Entretenimiento
“Lieder” con sabor de México y Japón
La tradición de los “lieder” en voces de barítonos (Dietrich Fischer-Dieskau, Thomas Quasthoff et al.) fue el feliz pretexto para meter, aunque fuera con calzador, a un barítono mexicano, Carlos Aguirre, y una pianista japonesa, Mutsumi Moteki, en la programación del XI Festival Cultural de Mayo, anoche en el Teatro Degollado
La tradición de los “lieder” en voces de barítonos (Dietrich Fischer-Dieskau, Thomas Quasthoff et al.) fue el feliz pretexto para meter, aunque fuera con calzador, a un barítono mexicano, Carlos Aguirre, y una pianista japonesa, Mutsumi Moteki, en la programación del XI Festival Cultural de Mayo, anoche en el Teatro Degollado.
Capitalino de origen, tapatío de formación, ciudadano del mundo desde 1999, Aguirre, desde el primero de los cinco “lieder” de Schumann con que abrió el programa, dejó constancia de su crecimiento vocal: buen timbre, entonación impecable, dicción irreprochable —en alemán, al menos— y potencia suficiente tanto para llenar la sala cuando fue preciso, como para dosificar el volumen y prodigar criteriosamente los filados cuando venían al caso.
De Schumann pasó a tres piezas de Brahms y a tres más de Richard Strauss, para redondear la primera parte, cantada en alemán.
Después del intermedio desfilaron tres canciones de Tosti: Visione, Ideale —la mejor librada— y L’alba separa della luce l’ombra, para las que el registro alto se quedó corto.
Mutsumi Moteki obsequió una Fantasía para piano, de Hirai, que le permitió hacer gala de virtuosismo y de la misma exquisitez que tuvo como acompañante en todo el recital.
Aguirre cerró con dos canciones en japonés, un par de romanzas, “Amapola” y, como encore, “Adiós”, de María Greever.
Capitalino de origen, tapatío de formación, ciudadano del mundo desde 1999, Aguirre, desde el primero de los cinco “lieder” de Schumann con que abrió el programa, dejó constancia de su crecimiento vocal: buen timbre, entonación impecable, dicción irreprochable —en alemán, al menos— y potencia suficiente tanto para llenar la sala cuando fue preciso, como para dosificar el volumen y prodigar criteriosamente los filados cuando venían al caso.
De Schumann pasó a tres piezas de Brahms y a tres más de Richard Strauss, para redondear la primera parte, cantada en alemán.
Después del intermedio desfilaron tres canciones de Tosti: Visione, Ideale —la mejor librada— y L’alba separa della luce l’ombra, para las que el registro alto se quedó corto.
Mutsumi Moteki obsequió una Fantasía para piano, de Hirai, que le permitió hacer gala de virtuosismo y de la misma exquisitez que tuvo como acompañante en todo el recital.
Aguirre cerró con dos canciones en japonés, un par de romanzas, “Amapola” y, como encore, “Adiós”, de María Greever.