Deportes
* Caoba
A propósito, por Jaime García Elías
Dicen, los que la conocen bien, que la actual selección española está hecha “de otra madera”. De caoba, probablemente.
Si a su victoria sobre Italia, el domingo, se le dio el rango de hazaña, ¿qué podrá decirse de la de ayer, sobre Rusia?... Aquélla sirvió para sacudirse una añeja “jettatura”; para ahuyentar fantasmas. Ésta, para clasificar a la final de la Eurocopa; para hacer historia, pues.
*
Los pronósticos, ayer, se hicieron pomada. No tanto porque Rusia sea una aplanadora, sino porque tenía en sus filas al jugador que más ha brillado, individualmente, en la actual edición de la Eurocopa: Andrei Arshavin. Pero, sobre todo, porque la historia aconsejaba no creer demasiado en los españoles: a diferencia de lo que sucede en otros deportes --el basquetbol, por ejemplo--, suele decirse que, en materia de futbol, los españoles no saben ser protagonistas... ni siquiera en España.
El argumento en que se apoya esa cruel aseveración es similar al que pesa como loza sobre las espaldas de los futbolistas mexicanos: las figuras en sus equipos de club --si se les puede llamar clubes--, aun cuando esos equipos merezcan ser considerados como los mejores del mundo, son, vía de regla, los extranjeros.
*
El domingo quedaron algunas dudas. Primero, porque durante los 90 minutos reglamentarios y los 30 adicionales, cualquiera pudo ganar. Luego, porque aunque el lugar común establece que los penalties son una lotería, los antecedentes avalaban tanto la solvencia de los italianos como la insolvencia de los españoles en esa instancia suprema. Es decir que España tuvo en Íker Casillas, en el arco, al protagonista que Italia no tuvo en ninguna de sus líneas...
Ayer, en cambio, no quedaron dudas. Si ganar en penalties deja la sospecha de que eventualmente el azar pesó más que la capacidad, el talento y otras zarandajas, ganar por tres a cero no deja margen para las dudas... Y mucho menos si, como sucedió esta vez, el marcador refleja con bastante fidelidad lo que sucedió sobre la cancha.
*
Dicen, quienes los conocen a fondo, que los antiguos seleccionados españoles transmitían desde la cancha una sensación de inseguridad, angustia y sufrimiento, y que los actuales la transmiten de alegría, desenfado y solvencia. Concluyen que esta escuadra española es capaz de cualquier cosa... Incluso de jugar sin complejos ante Alemania.
Poco habrá de vivir quien no viva para comprobarlo.
Si a su victoria sobre Italia, el domingo, se le dio el rango de hazaña, ¿qué podrá decirse de la de ayer, sobre Rusia?... Aquélla sirvió para sacudirse una añeja “jettatura”; para ahuyentar fantasmas. Ésta, para clasificar a la final de la Eurocopa; para hacer historia, pues.
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Los pronósticos, ayer, se hicieron pomada. No tanto porque Rusia sea una aplanadora, sino porque tenía en sus filas al jugador que más ha brillado, individualmente, en la actual edición de la Eurocopa: Andrei Arshavin. Pero, sobre todo, porque la historia aconsejaba no creer demasiado en los españoles: a diferencia de lo que sucede en otros deportes --el basquetbol, por ejemplo--, suele decirse que, en materia de futbol, los españoles no saben ser protagonistas... ni siquiera en España.
El argumento en que se apoya esa cruel aseveración es similar al que pesa como loza sobre las espaldas de los futbolistas mexicanos: las figuras en sus equipos de club --si se les puede llamar clubes--, aun cuando esos equipos merezcan ser considerados como los mejores del mundo, son, vía de regla, los extranjeros.
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El domingo quedaron algunas dudas. Primero, porque durante los 90 minutos reglamentarios y los 30 adicionales, cualquiera pudo ganar. Luego, porque aunque el lugar común establece que los penalties son una lotería, los antecedentes avalaban tanto la solvencia de los italianos como la insolvencia de los españoles en esa instancia suprema. Es decir que España tuvo en Íker Casillas, en el arco, al protagonista que Italia no tuvo en ninguna de sus líneas...
Ayer, en cambio, no quedaron dudas. Si ganar en penalties deja la sospecha de que eventualmente el azar pesó más que la capacidad, el talento y otras zarandajas, ganar por tres a cero no deja margen para las dudas... Y mucho menos si, como sucedió esta vez, el marcador refleja con bastante fidelidad lo que sucedió sobre la cancha.
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Dicen, quienes los conocen a fondo, que los antiguos seleccionados españoles transmitían desde la cancha una sensación de inseguridad, angustia y sufrimiento, y que los actuales la transmiten de alegría, desenfado y solvencia. Concluyen que esta escuadra española es capaz de cualquier cosa... Incluso de jugar sin complejos ante Alemania.
Poco habrá de vivir quien no viva para comprobarlo.