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* Vergüenza

A propósito

Un empate a dos goles, en casa, con un hombre más sobre la cancha durante la mayor parte del tiempo, ante un adversario que no es precisamente un león rasurado en el juego de la pelota gallega, dista mucho de ser un acontecimiento digno de consignarse, con capitulares doradas, en los anales del futbol mexicano.

Si en el pasado se etiquetó a innumerables capítulos de muchos volúmenes de la errática historia del deporte más popular en México con el calificativo de “derrotas honrosas”, el del martes pasado, en Ciudad Juárez, tendría que clasificarse, objetivamente puestos a decir la verdad, por dolorosa que resulte como un empate vergonzoso.
Así: con todas sus letras.
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El destino dispuso las cosas de manera que fue relativamente fácil la clásica “carambola hecha” encasquetar a Memo Ochoa el sambenito de “chivo expiatorio”. El pretexto, su supuesta “colaboración” en los dos goles venezolanos.

Sin embargo, al margen del mérito que en justicia debe concederse a Arango un cañonero de los que ya no se usan en los dos goles venezolanos, la verdadera explicación de la frustrante igualada ante un rival respetable, sí, pero no temible, fue la consabida inoperancia del ataque mexicano; la falta de personalidad, de calidad y de contundencia.
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Eso, claro, más la presión sicológica con que saltó a la cancha un grupo de jugadores comprometido con la necesidad de borrar en la cancha, mediante una actuación convincente y un resultado plausible, las estupideces y trapacerías que han sido noticia en las últimas semanas: de las primeras, la elaboración de una agenda de partidos intrascendentes, más la arbitraria designación de un par de técnicos interinos Enrique Meza y Efraín Flores, invitados como “voluntarios” para tener el discutible honor de ponerle el pecho a las balas; de las otras, las “fiestas” con que los dizque “guerreros” del Tri epilogaron las concentraciones anteriores, y los dimes y diretes con los dirigentes de la Federación, epilogados con la renuncia de Néstor de la Torre, un poco a la manera del ágape evangélico que culminó con la decapitación de Juan el Bautista.
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Puesto que se trató ¡en caridad de Dios...! del último compromiso del Tri en el 2010, lo único que queda es lamentar que haya sido otro ciclo el enésimo, para ser exactos de frustraciones... y desear que los venideros sean tiempos mejores. Así sea.

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