Deportes
* Cataplasmas
A propósito por Jaime García Elías
Tampoco, tampoco...
Probablemente tengan razón el cantante Alejandro Fernández, el futbolista Rafael Márquez y el empresario Guillermo Romo en su diagnóstico: el Club Atlas, por el que seguramente tienen un genuino afecto, hasta el punto de sumar sus voluntades e intentar comprometer en el destino de la institución --y, particularmente, de su equipo de futbol profesional-- parte de sus respectivos capitales, necesita, a toda costa, modernizar su esquema operativo. Necesita manejarse con visión empresarial... Tiene un capital inconmensurable: la fidelidad inquebrantable de sus simpatizantes. Que no sean, ni remotamente, tantos como los que tiene el Guadalajara, no implica que ese potencial sea despreciable.
*
Probablemente tengan razón, también, al explicar la decisión de meter reversa como aspirantes a inyectarle al juguete los dinerales que se requieren para garantizar, a mediano plazo, su viabilidad financiera, en la falta de transparencia de los actuales dirigentes: la opacidad para dar cuenta de los términos en que se firmó --la semana pasada apenas, por cierto-- el contrato con el flamante técnico, Carlos Ischia; la negativa a informar acerca de los compromisos que se tienen con los patrocinadores del club; el sigilo absoluto con respecto a jugadores que supuestamente están en vías de ser contratados por el equipo... (“Nadie en su sano juicio puede poner dinero para algo sin saber cuáles son los compromisos financieros inmediatos, y esa información nunca la tuvimos”, expresó Alejandro Fernández en el comunicado en que pinta su raya).
*
Sin embargo, también hay que decir que la aseveración de que su propuesta, tendiente a convertir al Atlas “en un club del Siglo XXI”, no pasaba de ser un catálogo de buenas intenciones. Tampoco los señores Fernández, Márquez y Romo tienen un historial que los avale como salvadores de clubes en desgracia. Tampoco ellos soltaron prenda sobre la naturaleza de la intervención que tendrían el Chicago Fire y el Barcelona en su proyecto... Tampoco ellos, para decirlo pronto, hicieron mucho más que “blofear”.
Por lo pronto, el desistimiento del grupo de presuntos inversionistas que más notas dio en las semanas anteriores por su supuesto interés por aportar el salvavidas financiero que el Atlas está pidiendo a gritos desde hace años y felices días --lo de “felices días” es un decir...--, demuestran que el tratamiento que se requiere para sacar al club de su marasmo, exigirá algo más que cataplasmas de jitomate y chiquiadores de yerbabuena...
Probablemente tengan razón el cantante Alejandro Fernández, el futbolista Rafael Márquez y el empresario Guillermo Romo en su diagnóstico: el Club Atlas, por el que seguramente tienen un genuino afecto, hasta el punto de sumar sus voluntades e intentar comprometer en el destino de la institución --y, particularmente, de su equipo de futbol profesional-- parte de sus respectivos capitales, necesita, a toda costa, modernizar su esquema operativo. Necesita manejarse con visión empresarial... Tiene un capital inconmensurable: la fidelidad inquebrantable de sus simpatizantes. Que no sean, ni remotamente, tantos como los que tiene el Guadalajara, no implica que ese potencial sea despreciable.
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Probablemente tengan razón, también, al explicar la decisión de meter reversa como aspirantes a inyectarle al juguete los dinerales que se requieren para garantizar, a mediano plazo, su viabilidad financiera, en la falta de transparencia de los actuales dirigentes: la opacidad para dar cuenta de los términos en que se firmó --la semana pasada apenas, por cierto-- el contrato con el flamante técnico, Carlos Ischia; la negativa a informar acerca de los compromisos que se tienen con los patrocinadores del club; el sigilo absoluto con respecto a jugadores que supuestamente están en vías de ser contratados por el equipo... (“Nadie en su sano juicio puede poner dinero para algo sin saber cuáles son los compromisos financieros inmediatos, y esa información nunca la tuvimos”, expresó Alejandro Fernández en el comunicado en que pinta su raya).
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Sin embargo, también hay que decir que la aseveración de que su propuesta, tendiente a convertir al Atlas “en un club del Siglo XXI”, no pasaba de ser un catálogo de buenas intenciones. Tampoco los señores Fernández, Márquez y Romo tienen un historial que los avale como salvadores de clubes en desgracia. Tampoco ellos soltaron prenda sobre la naturaleza de la intervención que tendrían el Chicago Fire y el Barcelona en su proyecto... Tampoco ellos, para decirlo pronto, hicieron mucho más que “blofear”.
Por lo pronto, el desistimiento del grupo de presuntos inversionistas que más notas dio en las semanas anteriores por su supuesto interés por aportar el salvavidas financiero que el Atlas está pidiendo a gritos desde hace años y felices días --lo de “felices días” es un decir...--, demuestran que el tratamiento que se requiere para sacar al club de su marasmo, exigirá algo más que cataplasmas de jitomate y chiquiadores de yerbabuena...