Entretenimiento
Carlos García de Alba, jalisciense de marca registrada
“Yo quiero morir con la bandera de Guadalajara. Somos recalcitrantes, incurables; me confieso irredento a este estado de ánimo. Ser tapatío es la mexicaneidad nuestra, muy a nuestra manera. Pero además, insisto, lo he vivido en el extranjero: ser mexicano y ser jalisciense van a la par”
Carlos García de Alba lleva 21 años dedicado al Servicio Exterior Mexicano. El Salvador, Estados Unidos, Quebec, Italia, Francia e Indonesia han sido sus sedes adscritas, además, claro, del Distrito Federal y la misma Guadalajara que lo vio nacer hace algunos años (1958). Por tanto, es posible calificar a este tapatío como universal. Pero al aceptar esta entrevista, el diplomático de carrera en la Secretaría de Relaciones Exteriores con rango de Embajador desde 2006, advierte que es recalcitrantemente tapatío. Reconoce que lleva muchos años fuera de Guadalajara pero que la ciudad le enternece, emociona y motiva. “No lo sé explicar, es algo irracional, soy terriblemente jalisciense”. Como prueba, señala a la avenida Vallarta como la más linda de la zona conurbada, a las pacholas como su platillo preferido por encima de cualquier otro de clase mundial, y a las Chivas no sólo como equipo favorito de futbol, sino como sello de nacionalidad.
Y todo lo anterior puede quedar corto para describir ese orgullo y pasión por lo suyo, porque este personaje lo pone en palabras que lo manifiestan con toda claridad: “Ser jalisciense es una marca registrada”.
¿A qué sabe ser diplomático?
Creo que es ser gitano, gitano para mí es una cultura de desarraigo. No estás casado con ningún lugar. En mi caso, quiero hacer la acotación, de que soy profundamente mexicano y tapatío, pero siempre he estado abierto a aceptar cualquier envío o destino que me haga el Servicio Exterior.
¿A qué sabe? A aventura, ciertamente; a búsqueda de ti mismo porque ciertamente la hay, cómo te identificas en otros lugares distintos a donde naciste. Y sabe a curiosidad, eres un explorador, un boy scout. Qué lugares nuevos vas a vivir, a conocer, es una curiosidad intelectual que no tiene nombre. Estar en un lugar nuevo, distinto, desconocido, tiene de repente sabor a angustia, no para uno mismo, pero para la familia. Quien la lleva de perder en esta carrera es la familia, llámese esposa o hijos -en mi caso mi ex esposa y mi hijo-, que siguiendo la carrera del jefe de familia van a un lugar no sólo con un diferente idioma, sino diferente escuela, diferente peluquero, carnicero, manicurista, pedicurista... El ser humano es por vocación sedentario, estás buscando arraigarte a un lugar, y en esta carrera vas contracorriente a lo que dicta la norma. En esto buscas ciertamente representar a tu país -en el sentido político, institucional- pero personalmente sabes que estás en una búsqueda de identidad, de proyecto, de convicción. Y ése es el reto del diplomático: que el proyecto oficial empate con el proyecto personal.
¿Carlos García de Alba lo ha logrado?
Creo que sí. Vengo de una familia numerosa, 100% jalisciense, y mi reto fue siempre ése: empatar... Fue muy complejo. El tapatío clásico, el prototipo, no está hecho para la curiosidad, la búsqueda, la exploración. En mi caso, mis padres me dieron la curiosidad suficiente para explorar y para ser diplomático sin renunciar a lo autóctono. Puede parecer exagerado el símil que hago, pero es no dejar de ser jalisciense y ser intelectual y profesionalmente global.
Creo que mi experiencia ha sido felizmente exitosa en el sentido de la adaptación, no digo de la profesión porque he podido vivir contento donde he vivido y han sido lugares disímbolos, diferentes y difíciles. Pero en todos lados he tenido la suerte de decir “estoy contento donde estoy”.
Un poco esto de ser local pero pensar global, ¿no?
