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* “¡Pa’lante...!”

A propósito por Jaime García Elías

José Luis Real ya dijo que “sí se puede”; que si el patrón, en el “Rebaño Sagrado”, es partidario de la filosofía que se condensa en la frase del clásico, “¡pa’lante, pa’lante..., y al que no le guste, que se tome un purgante!” —o en su variante autóctona: “¡Arriba Imperio...!”, hay que darle gusto. Faltaba más.

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Los 17 restantes equipos que participarán en el Torneo Bicentenario,  comenzarán, ipso facto, a trabajar horas extra en sus laboratorios secretos, en busca del antídoto para el veneno mortal que ya cocina el Guadalajara...

Si las “Chivas” amenazan con poner, juntos, en sus alineaciones a Omar Bravo, el “Chícharo” Hernández, Omar Arellano, el “Venado” Medina... y ya encarrerados, al “Bofo” Bautista (en efecto: como quien dice, la infantería, la caballería, la marina y la aviación), a los demás les quedan dos caminos: o huir... o ponerse a rezar.

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La evocación resulta obligatoria: a mediados de los sesentas, cuando terminó su carrera como futbolista e inició la de entrenador con el Veracruz, Waldir Pereyra, “Didí” —bicampeón mundial con Brasil—, bosquejaba sus proyectos al pintoresco Pepe Lajud, propietario del equipo:
—Estoy preparando un sistema que nos permita defender con ocho y atacar con siete —le confió.

Lajud lo pensó unos segundos. Cuando le cayó el veinte, reviró:
—Muy bien, Didí... Sólo que, si me permites, tengo una duda...
—¿A ver...?
—Ocho para defender y siete para atacar, si no me equivoco, suman quince... ¿Tú crees que la FIFA nos permita jugar con quince a nosotros, y con once a los demás equipos...?

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Como en el ajedrez, en el futbol no se puede jugar con puros caballos, o con puros alfiles, o con puras torres. Como en el ajedrez, en el futbol todas las piezas cumplen una doble función. En el futbol, la posesión de la pelota determina la función. “Cuando es nuestra —dice el librito del Juego de la Pelota Gallega—, todos somos atacantes; cuando es del rival, todos somos defensores”.

Si poner muchos atacantes fuera la fórmula ideal, hace mucho que Perogrullo la habría patentado. Si no lo hizo, fue porque esa fórmula implica el riesgo de que a los equipos “ofensivos” a ultranza les suceda lo que al carro de los borrachos: que cuando llegaron las ambulancias, después del choque, descubrieron que todos venían... en el asiento de atrás.

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