Jalisco
Cada quien su chamba
Las leyes pueden ayudar a regular la convivencia, pero no cambian la cultura
Las leyes pueden ayudar a regular la convivencia, pero no cambian la cultura. Podemos reglamentar hasta el color de los tenis que deben traer los jóvenes, pero eso no va a evitar ni que salgan a divertirse, ni que tomen alcohol, ni que hagan imprudencias. La famosa “ley antiborrachazos”, que salió ya de comisiones, puede ser una gran avance para normar el comportamiento de los jóvenes en el espacio público, pero no los va a educar.
¿Quiénes son responsables de que los chavos anden en la calle tomando o tomados, y manejando en la madrugada? Los papás. Los padres de familia somos los responsables de lo que hacen nuestros hijos menores de edad. Somos los padres los que le soltamos el coche a los hijos y los que les damos dinero para ir al antro. Ningún padre de familia, con medio dedo de frente, se imagina que el dinero que le dio a su hijo que va a un centro de diversión, se lo va a gastar en palomitas o chetos.
No hay ley, por más que la discutamos y la perfeccionemos, que funcione si no asume cada cual la responsabilidad que le toca. Los dueños de los bares deben hacerse responsables de lo que pasa dentro del bar.
Hay bares que dejan entrar menores con conocimiento de causa y encima, los obligan a comprar botella para tener mesa. Pero tan culpable es el bar como el menor de edad que sobornó o presentó una credencial falsa. Los policías deben aplicar todo el rigor a los jóvenes que manejan alcoholizados y/o a exceso de velocidad. Un auto es un arma mortal que no puede estar en manos de una persona que no esté en plena conciencia, pero es imposible e indeseable que el Estado vigile a todos los borrachos, todo el tiempo. El Gobierno debe ser más severo con las multas por exceso de velocidad y con el alcoholímetro, pero los responsables, otra vez, son los jóvenes y los padres que les sueltan la llaves.
Está muy bien darnos una nueva ley que sea más estricta y mejor aún, que la comisión que la preparó no haya caído en la tentación de la regulación de horarios. Pero si pensamos que eso va a evitar que los jóvenes se sigan muriendo a lo tonto en los postes y camellones de la ciudad, estamos muy equivocados. La ley debe ayudar a reducir riesgos y a proteger de los borrachos a quienes circulan en la calle cumpliendo las normas; debe inhibir los abusos y corruptelas de los bares, que son pocas, pero no puede hacer un trabajo que es única y exclusivamente nuestro, de los padres de familia: hacernos responsables de nuestros hijos.
Ahora sí que cada quien su chamba.
¿Quiénes son responsables de que los chavos anden en la calle tomando o tomados, y manejando en la madrugada? Los papás. Los padres de familia somos los responsables de lo que hacen nuestros hijos menores de edad. Somos los padres los que le soltamos el coche a los hijos y los que les damos dinero para ir al antro. Ningún padre de familia, con medio dedo de frente, se imagina que el dinero que le dio a su hijo que va a un centro de diversión, se lo va a gastar en palomitas o chetos.
No hay ley, por más que la discutamos y la perfeccionemos, que funcione si no asume cada cual la responsabilidad que le toca. Los dueños de los bares deben hacerse responsables de lo que pasa dentro del bar.
Hay bares que dejan entrar menores con conocimiento de causa y encima, los obligan a comprar botella para tener mesa. Pero tan culpable es el bar como el menor de edad que sobornó o presentó una credencial falsa. Los policías deben aplicar todo el rigor a los jóvenes que manejan alcoholizados y/o a exceso de velocidad. Un auto es un arma mortal que no puede estar en manos de una persona que no esté en plena conciencia, pero es imposible e indeseable que el Estado vigile a todos los borrachos, todo el tiempo. El Gobierno debe ser más severo con las multas por exceso de velocidad y con el alcoholímetro, pero los responsables, otra vez, son los jóvenes y los padres que les sueltan la llaves.
Está muy bien darnos una nueva ley que sea más estricta y mejor aún, que la comisión que la preparó no haya caído en la tentación de la regulación de horarios. Pero si pensamos que eso va a evitar que los jóvenes se sigan muriendo a lo tonto en los postes y camellones de la ciudad, estamos muy equivocados. La ley debe ayudar a reducir riesgos y a proteger de los borrachos a quienes circulan en la calle cumpliendo las normas; debe inhibir los abusos y corruptelas de los bares, que son pocas, pero no puede hacer un trabajo que es única y exclusivamente nuestro, de los padres de familia: hacernos responsables de nuestros hijos.
Ahora sí que cada quien su chamba.