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* “Volado”

A propósito por Jaime García Elías

Puestos a tratar de arrancarle un gajo a la esfera de cristal, y a intentar anticipar el pronóstico para el partido de vuelta entre Monterrey y Santos Laguna, cualquiera  diría que lo más recomendable sería, como dijo el simple, “pa’ no jerrarle…, un volado”.

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En la medida en que Víctor Manuel Vucetich y Rubén Omar Romano pueden alertar a sus jugadores, seguramente lo harán. El primero tratará de explicar, de todas las maneras posibles, que el gol adverso del partido de ida, dista mucho de ser definitivo; que en los 90 minutos del de vuelta, los dos equipos volverán a tener oportunidades de mover el marcador. Les dirá, también, que la presión que los aficionados van a ejercer desde la tribuna, será otro argumento a favor… y nada despreciable, por cierto.
Romano, en la otra esquina, explicará que la ventaja en los guarismos, búsquensele escapatorias dialécticas por donde se quiera, es suya; que tienen el título en la mano… aunque aún no en la bolsa.

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Romano reparará, sobre todo, en que la presión del público, bien vista, es un arma de dos filos. Difícilmente habrá un solo jugador visitante que se arrugue por el ruido que generen los aficionados a favor del equipo local. Sí es posible, en cambio, que uno o varios equiperos del Monterrey se motiven ante la presencia de “la raza”. Si el Monterrey consigue, en un lapso razonable, empatar el marcador global y volver, literalmente, a la vida, es de suponerse que ese mismo impulso le permita hacer efectivo el refrán: “Caballo que alcanza, gana”.
En cambio, si el gol del Monterrey se demora –y, peor aún, si Santos Laguna aprovecha las previsibles circunstancias tácticas favorables para jugar al contragolpe, y en uno de esos consigue acrecentar su ventaja--, la misma presión del público puede operar en su contra.

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Del partido de ida aún queda el recuerdo del que quizá fue, al margen de las características de los goles, el incidente decisivo: un cuerpo a cuerpo de Suazo con Oswaldo Sánchez, en que un gran lance de este último evitó el gol que hubiera puesto adelante al Monterrey.
Las fuerzas están equilibradas. En consecuencia, más que un pronóstico –quebradizo por su propia naturaleza--, el único voto que aún cabe, estriba en la casi certeza de que el futbol mexicano tendrá mañana un digno campeón… llámese como se llame.

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