Deportes
* Lección
A propósito por Jaime García Elías
GUADALAJARA, JALISCO.- “Descalabro”, fue uno de los vocablos más empleados por la prensa mexicana para calificar, en una palabra, de manera lapidaria --es decir, cual si se tratara de colocar una lápida sobre la tumba de las ilusiones--, lo sucedido la noche del sábado en Kingston.
“Naufragio”, dijeron otros, con todo y que un naufragio es, de ordinario, más dramático que un simple descalabro o tropezón. Algunos decidieron ir más lejos: de ahí que no faltaran las etiquetas de “Vergüenza” o de “Fracaso”, por ejemplo..., aunque llamar “vergüenza” a una derrota implica menospreciar y aun ofender al adversario, al desdeñar el esfuerzo honesto que seguramente hubo en los cimientos de su victoria, y llamarla “fracaso” sólo se justificaría si no hubiera --como sí hay, en el caso-- la opción de levantarse.
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Se trata, evidentemente, de dramatizar el resultado... porque, después de todo, eso vende: extralimitarse en la euforia a la hora de la victoria y llegar, sin rubor, al punto de la autodenigración en el de la derrota. Además, es más fácil saltar, sin transición, de la cima a la sima, sin molestarse en buscar el punto medio en que es fama que se encuentra la virtud.
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Alguien lo dijo, y el coro se apropió de la aseveración para convertirla en estribillo: “El error de Sven-Goran Eriksson fue utilizar a un solo delantero”...
Tal vez el error reiterativo del técnico nacional haya consistido en dar por sentado que Giovani y Vela, por el hecho de participar (sin ser titulares aún en sus respectivos equipos) en una liga de Primer Mundo, como la premier inglesa, están llamados a ser animadores de la ofensiva mexicana en el Mundial de Sudáfrica-2010 --en la muy deseable hipótesis de que se llegue a esa meta--, y en darles, en el presente, los minutos que el sentido práctico recomendaría poner en manos de atacantes más hechos. No pensar en los que vayan a sacar 10 de calificación mañana, sino los que garanticen hoy --hasta donde algo puede garantizarse en materia de futbol-- el 8 que basta y sobra para conseguir la nota aprobatoria que se requiere.
Lo obvio, sin embargo, es que no fue uno --Bravo-- sino tres o cuatro, más los reemplazos (Arellano y Vuoso) los atacantes a los que, sin necesidad de ponerles sombrero charro, el sábado se les notaba a leguas lo mexicano.
“Naufragio”, dijeron otros, con todo y que un naufragio es, de ordinario, más dramático que un simple descalabro o tropezón. Algunos decidieron ir más lejos: de ahí que no faltaran las etiquetas de “Vergüenza” o de “Fracaso”, por ejemplo..., aunque llamar “vergüenza” a una derrota implica menospreciar y aun ofender al adversario, al desdeñar el esfuerzo honesto que seguramente hubo en los cimientos de su victoria, y llamarla “fracaso” sólo se justificaría si no hubiera --como sí hay, en el caso-- la opción de levantarse.
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Se trata, evidentemente, de dramatizar el resultado... porque, después de todo, eso vende: extralimitarse en la euforia a la hora de la victoria y llegar, sin rubor, al punto de la autodenigración en el de la derrota. Además, es más fácil saltar, sin transición, de la cima a la sima, sin molestarse en buscar el punto medio en que es fama que se encuentra la virtud.
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Alguien lo dijo, y el coro se apropió de la aseveración para convertirla en estribillo: “El error de Sven-Goran Eriksson fue utilizar a un solo delantero”...
Tal vez el error reiterativo del técnico nacional haya consistido en dar por sentado que Giovani y Vela, por el hecho de participar (sin ser titulares aún en sus respectivos equipos) en una liga de Primer Mundo, como la premier inglesa, están llamados a ser animadores de la ofensiva mexicana en el Mundial de Sudáfrica-2010 --en la muy deseable hipótesis de que se llegue a esa meta--, y en darles, en el presente, los minutos que el sentido práctico recomendaría poner en manos de atacantes más hechos. No pensar en los que vayan a sacar 10 de calificación mañana, sino los que garanticen hoy --hasta donde algo puede garantizarse en materia de futbol-- el 8 que basta y sobra para conseguir la nota aprobatoria que se requiere.
Lo obvio, sin embargo, es que no fue uno --Bravo-- sino tres o cuatro, más los reemplazos (Arellano y Vuoso) los atacantes a los que, sin necesidad de ponerles sombrero charro, el sábado se les notaba a leguas lo mexicano.