México
Arriesgan la vida en un ''pocito'' por 600 pesos a la semana
A los 15 años, la necesidad empuja a los jóvenes de Coahuila a comenzar a laborar en la industria minera
SABINAS, COAHUILA (09/MAY/2011).- A los 15 años el cuerpo aún no tiene las fuerzas para trabajar en una mina de carbón. Eso no vale en estas tierras. En estos pueblos, los hombres andan con la cara tiznada desde que son adolescentes. Aquí la vida como “carboneros” comienza en cuando se termina la infancia.
Jesús Fernando Lara Ruiz comenzaba su vida como “carbonero” —como aquí les llaman a los hombres que trabajan en la extracción del carbón— cuando la explosión del pozo lo dejó sin su brazo derecho.
Él tiene 15 años de edad. Hace unas semanas comenzó a trabajar en el pozo tres del ejido de Sabinas, de la empresa Binsa, cuando el martes 3 de mayo una explosión sepultó a los 14 mineros que estaban dentro del pozo. Jesús era “ganchero”, así le dicen a quienes se encargan de recibir el tambo con carbón que sacan los mineros. Ese es el trabajo que hacen los más jóvenes.
Y no son pocos los adolescentes que trabajan en los pozos, la forma más rudimentaria, barata y peligrosa para sacar el carbón. “Hay muchos chiquillos trabajando en los ‘pocitos’. En cada ‘pocito’ hay dos o tres”, dice Juan Sánchez, quien comenzó su carrera como “carbonero” cuando tenía 16 años.
A los menores de edad no sólo los emplean como “gancheros”, también son “malacateros” —los que jalan las cuerdas que suben el tambo— o como “hueseros” —encargados de limpiar el carbón—. Incluso, en el pozo que explotó el pasado martes, el “huesero” acababa de cumplir 18 años, asegura su familia. El día del accidente, los primeros familiares en llegar al lugar miraron cómo “se quedó ahí, sentadito, llorando, porque su papá estaba adentro”.
La Ley Federal del Trabajo prohíbe que menores de 16 años sean empleados en la minería.
Rogelio Robledo Mendoza es “carbonero”. Tiene 54 años, pero se mira mucho mayor. Así es aquí, los mineros de 30 años parecen 40. “Yo empecé a los 16 años, en un ‘pocito’, como casi todos los de aquí”, dice este hombre que la noche del viernes pasado recibió el cadáver de su hijo. Se llamaba igual que él y tenía 30 años, la edad en la que los mineros del carbón tienen su máxima productividad, cuando pueden sacar hasta 25 toneladas de carbón a la semana. Después, el cuerpo ya no da más.
Por ejemplo, Rogelio, el de 54 años, ahora vive con sus rodillas “echas pedazos… Pero a mí me fue bien, porque no quedé dentro de un pozo”.
A Raúl Villasana Cantú no le fue bien. Él empezó en las minas de carbón a los 17 años. Murió de 32, junto con 65 de sus compañeros, en la explosión de la Mina de Pasta de Conchos, el 19 de febrero del 2006. Su madre, María Trinidad Cantú, no se ha cansado de exigir que saquen su cadáver.
“No hay otros medios de trabajo para la región, por eso todos se van a trabajar ahí desde chicos. No tiene idea del hambre, de la necesidad de otras fuentes de trabajo”, dice María Trinidad. Al año, en promedio, tres millones 300 mil toneladas de carbón salen de esta región.
Ramiro Flores Morales, cronista de Sabinas, dice que hay dos compradores principales del carbón: La Compañía Federal de Electricidad (CFE), que lo utiliza para las carboeléctricas, las cuales generan 14% de la electricidad de todo el país. Y las fundidoras, como Altos Hornos de México y Peñoles.
El mismo cronista asegura que desde 1884 a la fecha, en la región carbonífera han muerto poco más de mil 400 mineros en 117 explosiones. La que dejó más víctimas ocurrió el 31 de marzo de 1969, en Barroterán. Ahí murieron 154 mineros.
Y aunque la minería y sus tragedias forman parte de la historia de esta región, Ramiro Flores señala que ha sido en los últimos años cuando “como nunca” han existido tantos “pocitos”, extracciones que se realizan de manera informal, sin cumplir con las medidas de seguridad; en donde los mineros no cuentan con las prestaciones de ley.
Estos “pocitos” sólo funcionan entre seis meses y un año. “Sacan el carbón que hay y cierran. Después abren otro, y lo mismo”, dice Rogelio Robledo.
Los “carboneros” prefieren trabajar en los pocitos que en las minas grandes, donde supuestamente existen mayores medidas de seguridad, porque ganan más. En una mina, el pago es de 700 pesos a la semana, en promedio. En un pozo puede ser de mil 200 a mil 500 a la semana.
“Aquí sólo hay de dos: o te arriesgas la vida, o te mueres de hambre”.
A los menores de edad les pagan alrededor de 600 pesos a la semana.
