Deportes
*Revancha
A Propósito por Jaime García Eías
Por desgracia, Javier Aguirre desperdició una dorada oportunidad que le dio el destino... para quedarse callado.
Quizá lo hizo con buena intención. Probablemente decidió que sería conveniente meter un poco de combatividad bien entendida en las cabecitas de los seleccionados mexicanos que esta tarde estarán buscando, ante El Salvador, el resultado que los califique al Mundial de Sudáfrica-2010. Después de todo, no habría sido el primero en hacerlo: ya desde el Mundial de 1930, en Uruguay, antes de debutar contra Francia, los mexicanos, más que una serie de recomendaciones de carácter táctico, escucharon de su técnico, Juan Luqué de Serrallonga, en los vestidores, una arenga. Luqué pidió a sus jugadores que recordaran la batalla del 5 de Mayo en Puebla, cuando las bizarras tropas del general Ignacio Zaragoza hicieron que “las armas nacionales se cubrieran de gloria”, derrotando al ejército más poderoso del mundo.
Los invitó a evocar a sus madres, a sus novias —las de los jugadores, por supuesto—, y a encomendarse a la Virgencita de Guadalupe... El corolario de aquella vehemente perorata que un imperativo “¡Fuera lágrimas, y a darles en la torre a los franceses!”. (El desenlace de la historia, como mera anécdota, fue un 4-1... adverso a los mexicanos).
Aguirre, en vísperas del partido de esta tarde, hizo declaraciones alusivas a las incorrecciones del público, a los yerros arbitrales y a los subterfugios de los salvadoreños en el partido de su debut en esta su segunda “era” como técnico nacional, el pasado 6 de junio. “No tenemos ánimo de revancha —dijo—, pero sí tenemos memoria”...
O pensó —decíamos líneas arriba— en la conveniencia de motivar a sus jugadores, lo que perfectamente pudo haber hecho en lo particular... O consideró pertinente “montonear” a los salvadoreños. “Ellos dicen que son once guerreros —dijo—..., pero van contra cien mil”.
Por desgracia, no faltarán los estúpidos que recojan las palabras del “Vasco” y quieran hacer del partido de futbol una guerra. Queda, en compensación, el consuelo de que se trata de un encuentro deportivo, y la esperanza de que tanto la energía de los integrantes del cuerpo arbitral como la conducta de la mayoría de los aficionados, pero especialmente la solvencia de los jugadores mexicanos, contribuyan a poner, sin más trámite, las cosas en su sitio.
A que gane el mejor, en suma... y a que gane el futbol.
Quizá lo hizo con buena intención. Probablemente decidió que sería conveniente meter un poco de combatividad bien entendida en las cabecitas de los seleccionados mexicanos que esta tarde estarán buscando, ante El Salvador, el resultado que los califique al Mundial de Sudáfrica-2010. Después de todo, no habría sido el primero en hacerlo: ya desde el Mundial de 1930, en Uruguay, antes de debutar contra Francia, los mexicanos, más que una serie de recomendaciones de carácter táctico, escucharon de su técnico, Juan Luqué de Serrallonga, en los vestidores, una arenga. Luqué pidió a sus jugadores que recordaran la batalla del 5 de Mayo en Puebla, cuando las bizarras tropas del general Ignacio Zaragoza hicieron que “las armas nacionales se cubrieran de gloria”, derrotando al ejército más poderoso del mundo.
Los invitó a evocar a sus madres, a sus novias —las de los jugadores, por supuesto—, y a encomendarse a la Virgencita de Guadalupe... El corolario de aquella vehemente perorata que un imperativo “¡Fuera lágrimas, y a darles en la torre a los franceses!”. (El desenlace de la historia, como mera anécdota, fue un 4-1... adverso a los mexicanos).
Aguirre, en vísperas del partido de esta tarde, hizo declaraciones alusivas a las incorrecciones del público, a los yerros arbitrales y a los subterfugios de los salvadoreños en el partido de su debut en esta su segunda “era” como técnico nacional, el pasado 6 de junio. “No tenemos ánimo de revancha —dijo—, pero sí tenemos memoria”...
O pensó —decíamos líneas arriba— en la conveniencia de motivar a sus jugadores, lo que perfectamente pudo haber hecho en lo particular... O consideró pertinente “montonear” a los salvadoreños. “Ellos dicen que son once guerreros —dijo—..., pero van contra cien mil”.
Por desgracia, no faltarán los estúpidos que recojan las palabras del “Vasco” y quieran hacer del partido de futbol una guerra. Queda, en compensación, el consuelo de que se trata de un encuentro deportivo, y la esperanza de que tanto la energía de los integrantes del cuerpo arbitral como la conducta de la mayoría de los aficionados, pero especialmente la solvencia de los jugadores mexicanos, contribuyan a poner, sin más trámite, las cosas en su sitio.
A que gane el mejor, en suma... y a que gane el futbol.