Jalisco

Desaprovechan el único refugio de Jalisco para violencia extrema

La Fiscalía Central reporta un incremento en el delito de violencia intrafamiliar dirigido a la mujer de 111% entre 2007 y 2012

GUADALAJARA, JALISCO (07/ABR/2013).- El único refugio existente en Jalisco para mujeres que viven situaciones de violencia extrema nunca ha dado todos los beneficios que podría. Su promedio de ocupación durante el sexenio anterior (2007-2012) fue de 46%, no llegó ni a la mitad de su capacidad total.

A los más de cuatro mil casos de violencia extrema identificados sólo en 2012 por la Secretaría de Salud Jalisco (SSJ) en el Estado, podrían sumarse otros datos contextuales para valorar lo paradójico de esta subutilización del Centro de Atención a las Mujeres y sus Hijos e Hijas, Estancia Temporal (Camhet).

Del total de mujeres en Jalisco con 15 años o más en 2011 (dos millones 566 mil 277), 44.8% habían sido violentadas por parte de su pareja actual o durante su más reciente relación (un millón 150 mil 724) y, de éstas, 26.4% sufrió agresiones físicas y 16.8% sexuales (Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, Endireh).

Los homicidios dolosos de mujeres en Jalisco crecieron 101% de 2007 a 2011, según los registros más actuales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), cuando se pasó de 55 asesinatos de féminas a 111 —se duplicaron—, de acuerdo con un análisis elaborado por el Consejo Estatal de Población (Coepo).

¿Por qué entonces el Camhet no resguarda a más mujeres? Hay distintas variables a considerar.

Según el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem) Jalisco, una organización civil especializada en la materia, las autoridades locales no han logrado articularse lo suficiente para volver al Camhet y a los otros pocos albergues existentes en el Estado una alternativa conocida y a la mano para las mujeres que pasan por estas situaciones extremas.

En pocas palabras, que el Sistema Estatal para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia contra las Mujeres —creado a partir de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, compuesto por 15 instancias estatales y los ayuntamientos— sigue sin funcionar, efectivamente, como un sistema para la detección y canalización de este tipo de casos.

Alejandra Maritza Cartagena López, abogada del Cladem, ha testimoniado que aún hoy en día instancias como la Fiscalía Central (antes Procuraduría General de Justicia) siguen sin ofrecer la alternativa del refugio, y tampoco de los otros albergues existentes de menor seguridad en el Estado.

“Lo peor de todo es que, cuando una mujer es violentada y llega al Ministerio Público a interponer su denuncia, no les hablan de los refugios ni de las órdenes de protección que están en la ley, lo desconocen los mismos ministerios públicos; entonces, ni refugios ni órdenes de protección. Sabemos que de los refugios no todo mundo puede saber la dirección, pero sí saber que los hay, donde las mujeres puedan estar en caso de emergencia, y nadie lo sabe, nadie concentra la información, y nadie sabe nada”.

Esto que advierte la abogada es demostrable. La ahora Fiscalía Central reporta un incremento en la incidencia del delito de violencia intrafamiliar dirigido a la mujer de 111% en el periodo 2007 a 2012, cuando se pasó de dos mil 478 de estos delitos a cinco mil 220. En ese lapso, registró en total 19 mil 034 casos.

Y, sin embargo, cuando se le pregunta  en cuántos de éstos fue trasladada la mujer para su resguardo, la respuesta que recoge la Unidad de Transparencia de la Coordinación General de Atención a Víctimas del Delito y Servicios a la Comunidad es: “Esta Coordinación no cuenta con registro alguno de canalizados a refugios”.

Por otra parte, la red especializada para la detección de esta problemática del Consejo Estatal para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar (Cepavi) no está siendo suficiente para aumentar los servicios del refugio, el cual administra. Con 30 Unidades de Atención contra la Violencia (Uavi) en funcionamiento, cubre sólo 29 municipios, 23%; el 77% restante sigue careciendo de una instancia de este tipo, aunque todos los ayuntamientos deberían estar preparados para auxiliar a la mujer.

