Jueves, 25 de Abril 2024
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Jalisco

Una ciudad, una identidad

Los cinco desafíos políticos para construir un imaginario compartido como habitantes de una misma urbe 

EnriqueToussaint

La Zona Metropolitana de Guadalajara es el reino de la desigualdad, las asimetrías y las diferencias. Una ciudad atravesada por fracturas, desde avenidas que dividen a los pobres y a los ricos, pasando por diferencias municipales que se manifiestan en servicios muy disímbolos y hasta muros infranqueables que separan el peligroso espacio público de la privilegiada tranquilidad de los cotos.

O qué decir del ciclista que se juega la vida para llegar a su trabajo o el peatón que debe sortear toda clase de obstáculos para moverse en una ciudad diseñada para la monarquía absoluta del auto. ¿Alguien tiene duda que combatir la desigualdad es el principal reto que tienen los alcaldes metropolitanos? ¿Es posible construir un imaginario compartido como habitantes de una ciudad cuando somos escandalosamente desiguales?

Guadalajara debe ser más que una marca ciudad. Más que un conjunto de tradiciones que nos unen o una historia que más o menos decimos conocer. Las ciudades son el espacio político más dinámico. Nadie lo duda. Si el Siglo XIX fue el del nacimiento y la configuración de los estados nacionales modernos, y el Siglo XX el de la pugna ideológica por definir el sistema económico hegemónico, la actual centuria guarda un espacio privilegiado para las urbes. Cada vez son menos importantes los países y cada vez son más relevantes las ciudades. Los proyectos políticos más apasionantes en la actualidad están naciendo de las contradicciones que albergan las megalópolis. La identidad de Guadalajara no puede ser simplemente una operación de marketing.

Los tapatíos debemos compartir un proyecto común. Una serie de valores democráticos que nos unan como sociedad. En la actual Guadalajara, tomando todos los municipios que integran la mancha urbana, coexisten niveles de bienestar equiparables al primer mundo y miserias que se encuentran en las zonas más pobres del orbe. Desarrollos inmobiliarios de altísima plusvalía que coexisten con cinturones de marginación inaceptables. Municipios con avances innegables en materia de servicios y, en contraposición, demarcaciones como Tonalá, Tlaquepaque o El Salto que no pueden brindar lo más mínimo a los ciudadanos. Gobiernos municipales muy pendientes de atraer inversiones, pero muy poco atentos de cerrar las brechas que nos laceran como ciudad. En este momento, según el Coneval, uno de cada cinco tapatíos está en pobreza.

Lo primero es acordar una estrategia de seguridad metropolitana. No hay proyecto político posible cuando ocurre un homicidio en la ciudad cada cuatro horas. Tampoco cuando una casa habitación es robada cada dos horas. El mandato de las urnas es indiscutible: MC tiene todo el poder para tomar decisiones y echar a andar su proyecto. Enrique Alfaro, y algunos de los candidatos a las alcaldías, adelantaron que la constitución de una policía metropolitana era una de las apuestas en el siguiente trienio (y lo confirmó en rueda de prensa el pasado martes).

Zapopan y Guadalajara avanzan constantemente en mejores condiciones para los policías, mejor armamento y patrullas. No obstante, en El Salto los uniformados ni siquiera son contratados con seguro social. Estas asimetrías entre municipios reducen la eficiencia de una estrategia metropolitana, por más acertada que parezca. Lo dicen todos los estudios: la violencia afecta más a los que menos tienen. Una estrategia integral tendría que cerrar la brecha entre municipios y apostar por una coordinación que diluya las asimetrías entre corporaciones.

Los tapatíos debemos compartir un proyecto común. Una serie de valores democráticos que nos unan como sociedad. EL INFORMADOR/Archivo

Segundo, el empoderamiento del Instituto Metropolitano de Planeación y la cesión de competencias a un órgano supramunicipal. Las disparidades en materia de servicios públicos son inaceptables. No es lo mismo el servicio de recolección y tratamiento de residuos en Guadalajara que en Tlaquepaque; o en Zapopan en comparación con Tlajomulco. Las agencias metropolitanas son una buena apuesta de eficiencia, pero también de combate a la desigualdad entre municipios. Incluso, la movilidad tendría que ser pensada desde una lógica de ciudad y no desde regulaciones municipales claramente insuficientes.

