Cultura
Relatan entrega de premio a Claudio Magris
Asistentes al Salón Juan Rulfo de la Expo Guadalajara aplauden la presencia del escritor
GUADALAJARA, JALISCO (01/DIC/2014).- Teresa Torres dice que
Claudio Magris habla muy bonito.
Lo escuchó el pasado sábado, a través de la televisión, cuando el italiano recibió el Premio FIL en Lenguas Romances 2014 y dijo algunas palabras en español.
En el agolpado Salón Juan Rulfo de Expo Guadalajara se elevan las voces de los "mil jóvenes" que llegaron para escuchar las palabras del escritor italiano. Allí está Teresa Torres y José Francisco, su marido. Ella dice que cada uno, por la edad, vale por cinco jóvenes.
Claudio Magris entra al salón. El silencio se impone. Pero luego su presencia es aplaudida. Viste un saco oscuro, un suéter oscuro y una camisa azul cielo.
Lo acompaña Juan Cruz. El periodista, chaparro, canoso, carga unos papeles bajo el brazo. Se sienta y dice que admira a Magris porque hace cuatro años el escritor Jorge Semprún le dijo que Claudio Magris era un verdadero europeo: el más querido en el café, el más admirado en su ciudad; un hombre inteligente que nos ayuda a entender la dimensión sentimental de la Europa sin fronteras.
El español dice que la escritura en Magris es una respiración honda y de calidad. Viajar con sus libros es acercarnos a saber casi todo lo que sabe de los libros y de la vida. La lectura de sus libros, agrega Cruz, da el confort que producen los sabios. El lector se va de ellos como si él mismo los hubiera escrito.
Pero los jóvenes -hasta ese entonces- miran a Magris con esa admiración que se le da a los edificios o a las estatuas. "Con reverencia, pero sin intimidad", como escribió Antonio Muñoz Molina.
Magris toma la palabra y su voz rezuma sencillez. Dice que nadie es maestro todo el tiempo y que en la preparatoria él tenía profesores que le abrían horizontes y lo ponían a leer a Dante y a Lutero y lo ridiculizaban cuando él aplastaba con su conocimiento a alguno de sus compañeros.
Esos profesores le enseñaron que en la vida, más que enseñar, lo que uno puede hacer es demostrar algo.
A los 17 años, Magris hablaba con un poeta sabio. Y a los 75 mantiene en vilo a todo un auditorio. Les demuestra cosas. Les dice que cuando era joven aprendió a unir el amor a los libros con la ironía. Le gustaba ver las cosas con la sencillez de un niño, como el Quijote cuando entró en la cueva de Montesinos y a su regreso le dijo a Sancho que vio cosas maravillosas que sólo existían en su imaginación.
Ante las preguntas de los jóvenes, Magris se muestra mesurado. Uno de ellos le pregunta sobre la violencia en México y él le contesta que el horror es la respuesta.
Magris agrega que ante estas situaciones hay que decir no, pero también hay que estudiar las causas y descubrir los vínculos entre el orden y la delincuencia. Pide tener el corazón caliente y la cabeza fría para entender que no basta con el generoso entusiasmo y las palabras nobles para ganar esta terrible lucha.
Resalta que la lectura es fundamental, pero no como condición de conocimiento. Para él, hay libros que ayudan a entender la valentía, la maldad, la bondad. Y otros que dan fuerza. Afirma que los grandes libros, como La Biblia o El Corán, cambian la vida. Recomienda a los jóvenes leer lo que quieran, sin hacer caso a la publicidad.
EL INFORMADOR / GONZALO JÁUREGUI
Lo escuchó el pasado sábado, a través de la televisión, cuando el italiano recibió el Premio FIL en Lenguas Romances 2014 y dijo algunas palabras en español.
En el agolpado Salón Juan Rulfo de Expo Guadalajara se elevan las voces de los "mil jóvenes" que llegaron para escuchar las palabras del escritor italiano. Allí está Teresa Torres y José Francisco, su marido. Ella dice que cada uno, por la edad, vale por cinco jóvenes.
Claudio Magris entra al salón. El silencio se impone. Pero luego su presencia es aplaudida. Viste un saco oscuro, un suéter oscuro y una camisa azul cielo.
Lo acompaña Juan Cruz. El periodista, chaparro, canoso, carga unos papeles bajo el brazo. Se sienta y dice que admira a Magris porque hace cuatro años el escritor Jorge Semprún le dijo que Claudio Magris era un verdadero europeo: el más querido en el café, el más admirado en su ciudad; un hombre inteligente que nos ayuda a entender la dimensión sentimental de la Europa sin fronteras.
El español dice que la escritura en Magris es una respiración honda y de calidad. Viajar con sus libros es acercarnos a saber casi todo lo que sabe de los libros y de la vida. La lectura de sus libros, agrega Cruz, da el confort que producen los sabios. El lector se va de ellos como si él mismo los hubiera escrito.
Pero los jóvenes -hasta ese entonces- miran a Magris con esa admiración que se le da a los edificios o a las estatuas. "Con reverencia, pero sin intimidad", como escribió Antonio Muñoz Molina.
Magris toma la palabra y su voz rezuma sencillez. Dice que nadie es maestro todo el tiempo y que en la preparatoria él tenía profesores que le abrían horizontes y lo ponían a leer a Dante y a Lutero y lo ridiculizaban cuando él aplastaba con su conocimiento a alguno de sus compañeros.
Esos profesores le enseñaron que en la vida, más que enseñar, lo que uno puede hacer es demostrar algo.
A los 17 años, Magris hablaba con un poeta sabio. Y a los 75 mantiene en vilo a todo un auditorio. Les demuestra cosas. Les dice que cuando era joven aprendió a unir el amor a los libros con la ironía. Le gustaba ver las cosas con la sencillez de un niño, como el Quijote cuando entró en la cueva de Montesinos y a su regreso le dijo a Sancho que vio cosas maravillosas que sólo existían en su imaginación.
Ante las preguntas de los jóvenes, Magris se muestra mesurado. Uno de ellos le pregunta sobre la violencia en México y él le contesta que el horror es la respuesta.
Magris agrega que ante estas situaciones hay que decir no, pero también hay que estudiar las causas y descubrir los vínculos entre el orden y la delincuencia. Pide tener el corazón caliente y la cabeza fría para entender que no basta con el generoso entusiasmo y las palabras nobles para ganar esta terrible lucha.
Resalta que la lectura es fundamental, pero no como condición de conocimiento. Para él, hay libros que ayudan a entender la valentía, la maldad, la bondad. Y otros que dan fuerza. Afirma que los grandes libros, como La Biblia o El Corán, cambian la vida. Recomienda a los jóvenes leer lo que quieran, sin hacer caso a la publicidad.
EL INFORMADOR / GONZALO JÁUREGUI