Deportes

* Nostalgia

A propósito por Jaime García Elías

El Atlas es así: más comprometido con su pasado que con su futuro; proclive a enamorarse de su “ex”, por los siglos de los siglos santos, amén.
Esa peculiaridad explica —aunque no justifica— la euforia por la contratación, cocinada al cabo de idas y venidas, vueltas y revueltas, de Fabricio Fuentes, no sólo como “refuerzo” sino ya, de plano, como seguro “baluarte” del equipo rojinegro para el próximo Torneo Bicentenario.

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Incapaces de aprender de su propia historia; reacios a identificarse en el espejo en que se ven todos los días; proclives, en cambio, a tropezarse reiterativamente con la misma piedra, los dirigentes del Atlas han tenido, desde siempre, una tendencia enfermiza a echar a vuelo las campanas, más prematuramente de lo que recomienda la prudencia, y a meterle el diente, con voracidad, a la rebanada de pastel, antes de apagarle las velitas.
Mire usted:
Cuando Fuentes  se fue, hace cuatro años, con 29 sobre sus espaldas, estaba en su punto de madurez como futbolista. Sin embargo, sin desdoro de sus facultades, no hay ningún dato objetivo que avale las exageradas ponderaciones a sus méritos.
Era un buen jugador. Punto... Salió vendido al Villarreal porque la oferta pareció razonable a la directiva de entonces. Con el “Submarino Amarillo”, Fuentes fue de más a menos: cuando se fue (a los 29 años de edad, reiterémoslo), jugó 32 de los 38 partidos de la temporada; ahora que regresa (a los 33, recuérdese), lo hace sin haber jugado en un sola de las 16 jornadas que van en la campaña. Por algo será.

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La historia del Atlas es pródiga en ejemplos de defensa centrales —para no hablar de otros puestos— a los que se contrató a destiempo: cuando tenían mucho más pasado que futuro; botones de muestra, Albrecht y Chumpitaz... Igualmente es rica en ejemplos de que se idolatra a jugadores que no hicieron, objetivamente, merecimientos para ello; son ilustrativos de esa enfermiza proclividad, Berizzo —a quien se hizo el “homenaje” de retirar su número (el 3) de las alineaciones, como si alguna vez, a su paso por el Atlas,  hubiera hecho algo verdaderamente memorable—, Colotto... y ahora Fuentes.
Colofón: El buen deseo de que Fabricio vuelva a ser el buen jugador a secas que fue, es válido. El temor de que con él se cumpla aquello de que “nunca segundas partes fueron buenas”..., también.

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