Deportes
* 'Tutti contenti'
A propósito por Jaime García Elías
Cuando los dueños de la pelota, reunidos en conferencia, se percataron --como seguramente sucedió-- que aplicar a rajatabla los reglamentos al efecto de programar los partidos de semifinales del Torneo de Apertura les significaría una serie de dolores de cabeza y de contrariedades que sería preferible obviar, alguien, quizá se acordó del cuento del león y la oveja que trabajaban en el mismo circo...
El acto que realizaban consistía, simplemente, en hacer lo que, desde la perspectiva de la experiencia y del sentido común, parecía imposible: convivir en forma por demás amable.
--¿Y nunca se pelean? --quiso saber un curioso.
--Casi nunca --explicó el domador que salía con ellos en la jaula.
--¿Y cuando llegan a pelearse...? --insistió el primero.
--Traemos otra oveja.
*
Alguien, quizá, decíamos, se acordó del cuento. Lo compartió con sus colegas. Y todos, por unanimidad, decidieron aplicarlo...
--Hay un reglamento, que de ordinario se aplica..., porque funciona.
--¿Y cuando no funciona?
--Pues no se aplica.
*
Los adagios sirven lo mismo para suministrar venenos que para suministrar antídotos. Así, a cambio del axioma que sostiene, rotundo, que “Dura lex, sed lex” (la ley es dura, pero es la ley), hay otro que sostiene lo contrario: “Las leyes están para servir a los hombres; no los hombres para servir a las leyes”... De ahí, precisamente, que todos los organismos sociales --la FIFA incluida-- dispongan de cuerpos legislativos, encargados de actualizar la eficiencia de las leyes; de adecuarlas a las cambiantes circunstancias del momento. De ahí que las leyes, en general, no sean inmutables, y sí, como suele decirse, “perfectibles”.
Además, la inmensa mayoría de los organismos creados por la sociedad, establecen salvedades: posibles excepciones a la aplicación de la ley. Y contemplan, adicionalmente, la posibilidad de que ocurran casos imprevistos. Cuando éstos se dan --como ocurrió esta vez, a raíz de que forzosamente había que programar los partidos de ida de semifinales en la capital, y de preferencia en la misma fecha, para el jueves--, se aplica el procedimiento del domador del circo; se aplica el principio de que “La voluntad de las partes es la suprema ley de todos los convenios”; se antepone la conveniencia de la mayoría a la observancia ciega y acrítica de la ley...
Y (como dicen los paisanos de Francesco Totti) “tutti contenti”...
El acto que realizaban consistía, simplemente, en hacer lo que, desde la perspectiva de la experiencia y del sentido común, parecía imposible: convivir en forma por demás amable.
--¿Y nunca se pelean? --quiso saber un curioso.
--Casi nunca --explicó el domador que salía con ellos en la jaula.
--¿Y cuando llegan a pelearse...? --insistió el primero.
--Traemos otra oveja.
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Alguien, quizá, decíamos, se acordó del cuento. Lo compartió con sus colegas. Y todos, por unanimidad, decidieron aplicarlo...
--Hay un reglamento, que de ordinario se aplica..., porque funciona.
--¿Y cuando no funciona?
--Pues no se aplica.
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Los adagios sirven lo mismo para suministrar venenos que para suministrar antídotos. Así, a cambio del axioma que sostiene, rotundo, que “Dura lex, sed lex” (la ley es dura, pero es la ley), hay otro que sostiene lo contrario: “Las leyes están para servir a los hombres; no los hombres para servir a las leyes”... De ahí, precisamente, que todos los organismos sociales --la FIFA incluida-- dispongan de cuerpos legislativos, encargados de actualizar la eficiencia de las leyes; de adecuarlas a las cambiantes circunstancias del momento. De ahí que las leyes, en general, no sean inmutables, y sí, como suele decirse, “perfectibles”.
Además, la inmensa mayoría de los organismos creados por la sociedad, establecen salvedades: posibles excepciones a la aplicación de la ley. Y contemplan, adicionalmente, la posibilidad de que ocurran casos imprevistos. Cuando éstos se dan --como ocurrió esta vez, a raíz de que forzosamente había que programar los partidos de ida de semifinales en la capital, y de preferencia en la misma fecha, para el jueves--, se aplica el procedimiento del domador del circo; se aplica el principio de que “La voluntad de las partes es la suprema ley de todos los convenios”; se antepone la conveniencia de la mayoría a la observancia ciega y acrítica de la ley...
Y (como dicen los paisanos de Francesco Totti) “tutti contenti”...