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* Líderes

A propósito por Jaime García Elías

Para hacer el milagro de propiciar el salto, del pesimismo generalizado de hace unas semanas al optimismo ídem presente con respecto a sus perspectivas de dar ante Honduras, hoy, un paso decisivo hacia el Mundial del año próximo en Sudáfrica, la Selección Mexicana ha dependido básicamente de dos hombres: Javier Aguirre en la banca... y Giovani dos Santos en la cancha.

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Aunque debutó en esta, su “segunda oportunidad” como técnico nacional, con una derrota ante El Salvador --con lo que quedó claro que llegaba al puente de mando del “Tri” a trabajar y no a hacer milagros con su sola presencia--, el “Vasco” ha llevado a su equipo a una recuperación gradual...

Sin exhibir a nadie, ha eliminado discretamente a varios jugadores que quizá ya cumplieron su ciclo como jugadores de Selección... o que, al menos, no le garantizan la eficacia de los que ha retenido en su equipo de trabajo. (Serían, quizá --porque Javier se ha abstenido de enfrascarse en una guerra verbal tan desgastante como inútil con ellos--, los casos de Oswaldo Sánchez, Sinha, Pardo y unos cuantos más).

De aquel grupo de fantasmas, carentes de convicción y de ideas colectivas, que arrastraba las piernas sobre la cancha en las malhadadas “eras” de Hugo Sánchez y Sven-Goran Eriksson, al que consiguió renacer anímicamente de sus cenizas, como el Ave Fénix, al ligar dos victorias sobre Estados Unidos y la del sábado ante Costa Rica, hay un abismo. La evidente metamorfosis en ese grupo, es indicio inequívoco del liderazgo de Aguirre como técnico.

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Ahora bien: puesto que un técnico está perdido si carece de uno o varios jugadores que hagan las veces de poleas de transmisión de su mística y de sus conceptos en la cancha, hoy por hoy parece que si la cabeza de ese equipo es Aguirre, el alma del mismo es Giovani.

La diferencia esencial entre el “Gio” individualista, incapaz de responder a la confianza que Eriksson le dio al sostenerlo como titular, al “Gio” que el sábado, sin ir más lejos, dio una cátedra de sentido práctico ante los ticos, estriba en que aquél parecía decidido a llevarse todo el copal para su brasero, mientras éste, por su generosidad y por su sentido práctico para buscar los resultados, entiende que tan importante o más que el jugador que mete los goles, es el que los fabrica.

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