Deportes
* “Cuau”
A propósito por Jaime García Elías
Se le trepó, sin anestesia, a los cuernos de la luna. En la etapa en que la Selección Nacional caminaba en la eliminatoria mundialista como “La Burrita” de la canción (“dos pasitos p’adelante y dos pasitos para atrás”), se le infló al declararlo “salvador de la patria”. En prenda de ese título, propuesto por un sector de la crítica y avalado por esa cosa a la que llaman “el respetable”, se le otorgó, incluso, el Premio Nacional del Deporte. Nada menos.
Eso fue ayer. Hoy, cumplidas dos jornadas con otras tantas derrotas en el Veracruz que milita en la división de ascenso, Cuauhtémoc Blanco podría deambular por los portales de “La Parroquia”, en el tres veces heroico puerto jarocho, tarareando, cabizbajo, las viejas coplas:
“Ayer maravilla fui, Llorona..., y ahora ni sombra soy”.
*
El refrán advierte que “una golondrina no hace verano”. Ni dos, desde luego...
Habrá quien solicite, en esas condiciones, que a Blanco se le dé el beneficio de la duda; que se califique su desempeño con el Veracruz, en su regreso al futbol mexicano, dentro de dos o tres meses: en el momento adecuado para ponderar sus posibilidades de ser tomado en cuenta no sólo como integrante del “Tri” para el Mundial de Sudáfrica, sino como posible pieza clave en sus aspiraciones.
*
Parece difícil, sin embargo, que esas buenas intenciones se concreten. Por lo que se vio en la campaña anterior en el circuito inferior, ni es el Veracruz un equipo lo suficientemente sólido para que se le dé la condición de favorito para el ascenso --por encima del Necaxa, por ejemplo--... ni hay indicios de que Cuauhtémoc, en un futbol más físico que técnico, encuentre las condiciones propicias para conjugar el verbo jugar, mientras sus compañeros y sus adversarios, apremiados por las circunstancias, se limitan a conjugar, por sobre todas las cosas, el verbo correr.
*
Advertía Goethe que “no todos los caminos están hechos para todos los caminantes”...
En esas condiciones, salvo prueba en contrario, ni el Veracruz parece ser el equipo en que Blanco pudiera sostenerse y seguir cobrando como figura del futbol, ni el Mundial de Sudáfrica parece ser una competencia a la medida para un jugador cuyos mejores tiempos --independientemente de la idolatría que suscita en un medio en que sigue siendo cierto que “el que no conoce a Dios...”, etc.-- ya pertenecen al pasado.
Eso fue ayer. Hoy, cumplidas dos jornadas con otras tantas derrotas en el Veracruz que milita en la división de ascenso, Cuauhtémoc Blanco podría deambular por los portales de “La Parroquia”, en el tres veces heroico puerto jarocho, tarareando, cabizbajo, las viejas coplas:
“Ayer maravilla fui, Llorona..., y ahora ni sombra soy”.
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El refrán advierte que “una golondrina no hace verano”. Ni dos, desde luego...
Habrá quien solicite, en esas condiciones, que a Blanco se le dé el beneficio de la duda; que se califique su desempeño con el Veracruz, en su regreso al futbol mexicano, dentro de dos o tres meses: en el momento adecuado para ponderar sus posibilidades de ser tomado en cuenta no sólo como integrante del “Tri” para el Mundial de Sudáfrica, sino como posible pieza clave en sus aspiraciones.
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Parece difícil, sin embargo, que esas buenas intenciones se concreten. Por lo que se vio en la campaña anterior en el circuito inferior, ni es el Veracruz un equipo lo suficientemente sólido para que se le dé la condición de favorito para el ascenso --por encima del Necaxa, por ejemplo--... ni hay indicios de que Cuauhtémoc, en un futbol más físico que técnico, encuentre las condiciones propicias para conjugar el verbo jugar, mientras sus compañeros y sus adversarios, apremiados por las circunstancias, se limitan a conjugar, por sobre todas las cosas, el verbo correr.
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Advertía Goethe que “no todos los caminos están hechos para todos los caminantes”...
En esas condiciones, salvo prueba en contrario, ni el Veracruz parece ser el equipo en que Blanco pudiera sostenerse y seguir cobrando como figura del futbol, ni el Mundial de Sudáfrica parece ser una competencia a la medida para un jugador cuyos mejores tiempos --independientemente de la idolatría que suscita en un medio en que sigue siendo cierto que “el que no conoce a Dios...”, etc.-- ya pertenecen al pasado.