Entre viñedos, altares y hojas: destinos ideales para el otoño
Ya sea en México o en el resto del mundo, las puertas de la aventura se abren para aquellos viajeros de alma curiosa
El otoño es, quizás, la estación cuyo potencial es el que menos ha sido explorado cuando se toma la decisión de viajar. La mayoría de los viajeros suelen inclinarse por el verano, con su Sol interminable, o por la temporada invernal, que en muchos lugares del mundo promete paisajes nevados y festividades.
Sin embargo, el otoño ofrece una experiencia distinta; es un contrapeso entre estaciones, un intermedio, un espacio entre el punto de partida y el punto final, una temporada que ofrece días teñidos de oro, no tan calurosos como los del verano concluido, y apenas lo suficientemente helados para intuir el frío que dentro de no mucho habrá.
Los paisajes se tiñen de tonos ocres, cobrizos, dorados; el clima invita a la calma sin el agobio de los extremos; y las agendas culturales se llenan de festivales que combinan tradición, arte y gastronomía. Viajar en esta época es entrar en sintonía con el ritmo pausado de la naturaleza y con las celebraciones que, en muchas culturas, marcan el cierre de los ciclos.
A continuación, destinos y festivales, lugares del mundo, que convierten al otoño en una temporada ideal para viajar.
Día de Muertos, Oaxaca
En México, el Día de Muertos (1 y 2 de noviembre) es quizá la celebración otoñal más emblemática, y Oaxaca es uno de los lugares donde se vive con mayor intensidad y color. Calles adornadas con papel picado, mercados rebosantes de pan de muerto y flores de cempasúchil, altares familiares que honran a los difuntos y comparsas que llenan de música y danza la ciudad, convierten la experiencia en una mezcla única de solemnidad y alegría. Para el viajero, participar en estas festividades es un encuentro con la cosmovisión mexicana, donde la muerte no es un final, sino un puente de amor entre generaciones. El Día de Muertos en Oaxaca es un recordatorio de que viajar en otoño no es solo ver paisajes, sino también vivir tradiciones que hablan de lo más profundo de la identidad cultural.
Japón y el Momiji
En Japón, el otoño es sinónimo de momiji, el espectáculo natural del enrojecimiento de las hojas, especialmente de los arces. Así como la primavera es célebre por los cerezos en flor, el otoño nipón convoca multitudes a parques, templos y jardines para admirar el follaje encendido en tonos bermellón, naranja y dorado. Kioto, con sus templos centenarios rodeados de arces, es un destino imprescindible, pero también ciudades como Nikkô o los Alpes Japoneses ofrecen paisajes inolvidables.
Más allá de la belleza visual, el momiji está impregnado de un sentido espiritual: es un recordatorio de la impermanencia, un concepto central en la estética japonesa. Además, la temporada coincide con festivales locales y con la posibilidad de degustar productos de estación como el boniato asado, las castañas y el sake nuevo.
Oktoberfest, Múnich
El otoño europeo no se entiende sin el Oktoberfest, el festival cervecero más famoso del mundo. Durante poco más de dos semanas, Múnich se convierte en un hervidero de visitantes que llegan a degustar las cervezas locales servidas en jarras de litro, acompañadas de salchichas, pretzels y música bávara.
Pero más allá del cliché festivo, el Oktoberfest es también un despliegue cultural: trajes tradicionales (dirndls y lederhosen), desfiles históricos y un ambiente comunitario que remite a la identidad bávara. Para muchos viajeros, es la oportunidad de experimentar un patrimonio vivo, donde la cerveza es solo el pretexto para celebrar la tradición y la hospitalidad.
Vendimia en La Toscana
En Italia, el otoño es temporada de vendimia, y pocas regiones la viven con tanto encanto como La Toscana. Los viñedos se extienden por colinas onduladas y pueblos medievales, y durante septiembre y octubre las comunidades se reúnen para cosechar uvas, pisarlas y dar inicio al ciclo del vino. Viajar a Toscana en esta época significa participar de fiestas locales donde no faltan degustaciones, cenas al aire libre, música y un ambiente de gratitud hacia la tierra.
Además, el paisaje otoñal de cipreses, olivos y vides doradas convierte cada recorrido en una pintura viviente.
La vendimia es, más que un evento, un ritual que conecta al viajero con siglos de tradición agrícola y cultural.
Kancamagus Highway, New Hampshire
Uno de los recorridos otoñales más célebres de Estados Unidos es la Kancamagus Highway (Ruta 112), un tramo escénico de unos 55 km que une Lincoln y Conway a través del White Mountain National Forest. En otoño, el bosque mixto -con arces azucareros, abedules y hayas- estalla en rojos encendidos, dorados y naranjas. La carretera ofrece miradores y áreas de descanso donde el viajero puede detenerse a caminar, hacer picnic y, sobre todo, contemplar el mosaico del follaje sin prisas.
Paradas clásicas incluyen Sabbaday Falls (sendero corto y accesible entre pinos y pasarelas de madera), Rocky Gorge (desfiladero y pasarela sobre aguas claras) y Lower Falls (pozas y salto bajo, ideal para fotos con hojas en remolino).
Otros destinos para enamorarse
Quebec, Canadá
La provincia vibra con un otoño rebosante de arces. Mont-Tremblant ofrece teleféricos para panorámicas y senderos suaves; Parc national de la Jacques-Cartier despliega valles glaciares por donde serpentea un río perfecto para remar entre paredes arboladas. En los Eastern Townships, el ambiente anglófono-francófono se traduce en pueblos con porches victorianos, queserías, sidrerías y viñedos boutique.
Andalucía, España
El llamado “veranillo del membrillo” suaviza las temperaturas y abre la puerta a ciudades caminables y radiantes sin el agobio estival. Sevilla recupera el ritmo de plazas y bares; Córdoba luce patios con sombras largas y luz dorada; Granada se disfruta desde los cármenes del Albaicín con la Alhambra respirando tonos cobrizos.