Mario Alejandro Moguel Duarte, entrevistado a poco de terminar su gestión como director del Cepavi ?del que depende el refugio?, destaca otro par de factores que deben estar influyendo en la subutilización del Camhet: primero, el hecho de que muchas mujeres que viven violencia, por distintas razones (dependencia económica, temor, modelos culturales, deficiencias gubernamentales, etcétera), aún no se atreven a denunciar y romper con este círculo. Por ejemplo, si la Endireh 2011 halló que a escala nacional 46% de las mujeres de 15 años o más fue víctima de violencia por su pareja actual o más reciente (13.5% de éstas por agresiones físicas; 7.3%, sexuales), sólo 14% de ellas recurrieron a una autoridad a pedir ayuda.

Y segundo, dice Moguel Duarte, para ninguna persona, sea mujer u hombre, es fácil aceptar una propuesta en la que, por decisión propia, se “desaparece” de la faz de la tierra; en una reclusión voluntaria, dentro de un lugar que existe y a la vez no, y donde se cortan las relaciones con cualquier otro fuera de ese espacio donde uno se vuelve secreto.

La mujer que es refugiada no puede hablar con nadie del exterior durante tres meses (la estancia puede ser menor y, en casos especiales, mayor), tampoco puede salir en ningún momento del sitio. Esto es un lineamiento inquebrantable, se hace por la seguridad de ella y del resto, para no romper la confidencialidad del refugio y hacerlo vulnerable.

> LOS REGISTROS DE LA SECRETARÍA DE SALUD JALISCO AUMENTARON DE 2010 A 2012

Atención a mujeres violentadas crece 164 por ciento

La Secretaría de Salud Jalisco (SSJ) ha desarrollado una base de datos sobre las atenciones que presta a las mujeres que viven formas de violencia en los municipios del Estado, la cual, por la amplitud de su cobertura y su grado de precisión, tiene rasgos únicos, como la inclusión de una categoría de “violencia extrema y probable riesgo de vida”.

Ninguna otra instancia gubernamental del Sistema Estatal para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia contra las Mujeres está generando una estadística tan específica sobre esta problemática social: ni la Fiscalía Central (antes Procuraduría General de Justicia), ni el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia de Jalisco (DIF), ni el Instituto Jalisciense de las Mujeres (IJM).

El Consejo Estatal para la Prevención y Atención de la Violencia Intrafamiliar (CEPAVI) cuenta con una semaforización de expedientes por riesgo, pero la SSJ lo supera. La información de la Secretaría con este nivel de especificidad está disponible a partir de 2010, suficiente para mostrar que de ese año a 2012 crecieron 164% los casos atendidos que clasificó como “violencia extrema y probable riesgo de vida”, al pasar de mil 519 a cuatro mil 005.

A poco de concluir su gestión como presidenta del IJM, María Elena Cruz Muñoz ya advertía que una de las dependencias locales que estaba destacando por el desarrollo de instrumentos técnicos en esta materia era la SSJ, en parte, decía, como producto de la implementación de la Norma Oficial Mexicana 190, que marca los criterios para la atención médica de la violencia familiar, y que obliga al sector salud, entre otras cosas, a “identificar a las o los usuarios afectados por violencia familiar y valorar su grado de riesgo, en la consulta de pacientes ambulatorios u hospitalarios y en otros servicios de salud”.

Como sucedió con estos casos extremos, las agresiones a mujeres en general también tuvieron aumento en ese mismo periodo, de 45% (pasaron de cinco mil 795 a ocho mil 444). En el trienio, en números totales, la SSJ reporta haber atendido 21 mil 211 mujeres receptoras de violencia, de las cuales, siete mil 886 merecieron ser categorizadas como de tipo extremo y probable riesgo de vida, es decir, 37 por ciento.

