Jalisco

Las enseñanzas de Tata Lázaro

'El mundo se divide en dos, los inteligentes, que caminamos por la sombrita, y los otros'

Dicen que decía el mítico general Lázaro Cárdenas del Río, que el mundo se dividía en dos. Como eran la épocas de la Guerra Fría, todo mundo esperaba una explicación geopolítica sobre el bloque soviético y el bloque occidental. Pero no. “El mundo se divide en dos”, decía el general, “los inteligentes, que caminamos por la sombrita, y los otros”. Desde que escuché esa sabia frase del Tata Lázaro, y aunque sea para dar el gatazo y engañar a los bobos que van por la acera de enfrente, siempre camino por la sombrita.

Además, puedo asegurar que seguir la recomendación del tata-general reporta muchas cosas buenas para la salud: no sufre uno de insolaciones; se suda menos; se está más protegido de los maléficos rayos ultravioleta (que al parecer son más malos y engañosos que el mismísimo Marcial Maciel) pero, sobre todo, está comprobado, refuerza la autoestima, pues saberse del lado de los inteligentes da una sensación, manque sea pasajera, de seguridad en uno mismo que se traduce, a fin de cuentas, en horas-hombre-diván, es decir, en pesos.

No hay nada que se pueda hacer contra el calor, excepto caminar por la sombrita. Cada año, en mayo y junio, hace calor. Y cada año nos quejamos de lo mismo. Repetimos como un mantra quejumbroso que nunca había hecho tanto calor, que el cambio climático nos está matando, que ahora sí ya no hay remedio, que Guadalajara es invivible, etcétera. Todo esto sucede más o menos entre el 3 de mayo, día de la Santa Cruz y la primera lluvia (que puede llegar con San Antonio, el 13 de junio; con San Juan, el 24 del mismo mes, o cuando más tarde, con Pedro y Pablo, el día 29).

El clima en Guadalajara no ha cambiado, por lo menos eso es lo que dicen los datos históricos de frío,  calor y precipitaciones. Lo que ha cambiado es la calidad de vida de la ciudad. Hoy lo trayectos en carro o autobús son mucho más largos de lo que eran hace 30 años, y la sensación de calor es directamente proporcional al tiempo que pasemos encerrados en ellos. El espacio para los inteligentes, es decir la sombrita producida por lo árboles, se ha reducido significativamente. La posibilidad de resguardarse del calor practicando algún tipo de inmovilidad, sea en una cama, una hamaca, o una terraza de café fresca por dos o tres horas, como hacían los antiguos tapatíos, es ahora imposible. El tren de vida actual impide que la gente regrese a su casa a la hora de la comida y tome una siesta o que pueda sentarse o acostase de tres a seis de la tarde, en una plaza, a esperar a que pase el calor.

Contra la base por bola no hay defensa, decía el Mago Septién. Contra el calor tampoco. No hay que pelearnos contra la temperatura, lo que hay que hacer es pelear por la calidad de vida de nuestra ciudad, por encontrar una forma más amable, e inteligente, de vivirla.

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