Deportes
* Despojo
A propósito por Jaime García Elías
Primer acto: el Atlas, especialista en alternar las de cal con las de arena, volvió a las andadas.
Segundo acto: el Guadalajara, al hilvanar —en forma un tanto azarosa— su octavo triunfo consecutivo, volvió a demostrar que Dios, hoy por hoy, en efecto, es “Chiva”. Sólo falta, para corroborarlo, una declaración ex cátedra emitida por la Santa Sede.
Tercer acto: José Alfredo Peñaloza, árbitro del Estudiantes-América que dio el cerrojazo a la jornada futbolera, se erigió en protagonista del partido (pecado mortal en un silbante, tanto mejor cuanto más discreto) al sacarse de la manga, con yerros que ponen en entredicho su capacidad técnica (para no incursionar en el resbaladizo terreno de la honestidad profesional), un regalo para los capitalinos... y un despojo escandaloso a los zapopanos.
*
Aunque Chitiva, con el gol que los cronistas antiguos llamaban “de la honrilla”, aportó la cereza en el helado del espectáculo, la derrota rojinegra ante el Cruz Azul prácticamente se selló desde que Barbosa —“para variar...”—, a los cinco minutos de juego, abrió el zaguán de par en par.
Tanto el indio (el propio arquero) como quienes lo hicieron compadre (su técnico, por ejemplo), insistirán en que el primero —como “Pepe el Toro”— “es inocente”... Sin embargo, a partir del criterio de que el buen portero detiene todas las parables y algunas de las imparables, queda claro que Barbosa, al claudicar con tanta frecuencia en las parables, pierde, él solo, más partidos de los que ayuda a ganar.
*
El San Luis, al pararse como lo hizo, al maniatar al Guadalajara y al tomar la iniciativa, hizo algo poco recomendable en un mortal común: tentar a Dios. Amenazó seriamente con burlar los pronósticos mayoritarios y consumar la gran sorpresa.
Antes de la media hora de partido, Diego Martínez hizo para la causa de las “Chivas” tanto o más que en sus tiempos con el “Rebaño”: le puso a Bautista, envuelto para regalo, el gol que estropeó la hombrada que su actual equipo estaba labrando meticulosamente.
*
El Estadio Jalisco, ayer, fue territorio americanista... como casi seguramente lo hubiera sido el “3 de Marzo”. Queda la duda, así, de si el silbante que escribió, a punta de errores, la historia de ese partido, lo hizo por influencia del entorno —el pánico escénico que aterra a los pusilánimes—... o si lo hizo, sin más, por incompetente.
Segundo acto: el Guadalajara, al hilvanar —en forma un tanto azarosa— su octavo triunfo consecutivo, volvió a demostrar que Dios, hoy por hoy, en efecto, es “Chiva”. Sólo falta, para corroborarlo, una declaración ex cátedra emitida por la Santa Sede.
Tercer acto: José Alfredo Peñaloza, árbitro del Estudiantes-América que dio el cerrojazo a la jornada futbolera, se erigió en protagonista del partido (pecado mortal en un silbante, tanto mejor cuanto más discreto) al sacarse de la manga, con yerros que ponen en entredicho su capacidad técnica (para no incursionar en el resbaladizo terreno de la honestidad profesional), un regalo para los capitalinos... y un despojo escandaloso a los zapopanos.
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Aunque Chitiva, con el gol que los cronistas antiguos llamaban “de la honrilla”, aportó la cereza en el helado del espectáculo, la derrota rojinegra ante el Cruz Azul prácticamente se selló desde que Barbosa —“para variar...”—, a los cinco minutos de juego, abrió el zaguán de par en par.
Tanto el indio (el propio arquero) como quienes lo hicieron compadre (su técnico, por ejemplo), insistirán en que el primero —como “Pepe el Toro”— “es inocente”... Sin embargo, a partir del criterio de que el buen portero detiene todas las parables y algunas de las imparables, queda claro que Barbosa, al claudicar con tanta frecuencia en las parables, pierde, él solo, más partidos de los que ayuda a ganar.
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El San Luis, al pararse como lo hizo, al maniatar al Guadalajara y al tomar la iniciativa, hizo algo poco recomendable en un mortal común: tentar a Dios. Amenazó seriamente con burlar los pronósticos mayoritarios y consumar la gran sorpresa.
Antes de la media hora de partido, Diego Martínez hizo para la causa de las “Chivas” tanto o más que en sus tiempos con el “Rebaño”: le puso a Bautista, envuelto para regalo, el gol que estropeó la hombrada que su actual equipo estaba labrando meticulosamente.
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El Estadio Jalisco, ayer, fue territorio americanista... como casi seguramente lo hubiera sido el “3 de Marzo”. Queda la duda, así, de si el silbante que escribió, a punta de errores, la historia de ese partido, lo hizo por influencia del entorno —el pánico escénico que aterra a los pusilánimes—... o si lo hizo, sin más, por incompetente.