Sin duda. Mis padres son no sólo estatales, sino municipales -mi madre es de El Grullo, mi padre de Tecolotlán-, y yo vengo de una familia jalisciense en el sentido más extenso de la palabra. Imagínate nacer en una familia en la que mi madre estudió hasta tercero de primaria y mi padre hasta quinto. Académicamente hablando, no son personas que tuvieron en la educación un instrumento de -globalización me parece muy ambicioso-, de interconexión. No lo tuvieron. Tercero y quinto de primaria no son grados que te permitan internacionalizarte. En ese sentido, yo recibo una educación tremendamente local, y sin embargo el haber crecido en una ciudad como Guadalajara que es la segunda ciudad de México -por lo menos desde el punto de vista demográfico-, tremendamente contrastante, de claroscuros, te sensibiliza y te provoca a pensar, a creer, a crear intelectualmente más allá de la formación académica que fuiste capaz de tener. Esto no es sólo mexicano, estoy seguro(...). Somos esa parte de mexicanos que podemos decir que tuvimos más formación escolar que la que nuestros padres tuvieron, pero sobre todo más información, más raciocinio, mayor malicia de la que ellos tuvieron. Yo soy un producto típico, tuve la posibilidad de emigrar y de vivir fuera de Guadalajara, también en el D.F. y en el extranjero mucho más tiempo del que estuve acá, y aprendí que el mundo es redondo, complejo, y que no necesariamente tus grados escolares se empatan con la experiencia de vida pragmática con la que creciste.
Pero ¿cómo inculcan esos padres suyos esta inquietud?
Sin empacho y con arrogancia, sin duda con arrogancia lo digo: vengo de una familia de 12 hijos. Sergio García de Alba (Secretario federal de Economía 2005-2006) es el octavo de 12; yo soy décimo. Tuvimos mucha disciplina, mucha iniciativa, mucho sentido de responsabilidad, mucha exigencia, mucho cariño -porque también esa parte cuenta- y al Sergio ser el octavo, y yo el décimo, eso indirectamente da un dato: tuvimos varios padres y varias madres.
Nuestro padre, desde luego, don David; nuestra madre, desde luego, doña Chela, pero también nuestros hermanos mayores David y Conchita -sobre todo David, que fue un hermano que en el esquema de familia patriarcal es el hermano mayor que asume la responsabilidad de sacarte adelante-. Mi padre me estará leyendo: le agradezco haberme dado la vida, pero quien me dio valores, carácter, personalidad, foco, objetivos y orientación, fue mi hermano David. Y me enorgullece decir que es mi hermano mayor el que me orienta -y estoy seguro que estoy hablando también a nombre de Sergio-, quien nos empuja, nos reta, nos saca la palestra. Es David.
Y haciendo un árbol genealógico, ¿quiénes son?
La hermana mayor es Conchita, el que sigue es David, luego José María, Miguel, Guadalupe, Margarita, Agustín, Sergio, Francisco, su servidor, Pilar y Juan Pablo. Ésa es la cadenita.
Habrá sido una infancia divertidísima, ¿no?
Muy. Creo que ésta es una de las pérdidas de los tiempos modernos: la diversión que te da una familia numerosa. No fue la formación, sino también la diversión y los valores que te da una famila grande no te los da ningún manual, ninguna escuela. La solidaridad, competitividad, compromiso, sentido del humor...
Lo peor es que es una especie en vías de extinción. E históricamente hay muchos casos de personajes exitosos, conocidos y famosos, que se deben a un esquema de familia numerosa. Jalisco es un prototipo, casi casi retaría a pensar en personajes, en hijos célebres de Jalisco, que hayan nacido fuera de un esquema patriarcal y no los hay.
Y en este caso no tengo la mínima duda: el jalisciense presume una doble matriz, el ser jalisciense y el venir de una familia numerosa de valores.
¿Cómo ha sido llevar esto por el mundo?
