Entretenimiento
Vintage, guía para comprar en Guadalajara
En Guadalajara, lo vintage se presume como una novedad e intenta ganar terreno al glamour de las boutiques
GUADALAJARA, JALISCO (26/NOV/2013).- Se pensó que las hombreras en sacos y camisas -al estilo Locomia o Flans- habían sido desterradas por completo, o que los pantalones entallados y de corte a la cadera habían logrado reemplazar a la cintura de avispa y patas de elefante (acampanados) de los años 70, tal parece que los jóvenes se perfilan a seguir la moda que sus padres, abuelos y hasta tatarabuelos emplearon a partir de los años 20.
Ya lo decía “Cri-Cri”: “Toma la llave abuelita y enséñame tu ropero, con cosas maravillosas y tan hermosas que guardas tú”. Esta estrofa actualmente funciona como un concepto de moda -y de negocio- para aquellos gustosos de vestir lo de antaño, de sumergirse en los recuerdos de prendas que rompen con los protocolos de las tendencias modernas: el estilo vintage, una corriente que apela por reutilizar artículos que pertenecieron a una época que supera los 20 o 30 años desde su lanzamiento y uso en el mercado.
Aunque el término vintage se conecta a diversas categorías desde artículos electrodomésticos, muebles, decoración y hasta fotografías -y a veces se confunde con lo meramente antiguo, que es lo creado antes de los años 20-, son la ropa y los accesorios los que acaparan la excentricidad del concepto a través de boutiques y bazares que se dedican a dotar con un valor histórico y económico a aquellas prendas que han perdurado en buen estado a través de los años y contienen un estilo chic y fashionista, es decir, con un determinado nivel de moda, ya sea por sus estampados, telas o indumentaria añadida en herrajes y broches propios de una época.
En Guadalajara, lo vintage se presume como una novedad e intenta ganar terreno al glamour de las boutiques que ofertan lo más moderno en tendencias y diseño, contrarrestando con sencillos puntos de venta que se transforman en museos de la nostalgia que recuerdan aquella “moda” que, hace algunos ayeres, era condenada como estrafalaria, incompresible e incluso ridícula.
¿Quién no se burló de los atuendos de sus padres en los álbumes fotográficos? Si lo hiciste, seguramente ahora puedes pedir algunos consejos de cómo lucir la ropa vintage y pedir prestado aquellos zapatos de plataforma cerrada, tacón cuadrado y chato que inmortalizaron los Bee-Gees, o un intento glamuroso como Coco Chanel en la década del 40.
Ya lo pasado, pasado
Entrar en “Lavanda & Vintage Bazar” es como adentrarse a un máquina del tiempo. La boutique a cargo de Isolda Padilla Vega y Andrea Zamora, es uno de los referentes obligados cuando se busca la moda antigua, no sólo de Guadalajara, sino de otras latitudes estadounidenses y europeas.
Lo que comenzó como un gusto por el reciclaje y reutilización de ropa vieja, progresivamente se convirtió en una característica de Isolda, pues además de vestirse a la antigua, sus allegados no dudaron en solicitar que ella consiguiera prendas específicas de diversas épocas... pasadas, por supuesto.
Luego de conocer los bazares vintage más ocultos de Londres, Inglaterra, Isolda regresó a las calles tapatías para abrir lo que sería una de las primeras manifestaciones de moda “anticuada” en la ciudad, con la consigna de sumergirse en el movimiento fashionista, pero no de diseño nuevo e independiente, sino rescatando las prendas arrumbadas en los armarios de las abuelas.
A través de las redes sociales, “Lavanda” se popularizó entre los tapatíos amantes de lo antiguo, al grado de que la misma gente llegaba a donar o a dejar en venta por consignación prendas, bisutería y accesorios como teléfonos y lámparas, pertenecientes a años anteriores de la década de los cincuenta.
Entre las cosas más antiguas que Isolda ha conseguido está una camisa aparentemente fabricada en el año 1800, procedente del mercado inglés de Portobelo, y una lámpara de bronce y porcelana de los años 30. Así que además de tienda, Lavanda es una especie de museo.
Lo viejo huele a nuevo
Dejar de ser una chica a la moda fue fácil para Yohana Díaz Flores, una diseñadora de interiores que, tras toparse con una setentera chamarra amarilla en un bazar, decidió dejar de seguir las tendencias para sumergirse en el mundo vintage: “Llegó un punto en el que me enfadé, porque la moda era la misma, me veía exactamente igual a todas”.
Del hobby pasó a los negocios. Y hace apenas un par de años instaló “Green Hat, Vintange”, una modesta boutique de ropa y accesorios, desde abrigos, sombreros cloché de los años 20, guantes de gala de los 50, toreras bordadas de los 60, entre otro cúmulo de antigüedades que presumen de impecable conservación desde sus costuras en over y etiquetados originales —con tipografía bordada— realizados por la extinta Unión de Mujeres Trabajadoras de México, la cual abandonó la actividad en la década de los ochenta.
Actualmente, Yohana Díaz Flores cuenta con fieles clientes procedentes de diversas latitudes: Londres, Canadá, Australia, Francia y Estados Unidos, que además de visitar su tienda, solicitan pedidos online.
