Cultura
Cuando la biblioteca quepa en una cartera
Con España a la cabeza, Iberoamérica se adentra en la transición del libro en papel al electrónico. Algunos prevén incluso la extinción de las editoriales tradicionales
GUADALAJARA, JALISCO (15/DIC/2011).- Imagine un viaje al parque Colomos, la Primavera, la playa de Guayabitos o Europa, para ponerlo más lejos, con su librero lleno a cuestas. Resulta que en estos días eso es posible. Más: es posible que varios de sus anaqueles le quepan en el portafolios. Señoras y señores, niños y niñas: estamos, dicen, en la época de los e-books.
Y, como ocurre con muchas otras cosas, en los países más desarrollados los libros electrónicos se popularizan rápido.
En un corte de enero a septiembre de 2009, la Asociación de Editoriales Americanas informó que las ventas de libros electrónicos fueron de 109 millones de dólares en Estados Unidos. Mientras, en Madrid, España, en el mismo lapso de 2011, se publicó en formato digital un poco más de 13 mil obras, que significaron un aumento de 40 por ciento respecto al año anterior, según la agencia de información EFE. A decir del diario ibérico La Vanguardia, durante 2010 se comercializó unos 25,500 libros digitales, con una facturación de 70.5 millones de euros. Quizá por eso una de cuatro editoriales españolas ha decidido vender la mitad de su catálogo en versión digital.
En América Latina las editoriales también comienzan a voltear hacia el futuro de la tinta electrónica, e incluso algunos autores y libreros de la región afirman que pronto los libros de papel serán piezas de museo.
Detractor de los que alegan que los e-books son elitistas y partidario de la tinta electrónica, el escritor mexicano Jorge Volpi indica que, por su costo, los dispositivos de lectura y la descarga de obras desde la red son más accesibles para la población que los títulos impresos en papel.
Lo cierto es que es similar lo hay que gastar por un buen librero mediano y un buen dispositivos de lectura.
Nuevos oficios
Volpi, autor de la Trilogía del siglo XX y No será la tierra, compara la digitalización de títulos con la llegada de la prensa, que dejó sin ocupación a decenas de monjes que en el siglo XVI se dedicaban a transcribir manuscritos. En un futuro cercano, prevé el ensayista y novelista, los que podría quedarse sin empleo son los agentes y distribuidores de libros impresos.
Igual que Volpi, el gerente de la Librería Norma.com, Ricardo Hoyos, afirma que “llegará un momento en el futuro en que los libros en papel serán obras para coleccionistas, como lo son hoy los discos de vinilo (CNN Expansión, 12 de marzo de 2010)”. Añade que casi una cuarta parte de los 28 millones de mexicanos conectados a Internet consultan los diarios por ese medio. Este segmento, junto con las nuevas generaciones, más hechas a los botones que a las hojas, son el mercado ideal para una industria naciente.
Leyó bien: industria. Resulta que los libros electrónicos se venden, para la sorpresa de miles de mexicanos, que acostumbran descargarlos sin costo. “¿En serio?”, pregunta Grisel, una madre de familia y burócrata que, de gorra, ha leído en su teléfono celular —y seguro lo seguirá haciendo—, varias obras del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, con la idea de que por fin, la literatura se ha democratizado en absoluto.
“No es posible equilibrar la piratería con el reconocimiento de los derechos del autor y del editor. Cada vez que se efectúa una descarga ilegal no sólo se afectan los derechos de propiedad intelectual y editorial, sino que se introduce un incentivo negativo para que se sigan produciendo y editando textos. [Aquí hay] mucho para combatir”, señala Alejandro Katz, director de la editorial argentina Katz Editores.
El tema es que Grisel no tiene ni idea de que está cometiendo piratería. Mucho menos de que el teléfono celular, por más inteligente que sea, no es la pantalla más adecuada para leer una novela.
¡Señores y señoras! ¡Existen pantallas especiales para disfrutar el nuevo formato del libro! Las más populares son las llamadas tabletas, como el iPad; o los e-readers.