“Muchos empiezan a trabajar luego, luego de que salen de la secundaria. Los dejan un tiempo como hueseros, malacateros o gancheros, después los meten al pozo”, dice Yesenia Robles, hermana de Rogelio, uno de los 14 mineros que murieron en la explosión.
Cronología
Uno por uno los cuerpos extraídos
Martes 3 de mayo
Mario Alberto Anguiano Montes.
Leobardo Sánchez Santos.
Rosario Valero.
Miércoles 4 de mayo
Julio César Reséndiz Rodríguez, 28 años.
Juan Carlos Escobedo Chávez, 36 años.
Jueves 5 de mayo
Víctor Hugo Silva Santos, 34 años.
Viernes 6 de mayo
Julio César Sifuentes Vázquez, 33 años.
Juan Carlos Escobedo Chávez, 34 años.
Santos Vallejo Ríos, 35 años.
Rogelio Robledo Esquivel, 30 años.
Hermilo Pérez Mandujano, 26 años.
Sábado 7 de mayo
Néstor Manuel Carmona Martínez, 23 años.
Eleazar López, 29 años.
Juan Alberto Sifuentes Ávila, 38 años.
Lozano seguirá involucrado en el tema
Concluye el rescate de mineros en Sabinas
SABINAS, COAHUILA.- El miércoles 4 de mayo, el secretario del Trabajo, Javier Lozano, fue claro: las posibilidades de que alguno de los 14 mineros que sufrieron una explosión al interior de un “pocito” en Sabinas, Coahuila, estuviera vivo, eran casi nulas. El sábado por la noche el pronóstico se cumplió.
El último cuerpo sin vida, que respondía al nombre de Juan Alberto Sifuentes Ávila, fue rescatado alrededor de las 11:00 horas. En su cuenta de Twitter, Javier Lozano escribió: “Habiéndose cumplido esta madrugada el objetivo de rescatar todos los cuerpos que fallecieron en el siniestro, voy ya de regreso a casa”.
Lozano Alarcón reconoció la labor de todos los que participaron en el rescate, además de afirmar que seguirá involucrado en el tema para participar en la reestructura integral del sector.
Pese al compromiso mostrado a través de la palabra por el secretario del Trabajo, durante la semana diversos actores sociales y sindicales externaron su rechazo hacia la gestión del funcionario.
Julio Pomar, vocero del Sindicato Nacional de Mineros, señaló que gran parte de la culpa recae en las secretarías del Trabajo y de Economía, ésta última en manos de Bruno Ferrari; el obispo y activista de Saltillo, Raúl Vera, culpó también a ambas dependencias, e hizo énfasis en la falta de ética y moral con la que el sector minero opera en la impunidad.
Jesús Fernando Lara Ruiz comenzaba su vida como “carbonero” —como aquí les llaman a los hombres que trabajan en la extracción del carbón— cuando la explosión del pozo lo dejó sin su brazo derecho.
Él tiene 15 años de edad. Hace unas semanas comenzó a trabajar en el pozo tres del ejido de Sabinas, de la empresa Binsa, cuando el martes 3 de mayo una explosión sepultó a los 14 mineros que estaban dentro del pozo. Jesús era “ganchero”, así le dicen a quienes se encargan de recibir el tambo con carbón que sacan los mineros. Ese es el trabajo que hacen los más jóvenes.
Y no son pocos los adolescentes que trabajan en los pozos, la forma más rudimentaria, barata y peligrosa para sacar el carbón. “Hay muchos chiquillos trabajando en los ‘pocitos’. En cada ‘pocito’ hay dos o tres”, dice Juan Sánchez, quien comenzó su carrera como “carbonero” cuando tenía 16 años.
A los menores de edad no sólo los emplean como “gancheros”, también son “malacateros” —los que jalan las cuerdas que suben el tambo— o como “hueseros” —encargados de limpiar el carbón—. Incluso, en el pozo que explotó el pasado martes, el “huesero” acababa de cumplir 18 años, asegura su familia. El día del accidente, los primeros familiares en llegar al lugar miraron cómo “se quedó ahí, sentadito, llorando, porque su papá estaba adentro”.
La Ley Federal del Trabajo prohíbe que menores de 16 años sean empleados en la minería.
Rogelio Robledo Mendoza es “carbonero”. Tiene 54 años, pero se mira mucho mayor. Así es aquí, los mineros de 30 años parecen 40. “Yo empecé a los 16 años, en un ‘pocito’, como casi todos los de aquí”, dice este hombre que la noche del viernes pasado recibió el cadáver de su hijo. Se llamaba igual que él y tenía 30 años, la edad en la que los mineros del carbón tienen su máxima productividad, cuando pueden sacar hasta 25 toneladas de carbón a la semana. Después, el cuerpo ya no da más.
Por ejemplo, Rogelio, el de 54 años, ahora vive con sus rodillas “echas pedazos… Pero a mí me fue bien, porque no quedé dentro de un pozo”.