Sin problema. México y Jalisco, además, son culturas que se venden -perdón- fácilmente. Ser jalisciense es distinto a ser mexicano, no nos equivoquemos. No sé quién acuñó el eslogan de “Jalisco es México”, pero es muy cierto. El jalisciense que vive en el extranjero, y sobre todo el que representa al gobierno o la mexicaneidad, es terriblemente insoportable, terriblemente orgulloso porque sabemos que a fin de cuentas lo que se ostenta como mexicano es jalisciense. ¿Qué se ostenta como mexicano? La cultura: el mariachi, el tequila. Para empezar son jaliscienses, y ser jalisciense en el extranjero es ser mexicano. ¿Cuántos jarochos, zacatecanos, guerrerenses y yucatecos quieren ser jaliscienses en el extranjero? Claramente se ostentan como mexicanos pero les falta ese plus, ese valor agregado de poder decir ‘soy jalisciense’. Es el embajador de México en el extranjero por excelencia, sin empacho. Jalisciense es estandarte, bandera desplegada de la mexicaneidad en el extranjero, sin duda.
Volviendo a la experiencia en el Servicio Exterior mexicano. Hablaba de experiencias difíciles, pero seguramente habrá gratas...
En los 21 años de carrera que llevo, la experiencia más difícil es París -hace un año concluí mi experiencia como embajador de México ante la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico)- porque París, para un tipo como yo, de retos, era un espacio muy hecho, con reglas demasiado claras y obvias. Imagínate haber buscado retos profesionales durante 19 años en donde no hay nada asumido ni consumido, sino buscado. Me tocó El Salvador, Canadá, Indonesia, me tocó la Ciudad de México, Guadalajara, muy distintas adscripciones donde hay imprevistos, dificultades, complicaciones per se. Pero imagínate que llegas a París y todo está resuelto. Ese fue mi problema.Yo llegúe a un lugar donde lo único que tenía que hacer era comparecer y sentarme. Me puso en crisis. No tengo empacho en decirlo, la posición más cómoda de mi carrera fue la más difícil porque todas las anteriores me habían exigido un reto, una búsqueda, una exploración, un compromiso, una negociación, y llego a París -no quiero exagerar, lo digo en sentido metafórico: llegué a una hamaca-, donde todo estaba platicado, acordado, negociado, y simplemente lo que te tocaba era fungir. Fue muy incómodo para mi temperamento.
¿En contraste con qué?
Con El Salvador, con Indonesia, con Dallas. Porque me exigieron, me retaron, no había nada, tú mismo te tenías que empeñar día con día en encontrar soluciones o en avanzar.
¿Como qué, como cuáles?
Diferentes. En Indonesia desde que se sepa que existe México, ponerlo en un mapa. Imagínate estar en un país donde no saben dónde es México.
¿Y cómo se hace eso, con qué herramientas?
Bueno, una enorme paciencia. Es estar en un país donde nadie sabe de dónde vienes geográficamente hablando. Por increíble que parezca, existe el caso. Mostrar que vienes de determinada geografía y determinada cultura. Eso fue Indonesia. No asombre pero pueden creer que eres africano, o que eres europeo. Igual sucede en México, a lo mejor un oaxaqueño no sabe dónde está Indonesia, si está en Europa o en América del Sur, entonces la responsabilidad es poner a tu país en el mapa. Que se sepa que existe México y dónde está.
Entonces primero es dónde estás en el mapa, después qué ventaja tiene esa posición. Son cosas obvias las que estoy diciendo pero son terriblemente complejas y decepcionantes. Como diplomático puedes consumir una gran cantidad de tiempo explicando cosas básicas como las nociones del país, qué produce, qué exporta, qué importa, las estadísticas gruesas. Buena parte de tu función se dedica a eso, al a b c de la geoestrategia, de la geopolítica internacional. Eso es real, terriblemente complejo y frustrante. Tú aspirarías a estar en un foro, en un ambiente de mayor información, de mayor conexión, no es cierto, no nos engañemos. La diplomacia, y sobre todo la mexicana, opera en ambientes de muy pobre información y sobre todo muy pobre proyección.
Entonces 21 años en todo esto y de repente un vuelco a la educación...
La vocación es firme y cuando eres gitano... Mira, el reto de un diplomático -aunque hoy día hay otros tipos de diplomacia, un ejecutivo de una multinacional tiene un ritmo de vida parecido al de un diplomático y, claro, gana mucho más dinero, pero no es la esencia- hoy día, ¿sabes cuál es? Pasar la prueba del anonimato.