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EXISTEN TRES ALBERGUES QUE RESGUARDAN MUJERES EN JALISCO; NINGUNO REÚNE TODOS LOS LINEAMIENTOS DE SEGURIDAD DE LA RED NACIONAL DE REFUGIOS

Objetivo no cumplido

Un compromiso adquirido por el Gobierno de Jalisco fue crear una red estatal de refugios para las mujeres que viven situaciones de violencia extrema, “particularmente en aquellas zonas en las que este servicio no existe y donde se concentra mayor demanda”. Así quedó plasmado en el Programa Estatal para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Prepaev 2009-2012).

Ni la red se creó (sólo existe uno que pueda llamarse refugio: el Camhet), ni se cuenta aún con un diagnóstico que permita conocer esas zonas de “mayor demanda” en el Estado, según lo reconoció María Elena Cruz Muñoz, consultada poco antes de dejar la titularidad del Instituto Jalisciense de las Mujeres (IJM), el cual funge como Secretaría Ejecutiva del Sistema Estatal para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.

Ninguna instancia estatal está concentrando la información sobre la oferta de albergues en el Estado, pero puede rastrearse la existencia de tres centros que ofrecen alojamiento y comida para mujeres que sufren violencia, pero que no pueden llamarse refugios, porque no reúnen todas las condiciones de profesionalización y seguridad que demanda el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva.

Estos tres están en Lagos de Moreno, Amatitán y en Guadalajara, éste operado por el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) tapatío, pero en riesgo de ser cerrado de manera definitiva.

El Gobierno estatal ha brindado apoyos económicos y asesoría al albergue de Lagos de Moreno que está en manos de religiosas, mientras que el de Amatitán lo reporta el Instituto Jalisciense de Asistencia Social (IJAS).

> ESTUDIAN UN PROYECTO PARA CREAR UN REFUGIO EN FORMA QUE SE INTEGRE A LA RED NACIONAL

Albergue tapatío podría ser cerrado definitivamente

El Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de Guadalajara opera desde hace ocho años un albergue para mujeres que sufren violencia, pero que podría ser cerrado próximamente de manera definitiva por la baja afluencia que registra, según lo ha expuesto la Procuraduría Social de la Familia de esa institución.

“Desafortunadamente tenemos el problema de que existe poca afluencia y, en razón a esto, los altos costos y demás, desgraciadamente se está viendo la posibilidad del cierre. Esto tiene mucho que ver con la cultura en la sociedad, en el sentido de no romper con el miedo, de hablar, de decirlo, porque sí existe infinidad de mujeres en esta problemática”, dice Alba Beatriz Flores Gaxiola, procuradora social de la Familia de Guadalajara.

El albergue de Guadalajara no reúne los lineamientos de seguridad, confidencialidad y profesionalización suficientes para ser considerado un refugio por el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud federal; sus instalaciones físicas no son exclusivas, sino que están compartidas para otros servicios sociales que presta el DIF tapatío; sin embargo, había venido auxiliando regularmente a mujeres agredidas (incluso, con casos de empoderamiento exitosos) una vez que han presentado denuncias penales por violencia intrafamiliar.

Esta instalación, por tanto, presenta la misma problemática de subutilización que el Centro de Atención a las Mujeres y sus Hijos e Hijas, Estancia Temporal (Camhet) del Gobierno del Estado, el único refugio de Jalisco en forma y que, pese a ello, tampoco es suficientemente nutrido de casos por todas las instancias del Sistema Estatal para Prevenir, Atender y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.

En el año 2010 el albergue tapatío atendió a 12 mujeres y 40 niños; en 2011, 12 mujeres y 42 niños; en 2012 fueron sólo cinco mujeres y 25 niños. Desde octubre del año pasado no han tenido ninguna solicitud de ingreso, refiere la dependencia.

Pese a ello, estima Flores Gaxiola, el albergue tiene una capacidad apta para atender alrededor de 50 casos por año. “El hecho de que no tengamos una afluencia suficiente no significa que no exista violencia, es todo lo contrario: es una verdadera contradicción, es una paradoja y es parte precisamente de la falta de cultura, en el sentido de hablar, de decirlo, de expresarlo y de no mantenerlo en sigilo, porque es precisamente lo que hace que la violencia intrafamiliar crezca”.

