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Levkovich, aclamado

El pianista ucraniano salvó del naufragio el cuarto programa de la temporada “Blanco y Negro” de la OFJ

GUADALAJARA, JALISCO.- Con 28 años de edad, tres como solista y ya una respetable colección de galardones conquistados, el pianista ucraniano Dmitri Levkovich fue, con mucho, la figura suprema en el cuarto programa de la temporada "Blanco y Negro" de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), la noche del viernes en el Teatro Degollado.

Levkovich dejó como tarjeta de presentación una interpretación soberbia del Concierto para piano y orquesta No. 2 en Do menor, Op. 18, de Rachmaninoff, rubricada con una espectacular demostración de virtuosismo en el Danubio Azul, de Johann Strauss, que obsequió como "encore". En ambas obras se ganó a pulso la aclamación de la concurrencia que, como ya se va haciendo costumbre, casi llenó la sala.

De hecho, Levkovich salvó a la velada del naufragio…

En el solo para piano con que se inicia el Concierto de Rachmaninoff, el solista marcó un tempo reposado, absolutamente ortodoxo. En cambio, el director huésped Paolo Bellomia, en cuanto tomó a la orquesta por su cuenta, pisó el acelerador. La tensión continuó hasta que en el segundo movimiento -adagio sostenuto-, lento por su misma naturaleza, Levkovich impuso el ritmo reposado. El fraseo más nítido, sumado a la técnica irreprochable y a la expresividad del solista, permitieron paladear cada nota de la bellísima partitura y cada pasaje melódico del superlativo romanticismo de Rachmaninoff.

Ovacionado con entusiasmo, Levkovich borró de las memorias la penitencia que fue la primera parte del programa. Un programa que se repite este mediodía y en que, por cierto, se rompieron los moldes: la orquesta no afinó sobre el escenario; el director huésped -Bellomia- apareció sin frac y sin batuta; se estrenó en México Apoplexie (una obra de corte moderno, con lo que todo queda dicho), del joven "apasionado de la composición" -eso dice el programa de mano- Christian Girard; éste, al final, salió disparado de la primera fila de butacas; entró, corriendo entre los músicos, por la derecha; abrazó al director y salió volando hacia la izquierda; todo ello, sin dar tiempo a que se disolviera la salva de aplausos de cortesía que rubricó la ejecución.

Siguió la "suite" Petroushka, de Stravinsky, que, a despecho de pasajes rescatables -una melodía bucólica expuesta por las flautas y desarrollada por las maderas, verbigracia…-, remitió al lugar común vigente desde su estreno, hace casi un siglo: "Pocos la tocan… y más pocos aún la soportan".
Jaime García Elías
 

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