Deportes
* Da y quita
A propósito por Jaime García Elías
Fue más noticia, por el eco que tuvieron ambos hechos en los medios de comunicación, el fracaso del América al caer ante el Monterrey en el duelo decisivo por el pase a la Copa Libertadores, que la victoria de los ahora Estudiantes sobre el Puebla, con la misma motivación, en el Torneo Interliga.
El hecho se explica por sí mismo: hay un abismo entre la popularidad que suscita el América (paradójicamente, junto con el Guadalajara, uno de los equipos más populares de México... pero también, al mismo tiempo, el más impopular) y el raquítico poder de convocatoria que alcanzan los universitarios.
*
Como quiera, el desenlace del certamen que sirvió de preámbulo para el Torneo Bicentenario que arranca este fin de semana, invita a hacer un par de reflexiones...
Por una parte, a despecho de los desgarramientos de vestiduras de algunos “expertos”, inspirados por la mediocridad galopante de los equipos de Jalisco, por su incapacidad —que se va volviendo crónica— para convertirse en protagonistas de las competencias domésticas, el hecho consumado es que dos equipos del terruño, antes Guadalajara y ahora Estudiantes, consiguieron —“haiga sido como haiga sido”, dijo el clásico— sendos boletos para el torneo de clubes más prestigioso del continente.
Independientemente de las exigencias que la distinción implica, puesto que los equipos que califican a la Libertadores prácticamente tienen que disputar dos campeonatos paralelos, que no pocas veces les generan interferencias, se trata de una distinción. A diferencia de lo que ocurre con la pomposa “Copa de Campeones de la Concacaf” y torneos similares, la Libertadores prestigia a quien participa en ella. Y si llega lejos, más.
*
Por la otra, aunque la conquista fue un tanto fortuita —las crónicas hablan menos de la famosa e indefinible “actitud” de la tropilla de Miguel Herrera que de los graves descuidos de los América y Puebla que tuvieron lamentables repercusiones para su causa—, se trata del primer éxito notorio a partir de que Juan José Frangie comenzó a meter mano en el equipo, después de que se frustró el proyecto de hacer del Atlas el equipo insignia de su grupo.
Evidentemente, el proyecto de referencia se fortalecerá en la medida en que los Estudiantes avancen —y eventualmente incorporen nombres ilustres a la lista de los adversarios a los que derroten— en el único certamen, a nivel continental, que, en efecto, “da y quita”.
El hecho se explica por sí mismo: hay un abismo entre la popularidad que suscita el América (paradójicamente, junto con el Guadalajara, uno de los equipos más populares de México... pero también, al mismo tiempo, el más impopular) y el raquítico poder de convocatoria que alcanzan los universitarios.
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Como quiera, el desenlace del certamen que sirvió de preámbulo para el Torneo Bicentenario que arranca este fin de semana, invita a hacer un par de reflexiones...
Por una parte, a despecho de los desgarramientos de vestiduras de algunos “expertos”, inspirados por la mediocridad galopante de los equipos de Jalisco, por su incapacidad —que se va volviendo crónica— para convertirse en protagonistas de las competencias domésticas, el hecho consumado es que dos equipos del terruño, antes Guadalajara y ahora Estudiantes, consiguieron —“haiga sido como haiga sido”, dijo el clásico— sendos boletos para el torneo de clubes más prestigioso del continente.
Independientemente de las exigencias que la distinción implica, puesto que los equipos que califican a la Libertadores prácticamente tienen que disputar dos campeonatos paralelos, que no pocas veces les generan interferencias, se trata de una distinción. A diferencia de lo que ocurre con la pomposa “Copa de Campeones de la Concacaf” y torneos similares, la Libertadores prestigia a quien participa en ella. Y si llega lejos, más.
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Por la otra, aunque la conquista fue un tanto fortuita —las crónicas hablan menos de la famosa e indefinible “actitud” de la tropilla de Miguel Herrera que de los graves descuidos de los América y Puebla que tuvieron lamentables repercusiones para su causa—, se trata del primer éxito notorio a partir de que Juan José Frangie comenzó a meter mano en el equipo, después de que se frustró el proyecto de hacer del Atlas el equipo insignia de su grupo.
Evidentemente, el proyecto de referencia se fortalecerá en la medida en que los Estudiantes avancen —y eventualmente incorporen nombres ilustres a la lista de los adversarios a los que derroten— en el único certamen, a nivel continental, que, en efecto, “da y quita”.