En el Ayuntamiento tapatío se estudia actualmente una iniciativa para crear un nuevo centro para las mujeres que funcione plenamente como un refugio y que pueda estar inscrito a la Red Nacional. La propuesta fue de la regidora Candelaria Ochoa Ávalos, de Movimiento Ciudadano, pero se sumaron todas las integrantes de las otras fuerzas políticas.

BAJO PORCENTAJE

Casos atendidos por el Camhet de Jalisco en el sexenio

Año    Mujeres    Niñas    Niños    Total    % de ocupación


2007            17           21         27          65    28.3%

2008             22          23         23          68    36.6%

2009            32           57        37         126    53.3%

2010            26           38        34          98    43.3%

2011            31           45         33        109    51.6%

2012            39           41         53        133    65%

Total           167        225        207        599    46.3%

Fuente:
  Cepavi de Jalisco.

Homicidios dolosos de mujeres en Jalisco

2000    2001    2002    2003    2004    2005    2006    2007    2008    2009    2010    2011


57           53         67        54        52        37        65       55         56         61       78       111

Fuente:
Coepo Jalisco con base en INEGI

TESTIMONIO

Maribel, la mujer que se atrevió


Como a todo se acostumbra uno, por más insólito que sea, ella se habituó al dolor y al miedo. Cuidar a sus hijos, cumplir con sus deberes y recibir la agresión del día. En la casa de Maribel el delito se hacía pasar por cotidianidad. “Mi esposo empezó a tomar bien mucho, nos maltrataba. Yo le pedía que se fuera y no quería”. Tenía unos 26 años cuando su matrimonio se tornó en esto.

En una ocasión Maribel se atrevió a rasgar un poco el círculo de violencia en el que estaba inmersa. Desesperada, con una niña de 11 años y otro de seis, se fue, pero él la siguió. “No sé qué le pasó a él que se agravó más la situación. Se drogaba también. Empezó como unos tres meses bien y otra vez mal, mal; fue peor porque él dejó su trabajo, cosa que nunca hacía; dejó de trabajar, quería vender las cosas y ya eran puras agresiones diario y todo el día. Ya después, en una ocasión, para no dejarnos salir, nos encerró con llave en el cuarto”.

Pensaba para sí: “Ahorita la cuento y al rato qué tal que no la cuento con un golpe que me dé. Por lo mismo de la violencia, como que vivía yo bien asustada, vivía al día: ‘¿Y ahora qué va a pasar, ahora qué va a pasar?’. Era muy pesado ver que los niños están viendo y que no sabe uno cómo solucionarlo”.

Percibía, al mismo tiempo, que, pese a su reserva en el trato con sus vecinos, una mujer que vivía frente a ella había descubierto su sufrimiento: “Era una cochera muy grande. En una ocasión él me aventó con la niña y esa vecina vio y se arrimó un día y me dijo: ‘Oye, tienes problemas; yo te puedo ayudar, conozco a un comandante’. Le dije: ‘Ya he hecho muchas cosas yo y nada, ya lo he metido a la cárcel muchas veces y lo dejan salir, porque no es grave lo que me hace’, y ya, total, que me dice: ‘Vamos a hacer algo, no estás sola’. Se me hacía: ¿cómo una persona que ni me conoce me va a ayudar?”.

La vida corre y muy aprisa. Maribel llegó de esta forma a los 30 años; ahora tenía otra bebé, de un año. No demoraría mucho más el día que, dentro de sí, había vivido ya tantas veces, ensayado en sueños de valentía. “Dije: ‘Yo me voy de aquí, dejo todo, no le hace’. Empecé a apartar papeles importantes, les dije a mis hijos: ‘¿Saben qué? Nos vamos de aquí, no sé cómo pero nos vamos a ir’. No tenía dinero, nomás tenía 500 pesos; dije: ‘Pues para la leche; lo demás, a ver cómo’”.