Imagínate que mañana vas a Nueva Deli, llegas y dices tu nombre, tu familia podrá ser conocidísima aquí, pero allá no. Aceptar el reto de volverte por lo menos conocido porque a ser un perfecto e ilustre anónimo puede llevar a la locura, la gente no está educada para el anonimato. Está educada y preparada para lo conocido, para la fama, para el estatus quo, tener un nombre y un apellido es una aspiración de mucha gente y en esta carrera te olvidas, no cuenta. Es terrible y esa crisis de identidad, ese déficit de exposure te puede llevar a situaciones terribles de autoestima y de vocación, es una profesión difícil y la persona que aspira a ser diplomático piensa en el glamour... Yo tuve un mentor, buen amigo, un diplomático italiano, ex embajador de Italia en México, que cuando yo estaba en la duda de entrar o no a la carrera diplomática en México, me dijo: ‘Mira, como diplomático siempre vas a encontrar gente famosa, poderosa y rica. Cuando te jubiles como diplomático, después de 30 años de carrera, no vas a ser famoso ni rico ni poderoso’. Pero ese espejismo de 30 años justifica todo, vives con una intensidad y con una pasión... Ahora lo puedo decir; haber platicado con Papas, presidentes, intelectuales, personalidades, artistas, te da una satisfacción impresionante.
Y lo bailado nadie lo quita, ¿no?
Nadie.
Bueno, y en Educación, director de Relaciones Internacionales, ¿no es así?
(La Secretaría de) Educación es bastante accidental para mí. Yo estoy en la OCDE y la secretaria de Educación de México, Josefina Vázquez Mota, para mi sorpresa, me invita. Y no tienes idea qué contento me tiene porque estoy descubriendo un planeta, un tema, una agenda que no me imaginaba, tremendamente rica, compleja, estoy feliz. Digo, ¿qué más le puede pasar a un diplomático de carrera que salir de su ámbito estrictamente profesional -que son las relaciones exteriores- y entrar a otra Secretaría de Estado donde sigues en las relaciones exteriores pero tienes la oportunidad de especializarte en un tema?
Eso es lo mejor, salir de la cuadratura clásica, de las relaciones políticas con otros países, y entrar a agendas horizontales, transversales, que son tan ricas como las relaciones con otro país. Estoy descubriendo tal vez el más horizontal de los temas porque la educación tiene que ver con salud, con economía, con energía, trabajo, medio ambiente... la educación es el más horizontal y transversal de los temas. Entonces estoy feliz, descubriendo un planeta que no me imaginaba era tan vasto.
por: ana guerrerosantos
Y todo lo anterior puede quedar corto para describir ese orgullo y pasión por lo suyo, porque este personaje lo pone en palabras que lo manifiestan con toda claridad: “Ser jalisciense es una marca registrada”.
¿A qué sabe ser diplomático?
Creo que es ser gitano, gitano para mí es una cultura de desarraigo. No estás casado con ningún lugar. En mi caso, quiero hacer la acotación, de que soy profundamente mexicano y tapatío, pero siempre he estado abierto a aceptar cualquier envío o destino que me haga el Servicio Exterior.
¿A qué sabe? A aventura, ciertamente; a búsqueda de ti mismo porque ciertamente la hay, cómo te identificas en otros lugares distintos a donde naciste. Y sabe a curiosidad, eres un explorador, un boy scout. Qué lugares nuevos vas a vivir, a conocer, es una curiosidad intelectual que no tiene nombre. Estar en un lugar nuevo, distinto, desconocido, tiene de repente sabor a angustia, no para uno mismo, pero para la familia. Quien la lleva de perder en esta carrera es la familia, llámese esposa o hijos -en mi caso mi ex esposa y mi hijo-, que siguiendo la carrera del jefe de familia van a un lugar no sólo con un diferente idioma, sino diferente escuela, diferente peluquero, carnicero, manicurista, pedicurista... El ser humano es por vocación sedentario, estás buscando arraigarte a un lugar, y en esta carrera vas contracorriente a lo que dicta la norma. En esto buscas ciertamente representar a tu país -en el sentido político, institucional- pero personalmente sabes que estás en una búsqueda de identidad, de proyecto, de convicción. Y ése es el reto del diplomático: que el proyecto oficial empate con el proyecto personal.
