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* Que sea menos...

A propósito por Jaime García Elías

Que en Brasil hubiera llanto en las calles y desgarramientos colectivos de vestiduras por doquier, a raíz, pongamos por ejemplo, de la inapelable derrota (3-0) ante Francia en la Final del Mundial del ´98, se explica: detrás de esas expresiones de dolor hay una larga historia de títulos...

Que en la capital española haya un sentimiento generalizado de amargura e incluso de vergüenza, a consecuencia del aplastante traspiés del Real Madrid (4-0) ante el Liverpool, en la Liga de Campeones, se comprende: antes, durante y después de la era de los “Galácticos” --Figo, Ronaldo, Zidane, Raúl y demás astros de primera magnitud en el firmamento del futbol--, hay un historial pletórico de triunfos...

Que en Lisboa las turbas de simpatizantes del Sporting pidan a gritos que la tierra se los trague crudos, porque la vida no tiene sentido tras la doble derrota (ayer por 5-0, más al 7-1 del partido de ida, para un escandaloso marcador global de 12-1) ante el Bayern Munich de Alemania, también tiene lógica: aunque la regla haya sido de neta superioridad del futbol germano sobre el lusitano, una masacre de tamañas dimensiones justifica plenamente lo que el abuelo decía en esos casos:

--¡Por eso toma uno...!

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En cambio, que por una suma de dos resultados adversos (1-0 ante Costa Rica y 2-0 ante Canadá) en la eliminatoria de la categoría, se haya malogrado la posibilidad de clasificar al Mundial Sub-20, en México se quiera emprender una cacería de brujas, y meter a Decio de María, Juan Carlos Chávez y Chucho Ramírez en el mayor cazo que pueda conseguirse en Santa Clara del Cobre, para cocinarlos “a las hierbas finas”, como escarmiento por tamaño fracaso..., honradamente, es un poquitín exagerado.

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Sí: es cierto que una vez se consiguió un campeonato mundial de la categoría Sub-17. Sin embargo, al margen de las peculiaridades de aquel grupo, privilegiado en la medida en que contaba con un par de talentos para el futbol --Giovani y Vela-- como quizá nunca antes los hubo en México (habría que ver si resiste la comparación la tripleta de Tapia, Rangel y Hugo Sánchez que llegó a su nivel de incompetencia en los Juegos Olímpicos del 76 en Montreal y en el Mundial del 78 en Argentina), convendría entender que aquel éxito fue, sin más, la excepción que confirma la regla de resultados mediocres.

Así que...

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