Ideó un plan en dos partes: ella le haría creer a su marido que llevaría al niño, como todos los días, a la primaria, mientras que su hija mayor se le uniría posteriormente cargando en brazos al bebé. Lo puso en marcha de inmediato.

“Saqué sus libros y metí ahí ropa en la mochila, y nos fuimos a la escuela y a ella ya le había dicho: ‘Al rato te sales como puedas y yo te voy a estar esperando’. Le dejé el cancel abierto y ella se pudo salir con la niña corriendo… corriendo”.

Vivieron un tiempo con la vecina que le había ofrecido su ayuda. Pero seguía su hostigamiento. “Me amenazaba ahí y a sus hijos de ella y todo. Le hablábamos al comandante, iba por él y se lo llevaban, y ya después salía y yo decía: ‘Es que él va a seguir saliendo y me va a molestar; por eso me tengo que ir lejos, porque no me va a dejar en paz’”.

En el contacto con las autoridades finalmente se le ofreció la alternativa del albergue del Sistema DIF tapatío, y aceptó. Ahí le dieron acompañamiento legal, psicológico y médico. Sus hijos pudieron seguir recibiendo educación.

Al comienzo no fue fácil. Sin la confidencialidad y el rigor que exige un refugio en forma, pero el albergue tapatío también demanda cortar comunicación con el exterior. “Es como una cárcel, pero en bonito”, pensaba Maribel. “De primero era muy deprimente porque los cuatro no queríamos salir del cuarto; teníamos nuestro propio cuarto, nuestra propia vajilla, un espacio en el refri, nuestro baño propio, pero no queríamos salir. Duramos como una semana que no queríamos compartir con nadie y la psicóloga nos decía: ‘No pueden estar así, tienen que salir’”.

En el albergue se sigue un régimen disciplinario. Hay horas establecidas para todo: levantarse, bañar a los niños, vestirlos, hacer el aseo del cuarto; por supuesto, el desayuno, la comida y cena, siempre asistiendo a las sesiones de acompañamiento y los talleres productivos del sitio.

“Ahí te cuidan que no te pase nada malo, cuidan tu salud, te dan terapia para que superes todo lo que traes, te enseñan a trabajar. Cuando llegué me dijeron: ‘Aquí tu único quehacer es cuidar a tus hijos’, y yo decía ‘¡Qué suave!’”, y ríe un poco Maribel. “Nos cuidaban de no caer en lo mismo, de creer que uno no puede, y ¡sí se puede! Y también, desgraciadamente, había muchas mujeres que regresaban con el marido; no sé qué les pasaba pero cada persona tiene diferentes maneras de entender las cosas y a mí todo lo de ahí me sirvió para bien”.

Duró seis meses, pero la ayudaron a estar lista para retomar una vida propia, encontrar trabajo y comenzar a hacerse cargo de los suyos por sí misma. Salió de ahí siendo independiente. Su primer empleo fue muy duro: conoció lo que era una máquina de inyección de plásticos, ante la que estaba de las 14:30 horas hasta las 23:00 horas, con sólo 15 minutos para comer.

Hicieron un recorte de personal y salió junto con otros; entonces el Sistema DIF tapatío le auxilió a encontrar uno nuevo, donde permanece hasta ahora, en un hotel. Han pasado cinco años desde su huida. Su hija mayor tiene 21 años (está casada ahora); la más pequeña, seis, y su hijo, 15.

“Me siento bien orgullosa de mí misma, hacer todo lo que he hecho de estar sin nada, nomás con los tres niños por delante, y digo… no sé cómo”.

Quién sabe qué tanto así lo previó Maribel, pero aquel día en que abrió los ojos temprano y uniformó a su hijo pensando tan sólo en huir lo más lejos y pronto posible, deseando intensamente no ser descubierta, sino que todo saliera bien, según lo planeado, para no regresar más, se volvió, a la postre, el último de su vida marital con la intimidación y la violencia. Ella nunca le juró fidelidad a eso.

Víctima de violencia por parte de su marido, hace seis años Maribel huyó de su agresor; fue resguardada por el DIF tapatío y retomó su vida siendo plenamente independiente

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