Jalisco

Deselogio del diputado

Para eso sirven los guaruras, para espantar a la población. Y encima los pagamos con nuestros impuestos.

No pasaría de un pleito de borrachos si no fuera porque se trata de diputados y porque se involucraron los guaruras. No llegó a mayores, fue un pleito de machos, un espectáculo. Pero ahora fuera del recinto legislativo.

En esta esquina el diputado del Verde, Enrique Aubry; en la otra el panista José Antonio de la Torre. Da igual quién tuvo la culpa (quién empezó, como en las primarias), da igual quién le dijo qué a quién. Podemos incluso dar por bueno que el pleito en sí es un tema menor. Los problemas de fondo son dos: el primero es la prepotencia de los funcionarios públicos y en este caso concreto, de dos diputados (luego se quejan de que los medios les hacemos mala fama) y el otro el tema, de los guarros o guaruras.

¿Es distinto un diputado de un ciudadano común? Por supuesto que no. Pero en el Estadio Jalisco, el jueves por la noche, la policía municipal no intervino, a pesar de que salieron a relucir armas, porque los diputados tienen una cosa que se llama fuero, cuyo planteamiento original es impecable, pero que hoy se usa como patente de corso, es decir como permiso para hacer lo mismo que un pirata y no ser tratado como pirata. Por supuesto que no todos los diputados son iguales y no todos son prepotentes, pero hay pequeñas actitudes cotidianas donde hacen sentir su poder. Por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender, los diputados no pueden o no saben caminar; a todos tienen que recogerlos en la puerta en el momento que salgan aunque ello implique interrumpir el tráfico. Es más importante el lugar del estacionamiento reservado a un diputado que el paso de peatones en una esquina o la rampa de discapacitados: en Belén y Juan Manuel el lugar reservado para un coche de diputado está montado sobre el paso de cebra y los peatones tiene que rodear el “dipuauto”.

La solución es muy sencilla, pasar el estacionamiento reservado (que ya desde ahí es distinguirse como ciudadano de primera, con charola, y no de la perrada) pero eso implicaría que el diputado caminara una cuadra completa y eso es rebajarse a ciudadano de a pie.

El tema de los guaruras es más delicado y contradictorio.

Todos los días tratan de convencernos de que la inseguridad es menor a la que sale en los medios, nos acusan permanentemente de amarillos y exagerados y por el otro lado, cada día hay más funcionarios con guardias personales.

Su miedo provoca miedo. Los ciudadanos vamos a estar ciertos de que la ciudad es segura cuando veamos a los diputados, a los secretarios, a los alcaldes, caminando por las calles sin miedo. La primera reacción de los guaruras de los diputados en el incidente tonto en el estadio, fue sacar armas, con lo cual un asunto menor pudo haberse convertido en un tema mayor. Para eso sirven los guaruras, para espantar a la población. Y encima los pagamos con nuestros impuestos.

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