¿Carlos García de Alba lo ha logrado?
Creo que sí. Vengo de una familia numerosa, 100% jalisciense, y mi reto fue siempre ése: empatar... Fue muy complejo. El tapatío clásico, el prototipo, no está hecho para la curiosidad, la búsqueda, la exploración. En mi caso, mis padres me dieron la curiosidad suficiente para explorar y para ser diplomático sin renunciar a lo autóctono. Puede parecer exagerado el símil que hago, pero es no dejar de ser jalisciense y ser intelectual y profesionalmente global.
Creo que mi experiencia ha sido felizmente exitosa en el sentido de la adaptación, no digo de la profesión porque he podido vivir contento donde he vivido y han sido lugares disímbolos, diferentes y difíciles. Pero en todos lados he tenido la suerte de decir “estoy contento donde estoy”.
Un poco esto de ser local pero pensar global, ¿no?
Sin duda. Mis padres son no sólo estatales, sino municipales -mi madre es de El Grullo, mi padre de Tecolotlán-, y yo vengo de una familia jalisciense en el sentido más extenso de la palabra. Imagínate nacer en una familia en la que mi madre estudió hasta tercero de primaria y mi padre hasta quinto. Académicamente hablando, no son personas que tuvieron en la educación un instrumento de -globalización me parece muy ambicioso-, de interconexión. No lo tuvieron. Tercero y quinto de primaria no son grados que te permitan internacionalizarte. En ese sentido, yo recibo una educación tremendamente local, y sin embargo el haber crecido en una ciudad como Guadalajara que es la segunda ciudad de México -por lo menos desde el punto de vista demográfico-, tremendamente contrastante, de claroscuros, te sensibiliza y te provoca a pensar, a creer, a crear intelectualmente más allá de la formación académica que fuiste capaz de tener. Esto no es sólo mexicano, estoy seguro(...). Somos esa parte de mexicanos que podemos decir que tuvimos más formación escolar que la que nuestros padres tuvieron, pero sobre todo más información, más raciocinio, mayor malicia de la que ellos tuvieron. Yo soy un producto típico, tuve la posibilidad de emigrar y de vivir fuera de Guadalajara, también en el D.F. y en el extranjero mucho más tiempo del que estuve acá, y aprendí que el mundo es redondo, complejo, y que no necesariamente tus grados escolares se empatan con la experiencia de vida pragmática con la que creciste.
Pero ¿cómo inculcan esos padres suyos esta inquietud?
Sin empacho y con arrogancia, sin duda con arrogancia lo digo: vengo de una familia de 12 hijos. Sergio García de Alba (Secretario federal de Economía 2005-2006) es el octavo de 12; yo soy décimo. Tuvimos mucha disciplina, mucha iniciativa, mucho sentido de responsabilidad, mucha exigencia, mucho cariño -porque también esa parte cuenta- y al Sergio ser el octavo, y yo el décimo, eso indirectamente da un dato: tuvimos varios padres y varias madres.
Nuestro padre, desde luego, don David; nuestra madre, desde luego, doña Chela, pero también nuestros hermanos mayores David y Conchita -sobre todo David, que fue un hermano que en el esquema de familia patriarcal es el hermano mayor que asume la responsabilidad de sacarte adelante-. Mi padre me estará leyendo: le agradezco haberme dado la vida, pero quien me dio valores, carácter, personalidad, foco, objetivos y orientación, fue mi hermano David. Y me enorgullece decir que es mi hermano mayor el que me orienta -y estoy seguro que estoy hablando también a nombre de Sergio-, quien nos empuja, nos reta, nos saca la palestra. Es David.
Y haciendo un árbol genealógico, ¿quiénes son?
