Jalisco
El olmo estéril
Construir la red de ciclovías y los distritos peatonales no va a beneficiar a una colonia o a los usuarios de un inmueble; le va a cambia el rostro a la ciudad.
El Plan de Movilidad No Motorizada tiene un costo de 380 millones de pesos. Se trata de 380 kilómetros de ciclovías y 590 kilómetros de redes peatonales. El Paso a desnivel para incorporar al Bajío con el Estadio Chivas, la Villa Panamericana y los desarrollos que ahí se hagan, costará 350 millones. Este paso a desnivel es importante, tanto que llevan años discutiendo cómo se hace y quién lo paga, pero si no se hace, el estadio puede operar y los que vivan en la Villa Panamericana van a tardar 10 minutos diarios en meterse al arroyo del Periférico, tal como les sucede ahora a los que viven en Tabachines o en Santa Margarita, sin que nadie se preocupe por cómo entran y salen de sus colonias. Construir la red de ciclovías y los distritos peatonales no va a beneficiar a una colonia o a los usuarios de un inmueble; le va a cambia el rostro a la ciudad.
De nada servirá haber abierto la temporada de caza en las escuelas al grito de tírele a los gansitos, pingüinos y chocotorros (la próxima campaña de Bimbo será “¡olvídenme!”) si no cambiamos la forma de vida en la ciudad. El problema de la obesidad está, sí, en el tipo de alimento que consumimos, pero sobre todo en la forma de vida. Una campaña contra la obesidad de las que hace el Gobierno federal o las que se hacen localmente para convencer a los tapatíos de que salgan a caminar, cuestan un dineral. Si en lugar de campañas, ese dinero se invirtiera en el Plan de Movilidad No Motorizada, en tres años o menos, estaría terminada y los tapatíos, más sanos.
Algo pasa que los políticos siguen sin entender la trascendencia de la movilidad no motorizada. Se siguen peleando por resolver el tráfico de vehículos, que es una batalla perdida, que no nos lleva a ningún lado. Pedirle a la gente que camine pero no gastarle un peso a las banquetas, es como pedirle a los niños que naden con salvavidas, donde no hay albercas. Si en este momento le invirtieran a la zona metropolitana 10 mil millones de pesos en pasos a desnivel, la calidad de vida no cambiaría sustancialmente; aumentaría un poco la velocidad promedio de los vehículos y nada más. Si se los invirtieran al transporte público (BRT, Tren Ligero y Tranvías) la ciudad sería otra. Podrá decirse que la discusión es ociosa, pues no tenemos ese dinero, pero en los últimos ocho años hemos gastado eso y más en puentes y pasos a desnivel con resultados nulos. En estos momentos se están construyendo pasos a desnivel aquí y allá con un valor superior a mil millones de pesos y, hoy por hoy, la movilidad no motorizada no tiene un peso asignado. No es pues un problema de dinero sino de voluntad política y sobre todo, de visión. Pero a lo mejor pedirle a los políticos que vean más allá de la siguiente elección es pedirle peras a un olmo estéril.
De nada servirá haber abierto la temporada de caza en las escuelas al grito de tírele a los gansitos, pingüinos y chocotorros (la próxima campaña de Bimbo será “¡olvídenme!”) si no cambiamos la forma de vida en la ciudad. El problema de la obesidad está, sí, en el tipo de alimento que consumimos, pero sobre todo en la forma de vida. Una campaña contra la obesidad de las que hace el Gobierno federal o las que se hacen localmente para convencer a los tapatíos de que salgan a caminar, cuestan un dineral. Si en lugar de campañas, ese dinero se invirtiera en el Plan de Movilidad No Motorizada, en tres años o menos, estaría terminada y los tapatíos, más sanos.
Algo pasa que los políticos siguen sin entender la trascendencia de la movilidad no motorizada. Se siguen peleando por resolver el tráfico de vehículos, que es una batalla perdida, que no nos lleva a ningún lado. Pedirle a la gente que camine pero no gastarle un peso a las banquetas, es como pedirle a los niños que naden con salvavidas, donde no hay albercas. Si en este momento le invirtieran a la zona metropolitana 10 mil millones de pesos en pasos a desnivel, la calidad de vida no cambiaría sustancialmente; aumentaría un poco la velocidad promedio de los vehículos y nada más. Si se los invirtieran al transporte público (BRT, Tren Ligero y Tranvías) la ciudad sería otra. Podrá decirse que la discusión es ociosa, pues no tenemos ese dinero, pero en los últimos ocho años hemos gastado eso y más en puentes y pasos a desnivel con resultados nulos. En estos momentos se están construyendo pasos a desnivel aquí y allá con un valor superior a mil millones de pesos y, hoy por hoy, la movilidad no motorizada no tiene un peso asignado. No es pues un problema de dinero sino de voluntad política y sobre todo, de visión. Pero a lo mejor pedirle a los políticos que vean más allá de la siguiente elección es pedirle peras a un olmo estéril.