Deportes

* Compromisos

A propósito por Jaime García Elías

En lo que se dirime el fondo del asunto relacionado con la legalidad de la asamblea en que los accionistas del Club Guadalajara decidieron transformar la añeja asociación civil en sociedad anónima de capital variable y se defina, por ende, si los derechos sobre el nombre de la institución, sus accesorios y la validez de los contratos de comercialización corresponden a Francisco Cárdenas y su grupo o a Jorge Vergara y asociados (ningún pitoniso consigue vislumbrar con claridad qué será primero: si eso... o la conquista del segundo título en la historia del Atlas), está la otra cuestión: el “no” categórico de la Federación Mexicana de Futbol a los dirigentes del “Rebaño Sagrado” para disponer de sus jugadores seleccionados, para los partidos de la Copa Libertadores.

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Se comprende el afán de los dirigentes rojiblancos por jalarle a la cobija: una cosa es el discurso acerca de “jugársela” con las fuerzas básicas después de varios sonoros fracasos en la contratación de supuestos refuerzos —los casos de Amaury Ponce, Carlos Ochoa y Jared Borgetti serían los más recientes—, y otra muy diferente es tratar de tapar el sol con un dedo. Una cosa es querer marear incautos tratando de hacer “de la necesidad, virtud”, y otra soslayar que las posibilidades del equipo en el certamen continental serían unas con los seleccionados en la alineación, y otras muy diferentes con los sustitutos de Michel, Magallón (prácticamente seguros con el “Tri”), el “Chícharo” Hernández, Medina y alguno más.

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El conflicto de intereses es claro. De hecho, el episodio, en mayor o menor medida, se reedita cada cuatro años: llegados a la fecha límite para poner a punto a la Selección para la Copa del Mundo, necesariamente tiene que tomarse una decisión. El asunto estriba en decidir a qué se da prioridad: si se deja a los jugadores a cumplir sus compromisos con sus equipos de club, o si se ponen —valga la expresión— todos los huevos en el canasto de la Selección.

La decisión, en todo caso, es tomada libremente por los dueños de la pelota. Y cuando se habla de ello, lo honesto es exigir que los dirigentes de clubes pasen del dicho al hecho y honren, aunque les duela, la palabra que empeñan cuando dicen estar dispuestos a sacrificar sus intereses particulares en beneficio de los intereses —superiores, supuestamente— del futbol mexicano en pleno.

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