Tabletas vs e-readers
El director de Marketing de la editorial Gammata, de España, José Manuel Oliveros, explica las diferencias: “Las tabletas no dejan de ser pantallas como las de computadora, y por tanto, molestan a la vista por la iluminación que desprenden. Los e-readers son pantallas sin iluminación, por lo que no molestan a la vista, se parecen mucho al aspecto del libro de papel y además, pueden leerse bajo la luz del sol sin problemas, lo que los hace mucho más aptos para la lectura de novela, mientras que las tabletas están más pensadas para el ocio y los contenidos con color, como las revistas o libros con gráficos”.
Las tabletas y los e-readers comparten un detalle: también hay que comprarlos. Los hay de diferentes formatos y precios. En Estados Unidos y Europa, por ejemplo, los más baratos cuestan unos 60 dólares. En México, las de marcas prestigiosas cuestan alrededor de 8 mil pesos, aunque en páginas web de mercadeo se consiguen en un poco más de dos mil pesos.
Aunque cuesten, las tabletas y e-readers tienen ventajas. José Manuel Oliveros las enumera: se puede incluir miles de libros en un peso inferior a 200 gramos, que es menos de lo que pesa una novela; tienen la posibilidad de aumentar a voluntad el tamaño de letra, lo cual permite al usuario una experiencia más placentera; no ocupan espacio y no pesan; brindan la posibilidad comprar libros y descargarlos instantáneamente; a través de Internet, un buscador permite localizar textos concretos de forma rápida, y el lector tiene la opción de incluir notas, usar de inmediato los diccionarios seleccionados por él mismo y escuchar música mientras lee.
Karen Vilchis, de la editorial mexicana Amabook, de ediciones Urano, añade que los e-books contribuyen en el cuidado del medio ambiente; cuestan menos, debido al ahorro en el papel, impresión, almacenamiento y distribución; no se deterioran con el tiempo, y la distribución de nuevos títulos tiene un alcance mayor, local e internacional.
La pregunta es si con la tecnología no cambiará también el oficio de los escritores, que no se inmutó con la llegada de la imprenta, pero ahora tiene la posibilidad de incorporar otros lenguajes, además del escrito. Es una posibilidad, pero no en todos los casos, responde Alejandro Katz. “Hay una dimensión de la creación verbal que no necesita de otros sistemas de comunicación para cumplirse y que, al contrario, se ve perturbada por esos otros sistemas. Seguramente, habrá quienes deseen incorporar imágenes o sonidos a sus obras, pero sin duda muchos seguirán creando mundos a partir del lenguaje verbal, algo mucho más complejo y más rico que cualquier otro lenguaje, con excepción, quizá, del musical”.
Historias ¿enriquecidas?
En cambio, José Manuel Oliveros cree que la forma y el fondo de la mayoría de las obras literarias no se afectarán a partir de su distribución y lectura con tinta electrónica, quizás salvo en el caso de la literatura infantil, que ahora tiene grandes posibilidades para extender las historias lineales hacia narrativas más diversas. Lo que sí ocurrirá, afirma, es que en las novelas los referentes mejorarán con elementos que ayuden a la trama, “por ejemplo, la geo posición de la escena en un punto concreto que permita al lector ver el lugar real que ha sido descrito”.
Por ahora, tampoco se modificará de manera radical el resto del proceso editorial, que va desde la entrega del original por el autor hasta la diagramación, composición y artes finales del contenido, asegura Karen Vilchis.
Si esta información resulta agobiante para los lectores de libros en papel, pueden respirar tranquilos. En América Latina y México el tema de los e-books apenas toma fuerza.
También los amantes de los libros electrónicos pueden celebrar que organismos como el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), al que están integradas varias editoriales, están decididos a poner en sus prioridades la digitalización de títulos.
En resumen: en los próximos años habrá libros para todos los gustos.
El director de Katz Editores lo pone de la siguiente forma: los libros electrónicos simplifican la vida de los lectores que en un solo dispositivo llevan toda la lectura que quieren. Los tradicionales tienen características únicas: “la textura del papel, más familiar y agradable que la del plástico; la rápida percepción de lo ya leído y de lo que falta por leer, que es importante desde el punto de vista del avance de un relato o del desarrollo de un argumento; la localización gráfica de un párrafo al que se quiere regresar […] Varias de estas características son privilegiadas por su familiaridad, lo cual significa que, a medida que la utilización del libro electrónico sea más corriente, se volverá también más familiar”.
