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Futbol sin balón
Comentarios: elopez@informador.com.mx
Algunos jugadores del Atlas se negaron a entrenar ayer como medida de presión en apoyo a los cuatro compañeros despedidos por el argentino Carlos Ischia, pero mañana tendrán que hacerlo porque están amenazados con correr la misma suerte si no se disciplinan.
Es lamentable que en todo lo que va de la semana no se ha presentado ningún directivo del Atlas a darles la cara a los jugadores para hacerle frente a la situación.
Los cuatro jugadores corridos pidieron su finiquito, pero no se los van a dar, pues les van a seguir depositando su mensualidad hasta que termine su contrato en junio.
Con esta determinación no se sabe si es un premio o un castigo el que recibieron los corridos, ya que por una presunta indisciplina los dieron de baja del equipo, pero les van a pagar su sueldo completo sin tener que trabajar.
No existe coherencia en la actual directiva del Atlas ante situaciones similares, porque el torneo pasado Ricardo La Volpe les pidió apoyo para separar del plantel a Bottinelli y a Rergis por presuntas indisciplinas y lo batearon, en cambio ahora le están dan todo el apoyo a Ischia.
A propósito de La Volpe, pidió a las altas esferas de la AFA que le echen la mano y le consigan acomodo para dirigir al equipo San Lorenzo de su país.
Pero unos van y otros vienen, ahora resulta que el argentino Claudio Vivas busca nuevamente regresa a dirigir en México, olvidando su sonado fracaso con el Racing. Sólo falta que los dirigentes del Puebla desconozcan su pasado y se atrevan a contratarlo.
La reducción de sueldos a los jugadores del Guadalajara no es pareja, sólo afecta a algunos elementos que supuestamente ganan mucho.
El problema no está resuelto, hay mucha inconformidad en el plantel, sobre todo porque en este momento no es acorde la medida tomada con respecto a la marcha del equipo, sin embargo el presidente Rafael Lebrija está haciendo su chamba como mediador entre jugadores y dirigentes.
Quienes de plano ya no saben qué hacer son los jugadores del equipo Cachorros de la UdeG de Segunda División que van a cumplir cuatro meses sin recibir sueldo. Su último viaje a Monterrey fue en situación penosa, muy limitados en alimentos y con un hospedaje peor que de vecindad.
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Es lamentable que en todo lo que va de la semana no se ha presentado ningún directivo del Atlas a darles la cara a los jugadores para hacerle frente a la situación.
Los cuatro jugadores corridos pidieron su finiquito, pero no se los van a dar, pues les van a seguir depositando su mensualidad hasta que termine su contrato en junio.
Con esta determinación no se sabe si es un premio o un castigo el que recibieron los corridos, ya que por una presunta indisciplina los dieron de baja del equipo, pero les van a pagar su sueldo completo sin tener que trabajar.
No existe coherencia en la actual directiva del Atlas ante situaciones similares, porque el torneo pasado Ricardo La Volpe les pidió apoyo para separar del plantel a Bottinelli y a Rergis por presuntas indisciplinas y lo batearon, en cambio ahora le están dan todo el apoyo a Ischia.
A propósito de La Volpe, pidió a las altas esferas de la AFA que le echen la mano y le consigan acomodo para dirigir al equipo San Lorenzo de su país.
Pero unos van y otros vienen, ahora resulta que el argentino Claudio Vivas busca nuevamente regresa a dirigir en México, olvidando su sonado fracaso con el Racing. Sólo falta que los dirigentes del Puebla desconozcan su pasado y se atrevan a contratarlo.
La reducción de sueldos a los jugadores del Guadalajara no es pareja, sólo afecta a algunos elementos que supuestamente ganan mucho.
El problema no está resuelto, hay mucha inconformidad en el plantel, sobre todo porque en este momento no es acorde la medida tomada con respecto a la marcha del equipo, sin embargo el presidente Rafael Lebrija está haciendo su chamba como mediador entre jugadores y dirigentes.
Quienes de plano ya no saben qué hacer son los jugadores del equipo Cachorros de la UdeG de Segunda División que van a cumplir cuatro meses sin recibir sueldo. Su último viaje a Monterrey fue en situación penosa, muy limitados en alimentos y con un hospedaje peor que de vecindad.
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