Deportes
Afición vive domingo de comida y emociones, pero sin final feliz
El partido le daba un mejor sabor a la carne asada, la hamburguesa o los mariscos
GUADALAJARA, JALISCO (16/MAY/2011).- La fe de la afición rojiblanca apuntaba para cerrar el día, previo paso por un buen restaurante de la ciudad, de manera gloriosa con un festejo en La Minerva.
Sin embargo, al final la última palabra la tuvo Pumas y no fue para nada del agrado de los comensales que ayer domingo se dieron cita en diferentes bares y restaurantes de la Perla Tapatía para ver el juego de vuelta de las semifinales del Clausura 2011 entre Pumas y Chivas.
Luego de haber alcanzado el empate 1-1 en el encuentro de ida, el jueves pasado, ayer los universitarios tuvieron con la suerte de su lado y a más de varios le echaron a perder un momento familiar, incluso, la cerveza para algunos terminó siendo más amarga de lo normal.
Omar Arellano aderezó el momento y puso a los clientes a vibrar cuando en la primera llegada clara del encuentro estuvo cerca de abrir el marcador, pero el grito de gol se quedó tan ahogado como el propio rojiblanco al achicarse el espacio y sacar un disparo por un costado de la portería del “Pikolín” Palacios.
La fortaleza de Chivas y el mejor juego que venía desempeñando sobre la grama de CU le daban un mejor sabor a la carne asada, la hamburguesa o los mariscos, con todo y que algunos luego dejaban enfriar la tortilla por observar la televisión.
Arellano y Marco Fabián, principalmente, sostenían inquebrantable la fe chiva, el gol parecía cosa de tiempo, pero los errores y las fallas abundaban y eran reprochadas con cualquier tipo de aspaviento y con reprimidos golpes sobre la mesa.
Poco antes de terminar el primer tiempo la ilusión de los seguidores de Chivas se fracturó con un gol de Pumas a balón parado que convirtió Javier Cortés.
Que luego Chivas no bajara los brazos permitió también a la clientela mantenerse en la mesa dispuesto a pedir algo más por si el empate llegaba.
Sin embargo, los minutos se fueron yendo y Chivas seguía sin poder anotar. La debacle vino cuando Darío Verón se escapó desde propio campo para apostarse frente al arquero rojiblanco, Luis Michel, y, con todo y que parecía caer, esperó la llegada de Dante López para ponerle un pasecito a modo.
El balón terminó en el fondo de la portería y la afición triste. Con el 2-0 las caras de frustración y desesperación aparecieron por todos lados. Ya no hubo más tiempo, ni para otro taco, mucho menos para pensar en La Minerva.
Sin embargo, al final la última palabra la tuvo Pumas y no fue para nada del agrado de los comensales que ayer domingo se dieron cita en diferentes bares y restaurantes de la Perla Tapatía para ver el juego de vuelta de las semifinales del Clausura 2011 entre Pumas y Chivas.
Luego de haber alcanzado el empate 1-1 en el encuentro de ida, el jueves pasado, ayer los universitarios tuvieron con la suerte de su lado y a más de varios le echaron a perder un momento familiar, incluso, la cerveza para algunos terminó siendo más amarga de lo normal.
Omar Arellano aderezó el momento y puso a los clientes a vibrar cuando en la primera llegada clara del encuentro estuvo cerca de abrir el marcador, pero el grito de gol se quedó tan ahogado como el propio rojiblanco al achicarse el espacio y sacar un disparo por un costado de la portería del “Pikolín” Palacios.
La fortaleza de Chivas y el mejor juego que venía desempeñando sobre la grama de CU le daban un mejor sabor a la carne asada, la hamburguesa o los mariscos, con todo y que algunos luego dejaban enfriar la tortilla por observar la televisión.
Arellano y Marco Fabián, principalmente, sostenían inquebrantable la fe chiva, el gol parecía cosa de tiempo, pero los errores y las fallas abundaban y eran reprochadas con cualquier tipo de aspaviento y con reprimidos golpes sobre la mesa.
Poco antes de terminar el primer tiempo la ilusión de los seguidores de Chivas se fracturó con un gol de Pumas a balón parado que convirtió Javier Cortés.
Que luego Chivas no bajara los brazos permitió también a la clientela mantenerse en la mesa dispuesto a pedir algo más por si el empate llegaba.
Sin embargo, los minutos se fueron yendo y Chivas seguía sin poder anotar. La debacle vino cuando Darío Verón se escapó desde propio campo para apostarse frente al arquero rojiblanco, Luis Michel, y, con todo y que parecía caer, esperó la llegada de Dante López para ponerle un pasecito a modo.
El balón terminó en el fondo de la portería y la afición triste. Con el 2-0 las caras de frustración y desesperación aparecieron por todos lados. Ya no hubo más tiempo, ni para otro taco, mucho menos para pensar en La Minerva.