Deportes
* Triste caso...
A propósito por Jaime García Elías
De las varias historias que se tejieron en torno al reciente draft de futbolistas celebrado en Cancún, una de las más tristes fue, sin duda, la de Omar Bravo...
*
La historia, en síntesis, es esta:
Primer acto: Omar alcanza el rango de “histórico” en la historia del Guadalajara —el equipo más popular de México—, y decide demostrarse a sí mismo que puede ser futbolista profesional en el Primer Mundo. En cuanto puede, pues (recuérdese que ya lo había intentado antes y que sus dirigentes le cortaron las alas de manera humillante), se desvincula de las “Chivas” y emigra al Deportivo La Coruña.
Segundo acto: la aventura resulta fallida. Ni el “Dépor” representa el entorno adecuado para que Bravo explote los atributos que en México le permitieron estar casi siempre entre los mejores goleadores de las competencias caseras, ni él pudo probar que tenía en su poder la onza de oro que puede cambiarse por goles en cualquier cancha del mundo.
Tercer acto: Miguel Ángel Lotina, técnico del “Dépor”, decide que, puesto que las circunstancias —amenaza de descenso, entre otras cosas— le exigen jugar con once, no puede darse el lujo de dejarle una plaza en el equipo a un jugador cuya aportación es nula.
Cuarto acto: César Lendoiro, presidente del club, engancha a los dirigentes de los “Tigres” y consigue que éstos repatríen temporalmente a Bravo. La idea era revaluarlo al efecto de venderlo a los mismos “Tigres” o a otro equipo mexicano para la próxima campaña. Pero como Omar fue una deslavada sombra de sí mismo, pues...
Quinto acto: Lendoiro, porfiado —ha de ser baturro...—, viene al “draft”, decidido a cambiar su espejito (mexicano, para mayor adorno) por pepitas de oro. Para su desgracia, no hubo incautos que se interesaran en su generosa oferta.
*
Esta historieta sólo admite un posible desenlace: puesto que la posibilidad de que Omar encuentre acomodo en Europa es prácticamente nula —¿quién se va a interesar por un jugador que ya fracasó en un equipo español de media tabla...?—, la única salida sería alguna negociación que le permita acomodarse en el único futbol en que tendría cabida: el de su país de origen.
Después de todo, si la fallida aventura europea definió su nivel de incompetencia, hay el antecedente de que Omar había encontrado en México su nivel de competencia.
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La historia, en síntesis, es esta:
Primer acto: Omar alcanza el rango de “histórico” en la historia del Guadalajara —el equipo más popular de México—, y decide demostrarse a sí mismo que puede ser futbolista profesional en el Primer Mundo. En cuanto puede, pues (recuérdese que ya lo había intentado antes y que sus dirigentes le cortaron las alas de manera humillante), se desvincula de las “Chivas” y emigra al Deportivo La Coruña.
Segundo acto: la aventura resulta fallida. Ni el “Dépor” representa el entorno adecuado para que Bravo explote los atributos que en México le permitieron estar casi siempre entre los mejores goleadores de las competencias caseras, ni él pudo probar que tenía en su poder la onza de oro que puede cambiarse por goles en cualquier cancha del mundo.
Tercer acto: Miguel Ángel Lotina, técnico del “Dépor”, decide que, puesto que las circunstancias —amenaza de descenso, entre otras cosas— le exigen jugar con once, no puede darse el lujo de dejarle una plaza en el equipo a un jugador cuya aportación es nula.
Cuarto acto: César Lendoiro, presidente del club, engancha a los dirigentes de los “Tigres” y consigue que éstos repatríen temporalmente a Bravo. La idea era revaluarlo al efecto de venderlo a los mismos “Tigres” o a otro equipo mexicano para la próxima campaña. Pero como Omar fue una deslavada sombra de sí mismo, pues...
Quinto acto: Lendoiro, porfiado —ha de ser baturro...—, viene al “draft”, decidido a cambiar su espejito (mexicano, para mayor adorno) por pepitas de oro. Para su desgracia, no hubo incautos que se interesaran en su generosa oferta.
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Esta historieta sólo admite un posible desenlace: puesto que la posibilidad de que Omar encuentre acomodo en Europa es prácticamente nula —¿quién se va a interesar por un jugador que ya fracasó en un equipo español de media tabla...?—, la única salida sería alguna negociación que le permita acomodarse en el único futbol en que tendría cabida: el de su país de origen.
Después de todo, si la fallida aventura europea definió su nivel de incompetencia, hay el antecedente de que Omar había encontrado en México su nivel de competencia.