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TAPATIEZ: Más cartera para tanto concierto

Ahora nos quejamos porque, según eso, no hay cartera que alcance para darle vuelo a la hilacha yendo a tantos conciertos y festivales.

Oprobio

Antes nos quejábamos porque no había conciertos en Guadalajara; el cartel de las Fiestas de Octubre, a veces, era lo único que teníamos para conformarnos en un año. Los pocos que se organizaban en Tapatilandia no eran los suficientes para satisfacer a los oídos de muchachillos rebeldes y musicólogos consumados.

No es necesario ir mucho tiempo atrás: a inicios de esta década, las presentaciones de bandas reputadas en escenarios jalisquillos podían contarse con los dedos de una mano –las agrupaciones de metal, psycho y orquestas no entran en este rubro: desde los 90 ha habido quien se encargue de traerlos-. La manera fresa de ponerle una solución a tal desgracia, entonces, radicaba en moverse hasta la capital (gustito que no muchos podían solventarse, obviamente).

Ahora nos quejamos porque, según eso, no hay cartera que alcance para darle vuelo a la hilacha yendo a tantos conciertos y festivales. Porque hasta eso, ya tenemos el honor de ser parte de esa ola de eventos que ya hasta las empresas refresqueras organizan (nada mal, por cierto), en los que la particularidad es brindarle al público un nutrido programa musical.

Pero lo curioso es que, entre tanto remilgo y berrinche por los precios de las entradas, religiosamente ahí estamos a los que nos gusta la música, la buena y la no tanto –para todo hay gustos-. Preferimos darle prioridad a los conciertos que a otras cosas que, se supone, tienen más importancia, como traer dinero en la bolsa durante la quincena en cuestión, por ejemplo.

Mil 200 pesos por ver a Björk fue algo exagerado, pero hay quienes no dudarían en volver a desembolsar la misma suma –o hasta lo doble- si la islandesa se dignara en regresar a territorio mexicano. Es una lástima que este tipo de eventos no respondan a la ley de la oferta y la demanda.Ojo, señores organizadores: el que estemos ahí no significa que tengamos una plantita de billetes, sino que de alguna forma tratamos de materializar una experiencia sonora que antes subordinábamos al booklet de un disco. Sin embargo, debido a que en la actualidad muchos descargamos la música de internet (no lo nieguen, todos lo hemos hecho), tenemos que buscar otras opciones para convencernos de que lo que escuchamos tiene cara y manos.

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