A Raúl Villasana Cantú no le fue bien. Él empezó en las minas de carbón a los 17 años. Murió de 32, junto con 65 de sus compañeros, en la explosión de la Mina de Pasta de Conchos, el 19 de febrero del 2006. Su madre, María Trinidad Cantú, no se ha cansado de exigir que saquen su cadáver.
“No hay otros medios de trabajo para la región, por eso todos se van a trabajar ahí desde chicos. No tiene idea del hambre, de la necesidad de otras fuentes de trabajo”, dice María Trinidad. Al año, en promedio, tres millones 300 mil toneladas de carbón salen de esta región.
Ramiro Flores Morales, cronista de Sabinas, dice que hay dos compradores principales del carbón: La Compañía Federal de Electricidad (CFE), que lo utiliza para las carboeléctricas, las cuales generan 14% de la electricidad de todo el país. Y las fundidoras, como Altos Hornos de México y Peñoles.
El mismo cronista asegura que desde 1884 a la fecha, en la región carbonífera han muerto poco más de mil 400 mineros en 117 explosiones. La que dejó más víctimas ocurrió el 31 de marzo de 1969, en Barroterán. Ahí murieron 154 mineros.
Y aunque la minería y sus tragedias forman parte de la historia de esta región, Ramiro Flores señala que ha sido en los últimos años cuando “como nunca” han existido tantos “pocitos”, extracciones que se realizan de manera informal, sin cumplir con las medidas de seguridad; en donde los mineros no cuentan con las prestaciones de ley.
Estos “pocitos” sólo funcionan entre seis meses y un año. “Sacan el carbón que hay y cierran. Después abren otro, y lo mismo”, dice Rogelio Robledo.
Los “carboneros” prefieren trabajar en los pocitos que en las minas grandes, donde supuestamente existen mayores medidas de seguridad, porque ganan más. En una mina, el pago es de 700 pesos a la semana, en promedio. En un pozo puede ser de mil 200 a mil 500 a la semana.
“Aquí sólo hay de dos: o te arriesgas la vida, o te mueres de hambre”.
A los menores de edad les pagan alrededor de 600 pesos a la semana.
“Muchos empiezan a trabajar luego, luego de que salen de la secundaria. Los dejan un tiempo como hueseros, malacateros o gancheros, después los meten al pozo”, dice Yesenia Robles, hermana de Rogelio, uno de los 14 mineros que murieron en la explosión.
Cronología
Uno por uno los cuerpos extraídos
Martes 3 de mayo
Mario Alberto Anguiano Montes.
Leobardo Sánchez Santos.
Rosario Valero.
Miércoles 4 de mayo
Julio César Reséndiz Rodríguez, 28 años.
Juan Carlos Escobedo Chávez, 36 años.
Jueves 5 de mayo
Víctor Hugo Silva Santos, 34 años.
Viernes 6 de mayo
Julio César Sifuentes Vázquez, 33 años.
Juan Carlos Escobedo Chávez, 34 años.
Santos Vallejo Ríos, 35 años.
Rogelio Robledo Esquivel, 30 años.
Hermilo Pérez Mandujano, 26 años.
Sábado 7 de mayo
Néstor Manuel Carmona Martínez, 23 años.
Eleazar López, 29 años.
Juan Alberto Sifuentes Ávila, 38 años.
Lozano seguirá involucrado en el tema
Concluye el rescate de mineros en Sabinas
SABINAS, COAHUILA.- El miércoles 4 de mayo, el secretario del Trabajo, Javier Lozano, fue claro: las posibilidades de que alguno de los 14 mineros que sufrieron una explosión al interior de un “pocito” en Sabinas, Coahuila, estuviera vivo, eran casi nulas. El sábado por la noche el pronóstico se cumplió.
El último cuerpo sin vida, que respondía al nombre de Juan Alberto Sifuentes Ávila, fue rescatado alrededor de las 11:00 horas. En su cuenta de Twitter, Javier Lozano escribió: “Habiéndose cumplido esta madrugada el objetivo de rescatar todos los cuerpos que fallecieron en el siniestro, voy ya de regreso a casa”.
Lozano Alarcón reconoció la labor de todos los que participaron en el rescate, además de afirmar que seguirá involucrado en el tema para participar en la reestructura integral del sector.
Pese al compromiso mostrado a través de la palabra por el secretario del Trabajo, durante la semana diversos actores sociales y sindicales externaron su rechazo hacia la gestión del funcionario.
Julio Pomar, vocero del Sindicato Nacional de Mineros, señaló que gran parte de la culpa recae en las secretarías del Trabajo y de Economía, ésta última en manos de Bruno Ferrari; el obispo y activista de Saltillo, Raúl Vera, culpó también a ambas dependencias, e hizo énfasis en la falta de ética y moral con la que el sector minero opera en la impunidad.