Deportes
Hiddink, un rey Midas al que adoptan muchos países
El presidente ruso Dmitri Medvedev propuso acordar la ciudadanía de su país a Hiddink, tras la histórica victoria ante Holanda del sábado en Basilea
BASILEA, Suiza.- El técnico holandés
Guus Hiddink se ha convertido en una especie de rey Midas que hace oro todo lo que toca y lo ha demostrado una vez más al clasificar a Rusia a las semifinales de la
Eurocopa, tras su práctica desaparición de la escena internacional.
Esta hazaña está en la misma sintonía que la conseguida con Corea del Sur, a la que llevó a semifinales del Mundial-2002, a pesar de que el fútbol del país asiático no había destacado antes y ha vuelto a desaparecer de la escena internacional tras la marcha de Hiddink.
El técnico holandés también sacó de la nada, como un mago que hace aparecer un conejo de su sombrero, a Australia, que siempre caía en la repesca de eliminación al Mundial con un equipo sudamericano. Tras derrotar a Uruguay, la llevó a octavos de final en Alemania-2006.
Esos tres logros han hecho que los aficionados al fútbol de estos tres países le adoren y estarían encantados que aceptara el pasaporte de sus respectivos países.
De hecho, el domingo, el presidente ruso Dmitri Medvedev propuso medio en broma y medio en serio acordar la ciudadanía de su país a Hiddink, tras la histórica victoria ante Holanda del sábado en Basilea, en cuartos (3-1 en alargue).
"No tiene necesidad de volver (a Holanda). Podemos darle la ciudadanía rusa", dijo Medvedev, cuando le preguntaron si no temía que no dejen entrar a Hiddink a su país.
De hecho, el técnico holandés había señalado antes del partido que quería "ser el mejor de los traidores", frente a un equipo al que había dirigido en el Mundial-1998, llevándolo hasta las semifinales.
Sus actuales jugadores no paran de piropearlo. "El que ganó ha sido el mejor de los holandeses", dijo con una sonrisa la perla del Zenit San Petersburgo, Andrei Arshavin.
"Nuestro entrenador, Guus Hiddink, no paró de decirnos que podíamos derrotar a cualquier equipo y lo hicimos", lo elogió el punta Ivan Saenko.
Hiddink es un hacedor de milagros, desde que logró el primero haciendo campeón de la Copa de Europa de clubes al modesto club holandés PSV Eindhoven, basándose como ahora en un rigor defensivo y en un análisis táctico, que le llevó a vencer en semifinales a doble partido a un entonces poderoso Real Madrid, de la Quinta del Buitre y Hugo Sánchez.
Jugador de clubes más bien modestos, su nombre en el fútbol se lo hizo en los banquillos, dirigiendo al PSV, el club de su vida, pero también al Valencia, Real Madrid, con el que ganó la Copa Intercontinental, y Betis.
Pero el salto internacional lo logró con Corea del Sur, a la que en dos años la construyó para llegar a semifinales en 'su' Mundial-2002.
El día de su partida, en medio del dolor de los hinchas surcoreanos que lo trataban como un semidiós, Hiddink les comentó que "no es un adiós, sino un hasta luego. Seguiremos en contacto con los dirigentes de la federación".
Sin embargo, cuatro años después estaba en el banco de los modestos 'Socceroos' australianos, a los que veía en los ratos libres que le dejaba el PSV, al que aún dirigía, en lo que lo hacía en un DT a tiempo completo verdaderamente.
"Cuando llegué a Sydney, me encontré con jugadores que no creían en sus capacidades", explicó Hiddink el día de la caída ante Italia en octavos, futuro campeón del mundo en Alemania-2006. El holandés errante, el hacedor de milagros, el nuevo Bora Milutinovic, ahora imitó todo eso con Rusia.
Esta hazaña está en la misma sintonía que la conseguida con Corea del Sur, a la que llevó a semifinales del Mundial-2002, a pesar de que el fútbol del país asiático no había destacado antes y ha vuelto a desaparecer de la escena internacional tras la marcha de Hiddink.
El técnico holandés también sacó de la nada, como un mago que hace aparecer un conejo de su sombrero, a Australia, que siempre caía en la repesca de eliminación al Mundial con un equipo sudamericano. Tras derrotar a Uruguay, la llevó a octavos de final en Alemania-2006.
Esos tres logros han hecho que los aficionados al fútbol de estos tres países le adoren y estarían encantados que aceptara el pasaporte de sus respectivos países.
De hecho, el domingo, el presidente ruso Dmitri Medvedev propuso medio en broma y medio en serio acordar la ciudadanía de su país a Hiddink, tras la histórica victoria ante Holanda del sábado en Basilea, en cuartos (3-1 en alargue).
"No tiene necesidad de volver (a Holanda). Podemos darle la ciudadanía rusa", dijo Medvedev, cuando le preguntaron si no temía que no dejen entrar a Hiddink a su país.
De hecho, el técnico holandés había señalado antes del partido que quería "ser el mejor de los traidores", frente a un equipo al que había dirigido en el Mundial-1998, llevándolo hasta las semifinales.
Sus actuales jugadores no paran de piropearlo. "El que ganó ha sido el mejor de los holandeses", dijo con una sonrisa la perla del Zenit San Petersburgo, Andrei Arshavin.
"Nuestro entrenador, Guus Hiddink, no paró de decirnos que podíamos derrotar a cualquier equipo y lo hicimos", lo elogió el punta Ivan Saenko.
Hiddink es un hacedor de milagros, desde que logró el primero haciendo campeón de la Copa de Europa de clubes al modesto club holandés PSV Eindhoven, basándose como ahora en un rigor defensivo y en un análisis táctico, que le llevó a vencer en semifinales a doble partido a un entonces poderoso Real Madrid, de la Quinta del Buitre y Hugo Sánchez.
Jugador de clubes más bien modestos, su nombre en el fútbol se lo hizo en los banquillos, dirigiendo al PSV, el club de su vida, pero también al Valencia, Real Madrid, con el que ganó la Copa Intercontinental, y Betis.
Pero el salto internacional lo logró con Corea del Sur, a la que en dos años la construyó para llegar a semifinales en 'su' Mundial-2002.
El día de su partida, en medio del dolor de los hinchas surcoreanos que lo trataban como un semidiós, Hiddink les comentó que "no es un adiós, sino un hasta luego. Seguiremos en contacto con los dirigentes de la federación".
Sin embargo, cuatro años después estaba en el banco de los modestos 'Socceroos' australianos, a los que veía en los ratos libres que le dejaba el PSV, al que aún dirigía, en lo que lo hacía en un DT a tiempo completo verdaderamente.
"Cuando llegué a Sydney, me encontré con jugadores que no creían en sus capacidades", explicó Hiddink el día de la caída ante Italia en octavos, futuro campeón del mundo en Alemania-2006. El holandés errante, el hacedor de milagros, el nuevo Bora Milutinovic, ahora imitó todo eso con Rusia.