La hermana mayor es Conchita, el que sigue es David, luego José María, Miguel, Guadalupe, Margarita, Agustín, Sergio, Francisco, su servidor, Pilar y Juan Pablo. Ésa es la cadenita.
Habrá sido una infancia divertidísima, ¿no?
Muy. Creo que ésta es una de las pérdidas de los tiempos modernos: la diversión que te da una familia numerosa. No fue la formación, sino también la diversión y los valores que te da una famila grande no te los da ningún manual, ninguna escuela. La solidaridad, competitividad, compromiso, sentido del humor...
Lo peor es que es una especie en vías de extinción. E históricamente hay muchos casos de personajes exitosos, conocidos y famosos, que se deben a un esquema de familia numerosa. Jalisco es un prototipo, casi casi retaría a pensar en personajes, en hijos célebres de Jalisco, que hayan nacido fuera de un esquema patriarcal y no los hay.
Y en este caso no tengo la mínima duda: el jalisciense presume una doble matriz, el ser jalisciense y el venir de una familia numerosa de valores.
¿Cómo ha sido llevar esto por el mundo?
Sin problema. México y Jalisco, además, son culturas que se venden -perdón- fácilmente. Ser jalisciense es distinto a ser mexicano, no nos equivoquemos. No sé quién acuñó el eslogan de “Jalisco es México”, pero es muy cierto. El jalisciense que vive en el extranjero, y sobre todo el que representa al gobierno o la mexicaneidad, es terriblemente insoportable, terriblemente orgulloso porque sabemos que a fin de cuentas lo que se ostenta como mexicano es jalisciense. ¿Qué se ostenta como mexicano? La cultura: el mariachi, el tequila. Para empezar son jaliscienses, y ser jalisciense en el extranjero es ser mexicano. ¿Cuántos jarochos, zacatecanos, guerrerenses y yucatecos quieren ser jaliscienses en el extranjero? Claramente se ostentan como mexicanos pero les falta ese plus, ese valor agregado de poder decir ‘soy jalisciense’. Es el embajador de México en el extranjero por excelencia, sin empacho. Jalisciense es estandarte, bandera desplegada de la mexicaneidad en el extranjero, sin duda.
Volviendo a la experiencia en el Servicio Exterior mexicano. Hablaba de experiencias difíciles, pero seguramente habrá gratas...
En los 21 años de carrera que llevo, la experiencia más difícil es París -hace un año concluí mi experiencia como embajador de México ante la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico)- porque París, para un tipo como yo, de retos, era un espacio muy hecho, con reglas demasiado claras y obvias. Imagínate haber buscado retos profesionales durante 19 años en donde no hay nada asumido ni consumido, sino buscado. Me tocó El Salvador, Canadá, Indonesia, me tocó la Ciudad de México, Guadalajara, muy distintas adscripciones donde hay imprevistos, dificultades, complicaciones per se. Pero imagínate que llegas a París y todo está resuelto. Ese fue mi problema.Yo llegúe a un lugar donde lo único que tenía que hacer era comparecer y sentarme. Me puso en crisis. No tengo empacho en decirlo, la posición más cómoda de mi carrera fue la más difícil porque todas las anteriores me habían exigido un reto, una búsqueda, una exploración, un compromiso, una negociación, y llego a París -no quiero exagerar, lo digo en sentido metafórico: llegué a una hamaca-, donde todo estaba platicado, acordado, negociado, y simplemente lo que te tocaba era fungir. Fue muy incómodo para mi temperamento.
¿En contraste con qué?
Con El Salvador, con Indonesia, con Dallas. Porque me exigieron, me retaron, no había nada, tú mismo te tenías que empeñar día con día en encontrar soluciones o en avanzar.
¿Como qué, como cuáles?
Diferentes. En Indonesia desde que se sepa que existe México, ponerlo en un mapa. Imagínate estar en un país donde no saben dónde es México.
¿Y cómo se hace eso, con qué herramientas?