Entre ayer y hoy
Hace tres años Ivanissa Martínez Orozco regresó de Londres enamorada de las boutiques y bazares vintage. Decidida, se aventuró en la tarea de recolectar ropa y accesorios para sí misma, y progresivamente instalar lo que hoy es “Con B de vintage”, un sencillo punto de venta ubicado en Casa Brasilia, en Providencia.
Aunque al principio las ventas también se visualizaron pobres, ahora “Con B de vintage” es un referente para aquellas mujeres, principalmente, que buscan un estilo diferente, pero sin perder de vista los acentos románticos y rebuscados de la moda antigua.
Entre prendas importadas desde París, Londres y Berlín, y recolectada de México, Ivanissa presume cincuenteros vestidos de canutillo y bordados artesanales, corbatas, zapatos y accesorios —que a pesar de ser lo único nuevo en la boutique, contienen el estilo retro— que permiten un recorrido histórico sobre las evoluciones de la moda universal La inquietud por las ventas y la moda marcaron el camino de Alejandra Pérez, una diseñadora integral que al conocer el movimiento de bazares vintage de Los Ángeles, abandonó su obsesión por vestir al último grito de las tendencias y afiliarse a las prendas antiguas con “Green Culture Vintage”.
“Yo gastaba muchísimo en ropa nueva, que al final de cuentas la regalaba o vendía en una mínima parte del costo original. Entendí que con la ropa vintage podemos dar un respiro al planeta y al bolsillo, además de prolongar el ciclo de vida de una prenda”.
El camino no ha sido fácil para Alejandra Pérez.
Después de algunas inversiones económicas fallidas y de deambular en diversos bazares y tiendas especializadas en Guadalajara, finalmente se establece en la boutique Pimienta con un espacio exclusivo para la venta de ropa antigua, donde refuerza su interés por impulsar la reutilización de prendas anticuadas.
El negocio de ahorrar
La inquietud por las ventas y la moda marcaron el camino de Alejandra Pérez, una diseñadora integral que al conocer el movimiento de bazares vintage de Los Ángeles, abandonó su obsesión por vestir al último grito de las tendencias y afiliarse a las prendas antiguas con “Green Culture Vintage”.
“Yo gastaba muchísimo en ropa nueva, que al final de cuentas la regalaba o vendía en una mínima parte del costo original. Entendí que con la ropa vintage podemos dar un respiro al planeta y al bolsillo, además de prolongar el ciclo de vida de una prenda”.
El camino no ha sido fácil para Alejandra Pérez.
Después de algunas inversiones económicas fallidas y de deambular en diversos bazares y tiendas especializadas en Guadalajara, finalmente se establece en la boutique Pimienta con un espacio exclusivo para la venta de ropa antigua, donde refuerza su interés por impulsar la reutilización de prendas anticuadas
Ya lo decía “Cri-Cri”: “Toma la llave abuelita y enséñame tu ropero, con cosas maravillosas y tan hermosas que guardas tú”. Esta estrofa actualmente funciona como un concepto de moda -y de negocio- para aquellos gustosos de vestir lo de antaño, de sumergirse en los recuerdos de prendas que rompen con los protocolos de las tendencias modernas: el estilo vintage, una corriente que apela por reutilizar artículos que pertenecieron a una época que supera los 20 o 30 años desde su lanzamiento y uso en el mercado.
Aunque el término vintage se conecta a diversas categorías desde artículos electrodomésticos, muebles, decoración y hasta fotografías -y a veces se confunde con lo meramente antiguo, que es lo creado antes de los años 20-, son la ropa y los accesorios los que acaparan la excentricidad del concepto a través de boutiques y bazares que se dedican a dotar con un valor histórico y económico a aquellas prendas que han perdurado en buen estado a través de los años y contienen un estilo chic y fashionista, es decir, con un determinado nivel de moda, ya sea por sus estampados, telas o indumentaria añadida en herrajes y broches propios de una época.
En Guadalajara, lo vintage se presume como una novedad e intenta ganar terreno al glamour de las boutiques que ofertan lo más moderno en tendencias y diseño, contrarrestando con sencillos puntos de venta que se transforman en museos de la nostalgia que recuerdan aquella “moda” que, hace algunos ayeres, era condenada como estrafalaria, incompresible e incluso ridícula.
¿Quién no se burló de los atuendos de sus padres en los álbumes fotográficos? Si lo hiciste, seguramente ahora puedes pedir algunos consejos de cómo lucir la ropa vintage y pedir prestado aquellos zapatos de plataforma cerrada, tacón cuadrado y chato que inmortalizaron los Bee-Gees, o un intento glamuroso como Coco Chanel en la década del 40.
Ya lo pasado, pasado
Entrar en “Lavanda & Vintage Bazar” es como adentrarse a un máquina del tiempo. La boutique a cargo de Isolda Padilla Vega y Andrea Zamora, es uno de los referentes obligados cuando se busca la moda antigua, no sólo de Guadalajara, sino de otras latitudes estadounidenses y europeas.