Entonces, bibliotecas enteras podrán viajas a al parque Colomos, la Primavera, la playa de Guayabitos o Europa. Claro, con la desventaja de que en uno de esos descuidos uno podrá perder todo su patrimonio literario.
Vanesa Robles
Y, como ocurre con muchas otras cosas, en los países más desarrollados los libros electrónicos se popularizan rápido.
En un corte de enero a septiembre de 2009, la Asociación de Editoriales Americanas informó que las ventas de libros electrónicos fueron de 109 millones de dólares en Estados Unidos. Mientras, en Madrid, España, en el mismo lapso de 2011, se publicó en formato digital un poco más de 13 mil obras, que significaron un aumento de 40 por ciento respecto al año anterior, según la agencia de información EFE. A decir del diario ibérico La Vanguardia, durante 2010 se comercializó unos 25,500 libros digitales, con una facturación de 70.5 millones de euros. Quizá por eso una de cuatro editoriales españolas ha decidido vender la mitad de su catálogo en versión digital.
En América Latina las editoriales también comienzan a voltear hacia el futuro de la tinta electrónica, e incluso algunos autores y libreros de la región afirman que pronto los libros de papel serán piezas de museo.
Detractor de los que alegan que los e-books son elitistas y partidario de la tinta electrónica, el escritor mexicano Jorge Volpi indica que, por su costo, los dispositivos de lectura y la descarga de obras desde la red son más accesibles para la población que los títulos impresos en papel.
Lo cierto es que es similar lo hay que gastar por un buen librero mediano y un buen dispositivos de lectura.
Nuevos oficios
Volpi, autor de la Trilogía del siglo XX y No será la tierra, compara la digitalización de títulos con la llegada de la prensa, que dejó sin ocupación a decenas de monjes que en el siglo XVI se dedicaban a transcribir manuscritos. En un futuro cercano, prevé el ensayista y novelista, los que podría quedarse sin empleo son los agentes y distribuidores de libros impresos.
Igual que Volpi, el gerente de la Librería Norma.com, Ricardo Hoyos, afirma que “llegará un momento en el futuro en que los libros en papel serán obras para coleccionistas, como lo son hoy los discos de vinilo (CNN Expansión, 12 de marzo de 2010)”. Añade que casi una cuarta parte de los 28 millones de mexicanos conectados a Internet consultan los diarios por ese medio. Este segmento, junto con las nuevas generaciones, más hechas a los botones que a las hojas, son el mercado ideal para una industria naciente.
Leyó bien: industria. Resulta que los libros electrónicos se venden, para la sorpresa de miles de mexicanos, que acostumbran descargarlos sin costo. “¿En serio?”, pregunta Grisel, una madre de familia y burócrata que, de gorra, ha leído en su teléfono celular —y seguro lo seguirá haciendo—, varias obras del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, con la idea de que por fin, la literatura se ha democratizado en absoluto.
“No es posible equilibrar la piratería con el reconocimiento de los derechos del autor y del editor. Cada vez que se efectúa una descarga ilegal no sólo se afectan los derechos de propiedad intelectual y editorial, sino que se introduce un incentivo negativo para que se sigan produciendo y editando textos. [Aquí hay] mucho para combatir”, señala Alejandro Katz, director de la editorial argentina Katz Editores.
El tema es que Grisel no tiene ni idea de que está cometiendo piratería. Mucho menos de que el teléfono celular, por más inteligente que sea, no es la pantalla más adecuada para leer una novela.
¡Señores y señoras! ¡Existen pantallas especiales para disfrutar el nuevo formato del libro! Las más populares son las llamadas tabletas, como el iPad; o los e-readers.
Tabletas vs e-readers
El director de Marketing de la editorial Gammata, de España, José Manuel Oliveros, explica las diferencias: “Las tabletas no dejan de ser pantallas como las de computadora, y por tanto, molestan a la vista por la iluminación que desprenden. Los e-readers son pantallas sin iluminación, por lo que no molestan a la vista, se parecen mucho al aspecto del libro de papel y además, pueden leerse bajo la luz del sol sin problemas, lo que los hace mucho más aptos para la lectura de novela, mientras que las tabletas están más pensadas para el ocio y los contenidos con color, como las revistas o libros con gráficos”.
