Deportes

* “Tramposo”

A propósito por Jaime García Elías

Bien dicen que “es de sabios enmendar...”.
En lo que empieza a despejarse la última gran incógnita del año en el futbol casero --el nombre del campeón del Torneo de Apertura de la temporada de caza del pato--, en la Final inédita que esta noche comenzarán a disputar Cruz Azul y Monterrey, es de justicia repasar la supuesta metida de choclo en que incurrió Aarón Padilla, presidente de la Comisión de Arbitraje de la Federación Mexicana de Futbol, y el supuesto intento, ayer, de rectificar.

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El meollo del asunto fue el incidente por antonomasia de la fase de semifinales: la mano de Joel Huiqui en el área del Cruz Azul --que debió haberse penalizado con penalty a favor del Morelia y expulsión del jugador “cementero”... si el silbante, Paul Delgadillo, hubiera percibido el lance, o si no hubiera sancionado, como probablemente ocurrió, una falta previa de los atacantes michoacanos--, en el partido del sábado en el antiguo estadio de la Ciudad de los Deportes.
Padilla afirmó que Huiqui “hizo trampa”: algo, objetivamente, impecable. Un sector de la prensa “cabeceó” así la nota correspondiente: “Huiqui es un tramposo”... Falso. Tan falso y tan ruin como colgar la etiqueta de “mataperros” a quien un día, accidentalmente, por descuido o aun deliberadamente, mata un perro.
Enrique Meza, técnico del Cruz Azul, al día siguiente, exigió que Aarón se desdijera y se disculpara. Padilla, en su turno de mover pieza, prácticamente dejó las cosas donde las puso inicialmente: ofreció una disculpa --actitud por demás caballerosa-- por si alguien se hubiera ofendido... pero ratificó la parte medular de su declaración: “Dije una verdad”.

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Los hechos objetivos fueron estos: Huiqui tocó la pelota con la mano; para un lance como ese, hay un encargado de aplicar el reglamento. Si ese señor (Paul Delgadillo, en el caso) hubiera visto o apreciado la acción como los comentaristas de la televisión, habría marcado penalty, expulsado al jugador... y eventualmente cambiado, de manera dramática, el curso de la historia: hoy, tal vez, el Morelia sería finalista. Pero si no lo vio, o si apreció otra falta, previa, simultánea o posterior, que pasó inadvertida para la sabiduría del cuerpo colegiado que desparrama sapiencia y criterio a raudales a través de los medios electrónicos y no tiene empacho en mandar quemar con leña verde a los árbitros que desaprueba, el caso está cerrado. Punto.

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