Deportes

* Lamentable epílogo

A propósito por Jaime García Elías

Por si no hubiera sido suficiente con la mediocre campaña del Guadalajara y la pésima de Atlas y Autónoma en el aspecto estrictamente futbolístico, el Torneo de Apertura tuvo el sábado, en el Estadio Jalisco, desde la perspectiva social, un corolario lamentable...

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La gresca que se desató en la tribuna que la “Barra 51” ha convertido en su querencia, fue el ejemplo perfecto de lo que jamás debería verse en un estadio de futbol...
Fue un espectáculo bochornoso. En el enfrentamiento entre las “fuerzas del orden” y varios centenares de fanáticos convertidos en energúmenos por la conciencia de su superioridad numérica, no puede haber la clasificación de buenos y malos, ni de víctimas y verdugos... Aquí nadie se salva. Si los espectadores que se las ingeniaron para violar la ley al ingresar y activar cohetones en las gradas fueron unos irresponsables, los policías que los reprimieron mediante el uso indiscriminado y sistemático de la fuerza bruta fueron unos inconscientes.
Violencia genera violencia. Necesariamente... El ciudadano común --ocupado, de ordinario, en otros menesteres-- puede olvidar, en determinadas circunstancias (las del sábado, por ejemplo), aunque no debería, esa premisa. Los responsables de la seguridad pública, en cambio, están obligados a tenerla siempre presente... Actuar como lo hicieron, alborotando el avispero, fue, por decir lo menos, una insensatez.

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En todo caso, además de la multa y de los problemas administrativos que se les vienen encima --nunca antes el Estadio Jalisco había sido objeto de una clausura... ¡y mucho menos por incidentes como los ocurridos el sábado!--, convendrá que los dirigentes (del Atlas... y de todos los equipos), deliberen y busquen soluciones al grave problema de la contaminación de que han sido objeto sus otrora risueñas “barras” de simpatizantes...
Si la transformación del aficionado en fanático ya era un efecto indeseable, la presencia de cantidades cada vez mayores de vándalos, antisociales y desadaptados en los llamados “grupos de animación”, constituyen una degradación del entorno natural del deporte, lo que de suyo es lamentable, y el caldo de cultivo propicio para una espiral de violencia que amenaza seriamente con convertir a los estadios en zonas de riesgo, en potenciales campos de batalla (cuando Jardiel Poncela escribió que “El futbol es el bacilo de la guerra civil”, quiso ser humorista: no profeta) y aniquile --lo que sería peor-- el carácter familiar, de suyo amable, del espectáculo.

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