Las tabletas y los e-readers comparten un detalle: también hay que comprarlos. Los hay de diferentes formatos y precios. En Estados Unidos y Europa, por ejemplo, los más baratos cuestan unos 60 dólares. En México, las de marcas prestigiosas cuestan alrededor de 8 mil pesos, aunque en páginas web de mercadeo se consiguen en un poco más de dos mil pesos.
Aunque cuesten, las tabletas y e-readers tienen ventajas. José Manuel Oliveros las enumera: se puede incluir miles de libros en un peso inferior a 200 gramos, que es menos de lo que pesa una novela; tienen la posibilidad de aumentar a voluntad el tamaño de letra, lo cual permite al usuario una experiencia más placentera; no ocupan espacio y no pesan; brindan la posibilidad comprar libros y descargarlos instantáneamente; a través de Internet, un buscador permite localizar textos concretos de forma rápida, y el lector tiene la opción de incluir notas, usar de inmediato los diccionarios seleccionados por él mismo y escuchar música mientras lee.
Karen Vilchis, de la editorial mexicana Amabook, de ediciones Urano, añade que los e-books contribuyen en el cuidado del medio ambiente; cuestan menos, debido al ahorro en el papel, impresión, almacenamiento y distribución; no se deterioran con el tiempo, y la distribución de nuevos títulos tiene un alcance mayor, local e internacional.
La pregunta es si con la tecnología no cambiará también el oficio de los escritores, que no se inmutó con la llegada de la imprenta, pero ahora tiene la posibilidad de incorporar otros lenguajes, además del escrito. Es una posibilidad, pero no en todos los casos, responde Alejandro Katz. “Hay una dimensión de la creación verbal que no necesita de otros sistemas de comunicación para cumplirse y que, al contrario, se ve perturbada por esos otros sistemas. Seguramente, habrá quienes deseen incorporar imágenes o sonidos a sus obras, pero sin duda muchos seguirán creando mundos a partir del lenguaje verbal, algo mucho más complejo y más rico que cualquier otro lenguaje, con excepción, quizá, del musical”.
Historias ¿enriquecidas?
En cambio, José Manuel Oliveros cree que la forma y el fondo de la mayoría de las obras literarias no se afectarán a partir de su distribución y lectura con tinta electrónica, quizás salvo en el caso de la literatura infantil, que ahora tiene grandes posibilidades para extender las historias lineales hacia narrativas más diversas. Lo que sí ocurrirá, afirma, es que en las novelas los referentes mejorarán con elementos que ayuden a la trama, “por ejemplo, la geo posición de la escena en un punto concreto que permita al lector ver el lugar real que ha sido descrito”.
Por ahora, tampoco se modificará de manera radical el resto del proceso editorial, que va desde la entrega del original por el autor hasta la diagramación, composición y artes finales del contenido, asegura Karen Vilchis.
Si esta información resulta agobiante para los lectores de libros en papel, pueden respirar tranquilos. En América Latina y México el tema de los e-books apenas toma fuerza.
También los amantes de los libros electrónicos pueden celebrar que organismos como el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), al que están integradas varias editoriales, están decididos a poner en sus prioridades la digitalización de títulos.
En resumen: en los próximos años habrá libros para todos los gustos.
El director de Katz Editores lo pone de la siguiente forma: los libros electrónicos simplifican la vida de los lectores que en un solo dispositivo llevan toda la lectura que quieren. Los tradicionales tienen características únicas: “la textura del papel, más familiar y agradable que la del plástico; la rápida percepción de lo ya leído y de lo que falta por leer, que es importante desde el punto de vista del avance de un relato o del desarrollo de un argumento; la localización gráfica de un párrafo al que se quiere regresar […] Varias de estas características son privilegiadas por su familiaridad, lo cual significa que, a medida que la utilización del libro electrónico sea más corriente, se volverá también más familiar”.
Entonces, bibliotecas enteras podrán viajas a al parque Colomos, la Primavera, la playa de Guayabitos o Europa. Claro, con la desventaja de que en uno de esos descuidos uno podrá perder todo su patrimonio literario.
Vanesa Robles