Deportes
* Hidalguía
Alcides Ghiggia, autor del ‘Maracanazo’
Puede que la noticia, para los aficionados de nuevo cuño, resulte irrelevante: la inclusión de Alcides Ghiggia en la “Calzada de la Fama” del Estadio Maracaná: “O maior do mundo”, según proclaman los cariocas, y sobreviviente del duelo con el estadio londinense de Wembley --derruido y renovado recientemente-- como el más mítico de este planeta que, como todo mundo sabe, tiene en el centro un balón de futbol.
Tuvieron que pasar 59 años para que Ghiggia recibiera un homenaje en el escenario en que escribió el episodio más traumático en la historia del futbol brasileño...
*
El 16 de julio de 1950, ante 200 mil espectadores (173 mil 850 de ellos con boleto pagado, según los historiadores), Brasil y Uruguay disputaban la final del cuarto Mundial de la historia, en un estadio de dimensiones colosales para aquella época. Era el escenario a la medida para la epopeya previsible...
En el primer Mundial (Uruguay, 1930), Brasil, con derrota ante Yugoslavia y victoria sobre Bolivia, se quedó en la primera ronda. En el segundo (Italia, 1934), perdió ante España el boleto a Cuartos de Final. En el tercero (Francia, 1938), de corte casi exclusivamente europeo, perdió ante Italia en semifinales y venció a Suecia en el partido por el tercer lugar.
En el quinto, en casa, con todo dispuesto para que la colección de talentos que tenía en el “scratch” (Barbosa, Augusto, Juvenal, Bauer, Danilo, Bigode, Friaca, Zizinho, Ademir, Jair y Chico) conquistara la Copa del Mundo, la fiesta comenzó bien: en el minuto 13, gol de Friaca. El primer contratiempo llegó cuando Schiaffino empató los cartones. Y en el minuto 79, la conmoción: ¡gol de Ghiggia...!
Ha sido, sin duda, el gol más doloroso, lamentado y traumático de la historia del futbol: el gol que ha hecho llorar a más aficionados. Fue el gol que selló el celebérrimo “Maracanazo”, que Brasil tratará de atenuar --que no borrar: eso jamás-- en el 2014, cuando vuelva a ser sede de un Mundial.
*
El atacante uruguayo no tenía por qué compartir la calidad de “villano” de aquella historia con Barbosa, el arquero de la selección brasileña que muchas veces lamentó que la “vox pópuli” lo condenara al infierno del desdén, por un pecado que, en conciencia, siempre consideró no haber cometido.
Y así, a sus 83 años, Ghiggia recibió, en vida, el homenaje que el deportivismo le estaba debiendo.
Tuvieron que pasar 59 años para que Ghiggia recibiera un homenaje en el escenario en que escribió el episodio más traumático en la historia del futbol brasileño...
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El 16 de julio de 1950, ante 200 mil espectadores (173 mil 850 de ellos con boleto pagado, según los historiadores), Brasil y Uruguay disputaban la final del cuarto Mundial de la historia, en un estadio de dimensiones colosales para aquella época. Era el escenario a la medida para la epopeya previsible...
En el primer Mundial (Uruguay, 1930), Brasil, con derrota ante Yugoslavia y victoria sobre Bolivia, se quedó en la primera ronda. En el segundo (Italia, 1934), perdió ante España el boleto a Cuartos de Final. En el tercero (Francia, 1938), de corte casi exclusivamente europeo, perdió ante Italia en semifinales y venció a Suecia en el partido por el tercer lugar.
En el quinto, en casa, con todo dispuesto para que la colección de talentos que tenía en el “scratch” (Barbosa, Augusto, Juvenal, Bauer, Danilo, Bigode, Friaca, Zizinho, Ademir, Jair y Chico) conquistara la Copa del Mundo, la fiesta comenzó bien: en el minuto 13, gol de Friaca. El primer contratiempo llegó cuando Schiaffino empató los cartones. Y en el minuto 79, la conmoción: ¡gol de Ghiggia...!
Ha sido, sin duda, el gol más doloroso, lamentado y traumático de la historia del futbol: el gol que ha hecho llorar a más aficionados. Fue el gol que selló el celebérrimo “Maracanazo”, que Brasil tratará de atenuar --que no borrar: eso jamás-- en el 2014, cuando vuelva a ser sede de un Mundial.
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El atacante uruguayo no tenía por qué compartir la calidad de “villano” de aquella historia con Barbosa, el arquero de la selección brasileña que muchas veces lamentó que la “vox pópuli” lo condenara al infierno del desdén, por un pecado que, en conciencia, siempre consideró no haber cometido.
Y así, a sus 83 años, Ghiggia recibió, en vida, el homenaje que el deportivismo le estaba debiendo.