesos, y cerró 2012 ejerciendo la cantidad de 80 mil millones. Un incremento de 75% en términos absolutos y 60% en términos reales. El Gobierno de Emilio González generó pobres por montón: sólo de 2010 a 2012, 285 mil jaliscienses cayeron en situación de pobreza (390 personas por día).

Sin embargo, sorprendentemente, el cambio, como bandera del nuevo Gobierno, duró muy poco. Los asesores convencieron a Aristóteles Sandoval de que la mejor bandera de inicio de Gobierno tenía que ser la de “Bienestar”. Un concepto tan polisémico para la mayoría de los jaliscienses, que de acuerdo a las encuestas, dificilmente es equiparable con acciones de un Gobierno. Tal vez en Francia, España o en Dinamarca, la palabra bienestar se encuentre íntimamente ligada al Estado, pero en México no sucede así.

Así, la distancia con respecto a la idea misma de constituir un “Gobierno del cambio” también llevó a que se dejaran de lado exigencias de la ciudadanía, que el gobernador había ratificado como compromisos durante su campaña. Por ejemplo, la revisión del pasado. El PRI, desde la oposición, criticó ácidamente la opacidad del gasto de los Juegos Panamericanos. Fueron severos al juzgar el uso que hacía el Gobierno de Emilio González de las pensiones de los trabajadores del Estado, y el uso partidista de los programas sociales. Ese ajuste de cuentas con el pasado, una obligación ineludible para un nuevo Gobierno que abandera el cambio tras 18 años de estar en la oposición, se guardó en el baúl de las promesas incumplidas.

El cambio quedó fuera del discurso oficial del gobernador, pero fue retomado en algunas acciones concretas, como la Movilidad. La Línea 3 del Tren Ligero se convirtió en el hecho diferencial, entre anteriores administraciones y el nuevo Gobierno. Tras casi dos décadas sin proyectos de envergadura en materia de movilidad, Aristóteles Sandoval prometía hacer de la movilidad la primerísima de sus prioridades. El nuevo Gobierno presentó una iniciativa en materia de Movilidad. Anunció la lucha contra los privilegios en el transporte público, el reordenamiento de las rutas y la modernización del sistema. Aceptó someterse a un Observatorio, con “recomendaciones obligatorias”, como dijo en su momento el secretario general de Gobierno, Arturo Zamora, y prometió construir dos líneas más de BRT. Movilidad se convirtió en esa arena que definiría la suerte del sexenio de Aristóteles, en donde mataba o moría.

Hoy, a casi tres años de haber asumido las riendas del Estado, podemos decir que el proceso de modernización del transporte público se encuentra en un impasse. El servicio de los camiones públicos no es mejor que antes, los cambios han sido pasajeros y los intereses del pulpo siguen ahí. Como en muchas otras áreas de la administración pública, se pusieron los fundamentos jurídicos e institucionales, pero en la práctica el pulpo camionero ha sabido esquivarlos y resistir a la impostergable modernización que exigen los ciudadanos. No considero que sea una batalla perdida para el Gobierno del Estado, pero es innegable que al cumplir tres años en el cargo, Aristóteles Sandoval necesita más dientes, sanciones y más firmeza en la aplicación de la ley. Congelar la tarifa no parece suficiente, es tiempo de dar paso a un retiro sistemático de concesiones para que los camioneros entiendan que los cambios van en serio. No podrás lograr más, haciendo lo mismo. 

La inseguridad fue la agenda de 2015. Los hechos del primero de mayo, la multiplicación de los bloqueos viales y el caos provocado por el crimen organizado, pusieron al gobernador, a un mes de las elecciones intermedias, en un escenario imprevisto. Las cifras no eran dramáticas, había algunos avances en materia de combate a los delincuentes, pero eventos del narco como aquellos, cimbran a una sociedad, son episodios de una altísima carga simbólica. Y no sólo eso, en materia de indicadores, tras tres años de que los homicidios fueran a la baja sistemáticamente, en el año que concluyó, los homicidios volvieron a presentar una tendencia al alza de 15%. El gobernador nos dice que todavía estamos por debajo de la tasa que le tocó gestionar a su llegada al Gobierno, pero lo cierto es que el argumento de que los asesinatos están vinculados a la reacción de un crimen que se siente amenazado y atacado, me parece insuficiente. Si fuera así, ¿estamos asumiendo que en años pasados no se atacaba al crimen y por ello vimos una caída en los indicadores de homicidios? Un rebote de estas características amerita que el Gobierno del Estado sea más claro en sus explicaciones.

Los desaparecidos son un problema que lacera en lo más profundo de nuestra sociedad. Cuarto lugar a nivel nacional en esta materia y, aunque el gobernador ha reiterado que encontrar a nuestros desaparecidos es uno de los asuntos más urgentes para su Gobierno, no vemos que los dichos se acompañen con los recursos presupuestales necesarios para atender el problema. La llegada de Eduardo Almaguer a la Fiscalía, se vio acompañada de una sensibilidad distinta en este tema en específico y en el respeto a los derechos humanos-muy distinta a la mostrada por Luis Carlos Nájera. Sin embargo, más allá de una cierta disposición, todavía no vemos una política pública que responda a la gravedad del problema.

Y por último, en materia económica, las cifras son positivas tanto en lo relativo al crecimiento económico como en la generación de empleos, aunque habría que introducir un sinnúmero de matices a dichos datos. De acuerdo a los datos de la Secretaría del Trabajo a nivel federal, cuando Aristóteles Sandoval llegó a la Gubernatura, el promedio salarial de un jalisciense era de 281 pesos por jornada de ocho horas. En noviembre de 2015, el salario promedio es de 304 pesos. Es decir, en tres años, el promedio salarial ha crecido 8%. Si le añadimos la inflación de 2013, 2014 y 2015, estamos hablando ya no de bajo crecimiento salarial, sino de una pérdida en el poder adquisitivo de loa jaliscienses de 2.7 por ciento. Es cierto, Jalisco fue segundo lugar nacional en creación de empleos durante 2015, 71 mil como cifra global, pero de acuerdo a todos los datos disponibles, dichos puestos de trabajo son de carácter temporal, con bajos salarios, con mínima protección laboral; empleos precarios, en resumen.

En materia de combate a la pobreza, los resultados son mejores que los esperados. Los indicadores revelados el año que culminó por Coneval, demuestran que la pobreza se redujo en cuatro puntos porcentuales y la pobreza extrema pasó de afectar a 446 mil jaliscienses en 2012 a golpear a 253 mil en 2014. Sin embargo, hasta el día de hoy, no nos queda claro, qué políticas públicas, qué programas sociales son los que están siendo eficaces y qué tan sustentable es esta reducción de cara al futuro. Nos dijeron los resultados, como un examen que sabemos que nos fue bien, pero no sabemos el proceso, no hemos tenido un auténtico ejercicio de rendición de cuentas, precisamente para identificar las fortalezas y debilidades de la política social en Jalisco.

El gobernador llega a mitad de viaje con una maleta repleta de contrastes, con batallas ganadas y con cruzadas que parecen destinadas a derrotarlo. Del Tercer Informe no hay que esperar autocrítica, los informes no son para eso; ejercer la crítica es papel de la oposición, la sociedad civil y los medios de comunicación. Lo que sí podemos esperar del gobernador es una narrativa que trace sus principales apuestas y desafíos de cara al final del sexenio. Qué batallas está dispuesto a dar y en cuáles otras, por el contrario, ya no debemos esperar mucho más en lo que resta del sexenio. Un Informe es ante todo un evento político, en donde paradójicamente, el futuro es más importante que el pasado.

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