Jalisco
La parálisis del miedo
Lo único que realmente creen y piensan los políticos, es lo que está en el presupuesto, y para muestra está el reparto que se hizo del Fondo Metropolitano
Los políticos son expertos en decir lo que la gente quiere oír: si van con empresarios lo más importante son las inversiones y lo que el gobierno pueda hacer para promoverlas; si van con obreros, es el empleo y el papel gubernamental en la creación de éstos; si van con estudiantes, son las oportunidades de futuro, construir una mejor ciudad para nuevas generaciones; si van con académicos, es el gasto en investigación y cómo nunca saldremos del hoyo si no generamos conocimiento propio; si van con los grupos de la sociedad civil organizada, es la calidad de vida y la sustentabilidad de la ciudad... bla, bla, bla. Lo único que realmente creen y piensan los políticos, es lo que está en el presupuesto, y para muestra está el reparto que se hizo del Fondo Metropolitano.
Ocho de cada 10 pesos del Fondo Metropolitano se van a destinar a obras para el automóvil. Va justamente a eso que los políticos dicen en los foros que es una tontería, que no hay manera de que la ciudad siga creciendo bajo el mismo modelo, pero en la práctica hacen exactamente los mismo que critican.
Sólo hay dos posibles explicaciones a este comportamiento de la clase política: o son unos cínicos o son unos miedosos. Decir que todos son cínicos, además de injusto hablaría muy mal de nosotros como sociedad, porque a fin de cuentas los seguimos votando, cada vez menos, pero ahí estamos. Lo que sí son, es miedosos. A lo único que le teme un político es a perder las siguientes elecciones, es decir nos temen a los ciudadanos: eso lo paraliza, lo asusta y lo hace tomar las decisiones desde la tiranía de las encuestas.
Si el 80% del presupuesto metropolitano lo destinaron a obras para los automóviles, es porque eso es lo que la gente aplaude.
El puente vehicular en Ávila Camacho y Circunvalación, por citar una de las obras que se están planteando con esos recursos, no va a servir para gran cosa: nos va a ahorrar de cuatro a cinco minutos el paso por ese crucero. En trayectos promedio de media hora, no va a cambiar la vida de nadie. Ordenar el transporte público en esa zona, donde llegan a juntarse de 10 a 12 autobuses en fila y se apoderan de dos carriles; ordenar las entradas y salidas de las escuelas y universidades que están ahí, y sincronizar los semáforos, nos daría un resultado similar sin tener que partir la ciudad. Si ese dinero se invierte en ciclovías y banquetas (a las de Ávila Camacho, por ejemplo, les urge una remozada) a los que pasamos por ahí en automóvil no nos va a pasar nada, pero sí se abren otras posibilidades de moverse en la ciudad que a la larga pueden cambiar las formas de vida.
Hacer puentes vehiculares es apostar a solucionar los problemas del pasado; hacer ciclovías y rutas peatonales es perseguir una mejor ciudad a futuro. Pero el futuro a los políticos no les da miedo; les da pavor.
Ocho de cada 10 pesos del Fondo Metropolitano se van a destinar a obras para el automóvil. Va justamente a eso que los políticos dicen en los foros que es una tontería, que no hay manera de que la ciudad siga creciendo bajo el mismo modelo, pero en la práctica hacen exactamente los mismo que critican.
Sólo hay dos posibles explicaciones a este comportamiento de la clase política: o son unos cínicos o son unos miedosos. Decir que todos son cínicos, además de injusto hablaría muy mal de nosotros como sociedad, porque a fin de cuentas los seguimos votando, cada vez menos, pero ahí estamos. Lo que sí son, es miedosos. A lo único que le teme un político es a perder las siguientes elecciones, es decir nos temen a los ciudadanos: eso lo paraliza, lo asusta y lo hace tomar las decisiones desde la tiranía de las encuestas.
Si el 80% del presupuesto metropolitano lo destinaron a obras para los automóviles, es porque eso es lo que la gente aplaude.
El puente vehicular en Ávila Camacho y Circunvalación, por citar una de las obras que se están planteando con esos recursos, no va a servir para gran cosa: nos va a ahorrar de cuatro a cinco minutos el paso por ese crucero. En trayectos promedio de media hora, no va a cambiar la vida de nadie. Ordenar el transporte público en esa zona, donde llegan a juntarse de 10 a 12 autobuses en fila y se apoderan de dos carriles; ordenar las entradas y salidas de las escuelas y universidades que están ahí, y sincronizar los semáforos, nos daría un resultado similar sin tener que partir la ciudad. Si ese dinero se invierte en ciclovías y banquetas (a las de Ávila Camacho, por ejemplo, les urge una remozada) a los que pasamos por ahí en automóvil no nos va a pasar nada, pero sí se abren otras posibilidades de moverse en la ciudad que a la larga pueden cambiar las formas de vida.
Hacer puentes vehiculares es apostar a solucionar los problemas del pasado; hacer ciclovías y rutas peatonales es perseguir una mejor ciudad a futuro. Pero el futuro a los políticos no les da miedo; les da pavor.