Bueno, una enorme paciencia. Es estar en un país donde nadie sabe de dónde vienes geográficamente hablando. Por increíble que parezca, existe el caso. Mostrar que vienes de determinada geografía y determinada cultura. Eso fue Indonesia. No asombre pero pueden creer que eres africano, o que eres europeo. Igual sucede en México, a lo mejor un oaxaqueño no sabe dónde está Indonesia, si está en Europa o en América del Sur, entonces la responsabilidad es poner a tu país en el mapa. Que se sepa que existe México y dónde está.
Entonces primero es dónde estás en el mapa, después qué ventaja tiene esa posición. Son cosas obvias las que estoy diciendo pero son terriblemente complejas y decepcionantes. Como diplomático puedes consumir una gran cantidad de tiempo explicando cosas básicas como las nociones del país, qué produce, qué exporta, qué importa, las estadísticas gruesas. Buena parte de tu función se dedica a eso, al a b c de la geoestrategia, de la geopolítica internacional. Eso es real, terriblemente complejo y frustrante. Tú aspirarías a estar en un foro, en un ambiente de mayor información, de mayor conexión, no es cierto, no nos engañemos. La diplomacia, y sobre todo la mexicana, opera en ambientes de muy pobre información y sobre todo muy pobre proyección.
Entonces 21 años en todo esto y de repente un vuelco a la educación...
La vocación es firme y cuando eres gitano... Mira, el reto de un diplomático -aunque hoy día hay otros tipos de diplomacia, un ejecutivo de una multinacional tiene un ritmo de vida parecido al de un diplomático y, claro, gana mucho más dinero, pero no es la esencia- hoy día, ¿sabes cuál es? Pasar la prueba del anonimato.
Imagínate que mañana vas a Nueva Deli, llegas y dices tu nombre, tu familia podrá ser conocidísima aquí, pero allá no. Aceptar el reto de volverte por lo menos conocido porque a ser un perfecto e ilustre anónimo puede llevar a la locura, la gente no está educada para el anonimato. Está educada y preparada para lo conocido, para la fama, para el estatus quo, tener un nombre y un apellido es una aspiración de mucha gente y en esta carrera te olvidas, no cuenta. Es terrible y esa crisis de identidad, ese déficit de exposure te puede llevar a situaciones terribles de autoestima y de vocación, es una profesión difícil y la persona que aspira a ser diplomático piensa en el glamour... Yo tuve un mentor, buen amigo, un diplomático italiano, ex embajador de Italia en México, que cuando yo estaba en la duda de entrar o no a la carrera diplomática en México, me dijo: ‘Mira, como diplomático siempre vas a encontrar gente famosa, poderosa y rica. Cuando te jubiles como diplomático, después de 30 años de carrera, no vas a ser famoso ni rico ni poderoso’. Pero ese espejismo de 30 años justifica todo, vives con una intensidad y con una pasión... Ahora lo puedo decir; haber platicado con Papas, presidentes, intelectuales, personalidades, artistas, te da una satisfacción impresionante.
Y lo bailado nadie lo quita, ¿no?
Nadie.
Bueno, y en Educación, director de Relaciones Internacionales, ¿no es así?
(La Secretaría de) Educación es bastante accidental para mí. Yo estoy en la OCDE y la secretaria de Educación de México, Josefina Vázquez Mota, para mi sorpresa, me invita. Y no tienes idea qué contento me tiene porque estoy descubriendo un planeta, un tema, una agenda que no me imaginaba, tremendamente rica, compleja, estoy feliz. Digo, ¿qué más le puede pasar a un diplomático de carrera que salir de su ámbito estrictamente profesional -que son las relaciones exteriores- y entrar a otra Secretaría de Estado donde sigues en las relaciones exteriores pero tienes la oportunidad de especializarte en un tema?
Eso es lo mejor, salir de la cuadratura clásica, de las relaciones políticas con otros países, y entrar a agendas horizontales, transversales, que son tan ricas como las relaciones con otro país. Estoy descubriendo tal vez el más horizontal de los temas porque la educación tiene que ver con salud, con economía, con energía, trabajo, medio ambiente... la educación es el más horizontal y transversal de los temas. Entonces estoy feliz, descubriendo un planeta que no me imaginaba era tan vasto.
por: ana guerrerosantos