Lo que comenzó como un gusto por el reciclaje y reutilización de ropa vieja, progresivamente se convirtió en una característica de Isolda, pues además de vestirse a la antigua, sus allegados no dudaron en solicitar que ella consiguiera prendas específicas de diversas épocas... pasadas, por supuesto.
Luego de conocer los bazares vintage más ocultos de Londres, Inglaterra, Isolda regresó a las calles tapatías para abrir lo que sería una de las primeras manifestaciones de moda “anticuada” en la ciudad, con la consigna de sumergirse en el movimiento fashionista, pero no de diseño nuevo e independiente, sino rescatando las prendas arrumbadas en los armarios de las abuelas.
A través de las redes sociales, “Lavanda” se popularizó entre los tapatíos amantes de lo antiguo, al grado de que la misma gente llegaba a donar o a dejar en venta por consignación prendas, bisutería y accesorios como teléfonos y lámparas, pertenecientes a años anteriores de la década de los cincuenta.
Entre las cosas más antiguas que Isolda ha conseguido está una camisa aparentemente fabricada en el año 1800, procedente del mercado inglés de Portobelo, y una lámpara de bronce y porcelana de los años 30. Así que además de tienda, Lavanda es una especie de museo.
Lo viejo huele a nuevo
Dejar de ser una chica a la moda fue fácil para Yohana Díaz Flores, una diseñadora de interiores que, tras toparse con una setentera chamarra amarilla en un bazar, decidió dejar de seguir las tendencias para sumergirse en el mundo vintage: “Llegó un punto en el que me enfadé, porque la moda era la misma, me veía exactamente igual a todas”.
Del hobby pasó a los negocios. Y hace apenas un par de años instaló “Green Hat, Vintange”, una modesta boutique de ropa y accesorios, desde abrigos, sombreros cloché de los años 20, guantes de gala de los 50, toreras bordadas de los 60, entre otro cúmulo de antigüedades que presumen de impecable conservación desde sus costuras en over y etiquetados originales —con tipografía bordada— realizados por la extinta Unión de Mujeres Trabajadoras de México, la cual abandonó la actividad en la década de los ochenta.
Actualmente, Yohana Díaz Flores cuenta con fieles clientes procedentes de diversas latitudes: Londres, Canadá, Australia, Francia y Estados Unidos, que además de visitar su tienda, solicitan pedidos online.
Entre ayer y hoy
Hace tres años Ivanissa Martínez Orozco regresó de Londres enamorada de las boutiques y bazares vintage. Decidida, se aventuró en la tarea de recolectar ropa y accesorios para sí misma, y progresivamente instalar lo que hoy es “Con B de vintage”, un sencillo punto de venta ubicado en Casa Brasilia, en Providencia.
Aunque al principio las ventas también se visualizaron pobres, ahora “Con B de vintage” es un referente para aquellas mujeres, principalmente, que buscan un estilo diferente, pero sin perder de vista los acentos románticos y rebuscados de la moda antigua.
Entre prendas importadas desde París, Londres y Berlín, y recolectada de México, Ivanissa presume cincuenteros vestidos de canutillo y bordados artesanales, corbatas, zapatos y accesorios —que a pesar de ser lo único nuevo en la boutique, contienen el estilo retro— que permiten un recorrido histórico sobre las evoluciones de la moda universal La inquietud por las ventas y la moda marcaron el camino de Alejandra Pérez, una diseñadora integral que al conocer el movimiento de bazares vintage de Los Ángeles, abandonó su obsesión por vestir al último grito de las tendencias y afiliarse a las prendas antiguas con “Green Culture Vintage”.
“Yo gastaba muchísimo en ropa nueva, que al final de cuentas la regalaba o vendía en una mínima parte del costo original. Entendí que con la ropa vintage podemos dar un respiro al planeta y al bolsillo, además de prolongar el ciclo de vida de una prenda”.
El camino no ha sido fácil para Alejandra Pérez.
Después de algunas inversiones económicas fallidas y de deambular en diversos bazares y tiendas especializadas en Guadalajara, finalmente se establece en la boutique Pimienta con un espacio exclusivo para la venta de ropa antigua, donde refuerza su interés por impulsar la reutilización de prendas anticuadas.
El negocio de ahorrar
La inquietud por las ventas y la moda marcaron el camino de Alejandra Pérez, una diseñadora integral que al conocer el movimiento de bazares vintage de Los Ángeles, abandonó su obsesión por vestir al último grito de las tendencias y afiliarse a las prendas antiguas con “Green Culture Vintage”.
“Yo gastaba muchísimo en ropa nueva, que al final de cuentas la regalaba o vendía en una mínima parte del costo original. Entendí que con la ropa vintage podemos dar un respiro al planeta y al bolsillo, además de prolongar el ciclo de vida de una prenda”.
El camino no ha sido fácil para Alejandra Pérez.
Después de algunas inversiones económicas fallidas y de deambular en diversos bazares y tiendas especializadas en Guadalajara, finalmente se establece en la boutique Pimienta con un espacio exclusivo para la venta de ropa antigua, donde refuerza su interés por impulsar la reutilización de prendas anticuadas