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* Peor, ¿imposible...?

A propósito por Jaime García Elías

El récord en la materia, en los últimos años, lo tiene Ricardo La Volpe: su cese sorpresivo como timonel del Monterrey, unos días antes de que arrancara el Torneo de Clausura, lo puso a la par con los guajolotes. (Éstos, como todo mundo sabe, tienen la particularidad de que “se mueren la víspera”).

Darío Franco se quedó cerca. Su cese como técnico del Atlas se dio al cabo de la segunda jornada... Se dio antes de que los rojinegros se presentaran, en este certamen, ante su propio público. Se dio sin darle la oportunidad de hacer por la causa a partir de la tercera jornada, cuando los rojinegros recibirán, en el Estadio Jalisco, a los “Tigres” en el que muy bien puede ser llamado “el partido del morbo”.

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Hasta antes de que la guillotina funcionara, ayer por la mañana, por primera vez en la campaña, Darío Franco estaba a la par con su colega Manuel Lapuente: en dos apariciones, dos derrotas. El sábado, por lo tanto, se preveía que en el Jalisco volarían plumas para todo lo que es lado...

No hubo necesidad de ir tan lejos. Entrevistado el domingo, a su regreso de la capital, enterado de que, más que la derrota --que hubiera sido, hasta cierto punto, tomada con naturalidad--, el retumbante 4-0 adverso ante el Cruz Azul minó la credibilidad que Franco podía tener a los ojos de dirigentes y simpatizantes del Atlas.

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Una derrota con marcador apretado deja un cierto margen de maniobra a favor del técnico. Un categórico 4-0, en cambio, cancela esa posibilidad... Un descalabro tan sonoro impide que se manejen atenuantes: ni pudo ser obra del infortunio, ni pudo ser consecuencia de los consabidos “imponderables del futbol”, incluidas, por supuesto, las pifias arbitrales.

Un 4-0 es elocuente: desnuda la total inoperancia y exhibe, a plenitud, la absoluta impotencia de un equipo. Un 4-0 refleja, necesariamente, un partido de un solo lado.

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Para el reemplazo de Darío Franco, el cese de este último, cruel y todo, representa, hasta cierto punto, una ventaja, a partir de la conclusión de que un equipo que pierde un partido como perdió el suyo el Atlas ante el Cruz Azul, ya tocó fondo...

En otras palabras: parece imposible hacerlo peor.

(Aunque, en tratándose del Atlas, cualquiera que conozca las peculiaridades de su historia recomendaria tomar esa aseveración con algunas reservas...).

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