Deportes

* Congruencia

A propósito por Jaime García Elías

Renunciar, como lo hizo Néstor de la Torre, a la dirección de la Comisión  de Selecciones Nacionales, lejos de ser degradante, es honroso...
(Como dijo Nacho Trelles, hace muchos años, al renunciar al cargo de timonel de aquel América de hace medio siglo en que comenzó la transición de la mediocridad al protagonismo que --cuestiones de simpatías o antipatías aparte-- ha alcanzado en el futbol mexicano: “Yo sé nadar... pero en el agua; no en el fango”).

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La renuncia de Néstor, como corolario del escándalo con que culminó la concentración del “Tri” para los recientes partidos ante Ecuador y Colombia, fue la confirmación de lo que un buen amigo (un abrazo, doctor Ángel Guillermo Ruiz Moreno), como buen jurista, define como “la aplicación del Artículo Primero de la Ley General de Hilados y Tejidos: el que establece que ‘La hebra se revienta siempre por lo más delgado’”.
Néstor tenía razón: desde el momento en que devino escándalo el “reventón” que organizaron trece de los jugadores convocados para los partidos de referencia, disputados uno en Guadalajara y otro en Monterrey, las cosas no podían dejarse de ese tamaño.

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La Federación Mexicana de Futbol tenía que enviar a los millones de feligreses de la religión del deporte y de creyentes en los idolitos a los que se instala en el nicho de la Selección, el mensaje de que esa distinción implica una grave responsabilidad... y de que quien la aprovecha como pretexto para darle vuelo a la hilacha, amerita un correctivo.
Fue, sin más, lo que hizo Néstor: aunque les duela, porque se sienten intocables y porque como profesionales han sido unos mimados --las prestaciones para los seleccionados nacionales son desproporcionadamente mayores a las exigencias--, lo procedente era aplicar sanciones... y hacerlas públicas. Ya si eso representó un conflicto familiar para todos ellos y un descrédito individual y colectivo a los ojos del público, es asunto suyo: quien se salta las trancas, asume los riesgos.

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El desenlace de la historia es honroso para Néstor de la Torre... y oprobioso para los futbolistas que exigían su retractación y una disculpa pública. Néstor demostró su estatura moral en ese episodio; los trece mamarrachos que provocaron su salida --y, de paso, los pusilánimes federativos, incapaces de alinearse a favor de la disciplina y la decencia--, exhibieron, en cambio, su escandalosa pequeñez como seres humanos.

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