Jalisco

Arturo, dispuesto a pagar alza de impuestos en refresco

Señor de 50 años dice aceptar aumento al precio de la bebida por Reforma Hacendaria

GUADALAJARA, JALISCO (12/SEP/2013).- Es un gusto culposo y lo vale. Si hay obligación de pagar un peso más por dar a la garganta un masaje burbujeante con sabor a cola, el peso extra se añade al presupuesto. Incluso si la cifra llegara a dos, tres o cuatro pesos más por solo 355 mililitros de placer gaseoso, el salario se distribuiría de tal forma que la dosis diaria de refresco esté intacta. ¡Faltaba más, para darse gusto es que se trabaja!
 
Arturo Rosalío Álvarez tiene 50 años, y al menos 40 de ellos reconociendo su enfermedad: es un "adicto al chesco" sin remedio. Su marca favorita es la Coca-Cola, y la toma desde que se despierta. "Si no, el estómago se siente extraño, como que me la pide".
 
No hay tapujos en su reconocida adicción: bebe entre 4.5 y cinco litros diarios, de lunes a domingo. Y aunque tiene una marca que satisface en mayor medida a su paladar, no es quisquilloso: cualquier refresco cubre el gusto. "Tomo de cualquiera: si no hay Coca y hay Pepsi o de otro, pues tomo de otro, pero preferentemente la 'Coca'".
 
Desde su infancia, Arturo Álvarez destinaba los "domingos" que le daban sus familiares para la compra inmediata de un "chesco". Hoy la previsión en ese gasto es elemental: dos litros y medio para el hogar, dos litros más para distribuirlos en las comidas del día, y varios refrescos más para el recorrido a su trabajo. Es ritual: entre cuatro y cinco litros diarios.
 
Reconoce que hay peligros para la salud. Pero él no fuma y se ha ahuyentado siempre de la droga legal que para él resulta más nociva. Además, si la diabetes o las piedras en el riñón eventualmente terminan con su existencia, "ni modo". Por ello se realiza exámenes periódicos, y el último que le fue practicado descartó cualquier padecimiento crónico.
 
Pero eso no lo salva de un eventual sufrir: hace tres meses un dolor agudo a la altura de los riñones lo obligó a hospitalizarse. El doctor le confirmó que eran piedras, y que se debían al calcio de su bebida favorita. Se le dio de alta, salió del consultorio y el hambre lo dirigió a un puesto de hot dogs. Ordenó dos y los acompañó con un refresco oscuro.   
 
Sobre el incremento al costo por litro que se avizora en la Reforma Hacendaria, acepta que sí será un fuerte golpe al bolsillo, pero como se ha mentalizado en que desembolsará lo suficiente para su ración diaria, tampoco le asusta tanto. "El refresco es mi vicio y no se me hace gravoso pagarlo; lo voy a seguir pagando porque me parece delicioso".
 
Arturo no oculta su amor por esa bebida. La ama en serio. Tanto que su único desliz ocurre con el café, o en raras ocasiones con una cerveza. Pero nada de agua natural: "a esa no estoy acostumbrado. De repente se me antoja un agua de tamarindo, pero es muy raro. Y si tomo agua natural, el estómago como que la rechaza por falta de costumbre".
 
Concluye con una confirmación que despeja cualquier duda: "si me pones una copa de coñac o whisky al lado de un vaso de 'coca' bien fría, prefiero mil veces el refresco. Simplemente porque me lo tomo más a gusto".
 
Las frases:
 
"Si me muero de la diabetes o las piedras, ni modo. Pero sí seguiré tomando refresco porque es la bebida que me gusta"
 
"Para quienes consumimos mucho refresco si son mucho siete pesos (más) diarios. Yo no lo siento tan fuerte porque estoy con la idea (de pagarlos)" Arturo Rosalío Álvarez, adicto al "chesco".
 
 EL INFORMADOR / ISAACK DE LOZA

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