Deportes
* “Botana”
A propósito por Jaime García Elías
En lo que llegan los platitos con la botana --el “clásico light” de esta tarde, con Guadalajara y Atlas como protagonistas, animado, supuestamente, por intenciones filantrópicas--, continúan los ecos del desenlace del melodrama que tuvo a Ramón Morales, desde la perspectiva del aficionado común, como víctima de un atropello por parte de una directiva que no respetó, como en teoría debería hacerlo, la trayectoria de Ramón en el club y su aportación para el engrandecimiento del mismo.
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El aficionado común no tiene la obligación de conocer los pormenores de una historia para analizar objetivamente los hechos. El aficionado común fabrica sus ídolos y presupone que, por serlo, deberían ser intocables... Los directivos, en cambio, son parte de una relación laboral, y en el momento en que estiman que el jugador ha dejado de ser productivo, están en todo su derecho de defenderse.
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Mientras fue titular indiscutible en el equipo, pieza fundamental en resultados positivos de campañas como la que llevó al Guadalajara al título en el Torneo Apertura 2006, seleccionado nacional e incluso capitán del “Tri”, Ramón hizo contratos que le permitieron alcanzar un salario mensual --según ha venido a saberse-- de 85 mil dólares (al tipo de cambio actual, poco más de un millón cien mil pesos). Si se suman los minutos del torneo anterior en que intervino; si se consideran los goles y/o asistencias que aportó; si se ponderan los resultados alcanzados, merced a su concurso, durante la campaña; si se incorporan, incluso, los beneficios aportados a las finanzas de la institución por la venta de camisetas con su nombre y por los aficionados que acudían al estadio principalmente por el buen deseo de ver jugar a su ídolo, se llegará, dolorosamente, a la conclusión de que Ramón ya no valía lo que le costaba al Guadalajara.
La determinación de pagarle el 80% del salario estipulado (68 mil dólares: cerca de 900 mil pesos mensuales) durante los seis meses que tenía firmados, a sabiendas de que en ese lapso ya no vería acción en el equipo, es, al margen de la simpatía o antipatía que pueda tenerse por los dueños del juguete, una salida digna: nada que ver con la irrespetuosa patada en el trasero de un jugador “histórico” que quieren ver quienes --por sobradas razones, dicho sea de paso-- han acumulado ojeriza con respecto a su ahora ex patrón.
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El aficionado común no tiene la obligación de conocer los pormenores de una historia para analizar objetivamente los hechos. El aficionado común fabrica sus ídolos y presupone que, por serlo, deberían ser intocables... Los directivos, en cambio, son parte de una relación laboral, y en el momento en que estiman que el jugador ha dejado de ser productivo, están en todo su derecho de defenderse.
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Mientras fue titular indiscutible en el equipo, pieza fundamental en resultados positivos de campañas como la que llevó al Guadalajara al título en el Torneo Apertura 2006, seleccionado nacional e incluso capitán del “Tri”, Ramón hizo contratos que le permitieron alcanzar un salario mensual --según ha venido a saberse-- de 85 mil dólares (al tipo de cambio actual, poco más de un millón cien mil pesos). Si se suman los minutos del torneo anterior en que intervino; si se consideran los goles y/o asistencias que aportó; si se ponderan los resultados alcanzados, merced a su concurso, durante la campaña; si se incorporan, incluso, los beneficios aportados a las finanzas de la institución por la venta de camisetas con su nombre y por los aficionados que acudían al estadio principalmente por el buen deseo de ver jugar a su ídolo, se llegará, dolorosamente, a la conclusión de que Ramón ya no valía lo que le costaba al Guadalajara.
La determinación de pagarle el 80% del salario estipulado (68 mil dólares: cerca de 900 mil pesos mensuales) durante los seis meses que tenía firmados, a sabiendas de que en ese lapso ya no vería acción en el equipo, es, al margen de la simpatía o antipatía que pueda tenerse por los dueños del juguete, una salida digna: nada que ver con la irrespetuosa patada en el trasero de un jugador “histórico” que quieren ver quienes --por sobradas razones, dicho sea de paso-- han acumulado ojeriza con respecto a su ahora ex patrón.