Deportes

* “Felizología”

A propósito por Jaime García Elías

A manera de preámbulo del ya tradicional tianguis de piernas que, a la voz de “Las mismas gatas, pero revolcadas”, cada año se celebra en Cancún, los dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol sacaron a relucir una faceta desconocida en el medio: la de fallidos escritores de manualitos de “felizología”. En ese tenor, convocaron a todos los sectores de la llamada “familia futbolera”, a firmar un barroco “Pacto de Respeto a la Autoridad”...

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Barroco pacto, en efecto, porque se supone que la autoridad, en todos los niveles, dispone de los mecanismos ad hoc para que sus afiliados la respeten.

La regla esencial del principio de autoridad es muy clara: “En lo discutible, libertad; en lo indiscutible, disciplina”... La norma, además, generalmente incorpora los elementos coercitivos eficaces para que la autoridad y las leyes que de ella emanan prevalezcan, y para sancionar a infractores y rebeldes.

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En el primer capítulo (“Juego Limpio”) resplandece esta gema: “La victoria pierde su valor si no se le conquista de manera digna y justa; engañar es fácil, pero no aporta nada”. (Háganselo saber a los “clavadistas” que se pasan los partidos tratando de engañar a los silbantes para conseguir penalties —cheques al portador que se cambian por goles... y eventualmente por victorias— a favor de sus equipos).

En el segundo capítulo se aconseja: “No busques excusas (...); no culpes al árbitro”. (¿Y cómo no, si los árbitros son —decía Armando Nogueira— “buenos ladrones crucificados en medio de dos cristos”...?).

En el octavo punto se recomienda: “No toleres las apuestas en los partidos en que participas; esto afecta negativamente tu habilidad (¡recáspita...!) y crea un conflicto de intereses”.

En el noveno salta, por fin, el meollo de todo el mamotreto: “Evita hacer declaraciones que pongan en duda la honorabilidad de cualquier afiliado a la FMF y a la imagen de nuestro futbol”. (La clásica, convertida en clamor soterrado de técnicos y jugadores —ineficientes para ganar, impreparados para perder— de atribuir las derrotas... a la deshonestidad de los silbantes).

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Hueco, grandilocuente, cursi hasta la pared de enfrente, el dichoso “pacto” es un denso catálogo de frases hechas, insustanciales, del que nadie —ya se verá— volverá a acordarse en cuanto comience a rodar el balón... y entren en juego todos los intereses vinculados con algo que, para bien o para mal, es mucho más que un deporte.

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