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* Sus-pen-sooo...

A propósito por Jaime García Elías

Consumatum est: el mejor equipo del campeonato... ya no podrá ser campeón.
La derrota y consiguiente eliminación del Cruz Azul, ante los Pumas, servirá para que los inconformes sistemáticos con el sistema de competencia, insistan en su muletilla: “Esto no sucedería si en los torneos mexicanos se aplicara el sistema tradicional”.

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Sin embargo, en elogio del sistema que se aplica en México, se pueden decir dos cosas...
La primera, que el sistema en cuestión no implica ninguna injusticia ni representa ningún atentado contra la justicia deportiva: todos los participantes conocen perfectamente las reglas del juego; éstas son absolutamente equitativas --las relativas preferencias que algunos equipos tienen en la “liguilla” no son concesiones gratuitas: se ganan en la cancha y son consecuencia de su desempeño en la etapa clasificatoria--; además, todos los participantes tienen exactamente las mismas oportunidades.
No hay “dados cargados” a favor de nadie, pues.

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La segunda, que el sistema no deja de tener su encanto.
Mientras en otros países --España, por ejemplo-- los campeonatos, como tales, resultan soporíferos, monótonos, anticlimáticos, porque sólo hay dos equipos (obvia decir cuáles) con verdadera opción al título, en México va mucho más allá de la teoría la posibilidad de que el último clasificado --los Pumas, en el caso-- aniquile las ilusiones alimentadas a lo largo de la primera parte de la campaña por el equipo más regular, más convincente, etc.
La gente del Cruz Azul podrá hablar, sin mentir, de mala fortuna; de coincidencias de factores adversos: la tonta agresión de Cervantes, sancionada con tarjeta roja; la torpe mano de Araujo en el área, sancionada con el penalty que Cacho convirtió en el gol del triunfo universitario... Ningún “cementero” podrá hablar, en cambio, en medio de todo su dolor, de injusticias.

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Otro ejemplo: el suspenso, como de película policíaca, que acompañó al desenlace del duelo entre Monterrey y Pachuca...
Un partido que parecía resuelto cuando los reyneros pusieron el 3-1 en el marcador, adquirió, en efecto, tintes dramáticos merced a los goles de Franco Arizala (una de las figuras de esta “liguilla”... aunque su equipo también haya quedado fuera de combate) que pusieron el 3-3 en todo lo alto cuando el encuentro vivía los minutos finales, propiciaron un final “no apto para cardiacos” --como decían los cronistas antiguos-- e hicieron que el Monterrey terminara, literalmente, con el rosario en la mano.

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