Es imposible sentirnos todos parte de una ciudad, incluso es imposible sentirte orgulloso de tu pertenencia a una urbe, si vemos que la calidad de vida y los servicios públicos dependen del municipio en el que naciste. Los municipios más solventes se resisten a ceder en esquemas de colaboraciones intermunicipales -porque necesariamente tendrán que subsidiar a las demarcaciones con mayores atrasos- pero sólo la metropolización nos puede empujar hacia una ciudad con mayores niveles de equidad.

Tercero, revertir el modelo coche-céntrico. Es decir, apostar por un proyecto de movilidad que otorgue libre y segura circulación a todos, sin importar si nos movemos caminando, en bicicleta, en transporte público o en auto privado. Los activistas que se involucraron en labores de Gobierno han dado pasos importantes en esta materia. Los municipios han apostado por desincentivar el uso del auto, a pesar de que eso implica costos políticos.

La herencia de los 18 años del PAN es muy nociva. Transporte público y opciones de movilidad sustentable son las únicas salidas para la Guadalajara del futuro. A esta ciudad ya no le caben más autos: un vehículo se integra cada seis minutos a la circulación y hemos renunciado a tener una ciudad más habitable por cederle total soberanía al auto sobre la ciudad. Apuestas como Paseo Alcalde son fundamentales para devolver los hitos de las urbes a las personas. Cambiar el modelo exigirá un compromiso político a largo plazo.

Cuarto, un combate, metropolitano, decidido y coordinado contra la corrupción. Otra vez, en una agenda tan prioritaria para los ciudadanos como es el combate a la corrupción y la impunidad, los municipios del Área Metropolitana muestran avances muy disímbolos. Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tlajomulco han fortalecido sus mecanismos de rendición de cuentas y hoy encabezan los ránkings de transparencia que elabora Ciudadanos por Municipios Transparentes (CIMTRA). Empero, el resto de municipios de la ciudad no ha podido aterrizar una propuesta clara para combatir la corrupción, desde lo más micro, que tiene que ver con mordidas en la vía pública, hasta las macro, que tienen que ver con planes parciales a modo de desarrolladores o las tramas de extorsión en licencias.

Quinto, diálogo social y apertura democrática. Una bandera de MC siempre ha sido la ampliación de los canales de participación ciudadana. Empero, la participación es un proceso de aprendizaje que llevará muchos años. No podemos esperar resultados ni mañana ni pasado. De entrada, mantener la ratificación de mandato como una opción que tienen los ciudadanos para castigar malos gobiernos y premiar administraciones eficientes. De la misma forma, ajustar el presupuesto participativo para que sea un derecho universal y no sólo un privilegio de aquellos que tienen propiedades y que, por lo tanto, pagan predial. Una ciudad no se puede gobernar con imposiciones, sino con diálogo, apertura y mucha democracia. La gobernanza metropolitana tiene que tener un cimiento innegable en la democratización permanente.

La ciudad enfrenta un punto de quiebre en términos políticos. Las hegemonías partidistas del pasado no dieron los resultados esperados. En 2006, el Partido Acción Nacional (PAN) tuvo el control del Gobierno del Estado, las alcaldías y la mayoría en el Congreso. Las grillas y los pleitos internos terminaron “tirando al basurero” todas las propuestas de metropolización que venían de la sociedad civil y la academia. El PRI también tuvo un predominio político sobre la ciudad en 2009 y 2012 (a excepción de Tlajomulco). Sin embargo, el pragmatismo, el celo entre los alcaldes y el cortoplacismo ensombrecieron cualquier esperanza de acuerdos metropolitanos a largo plazo. Ahora le toca a MC, con un añadido que no es menor: muchos activistas que defendieron la idea de una ciudad más justa, sustentable y equitativa ahora están en los puestos de toma de decisión. Guadalajara debe dejar atrás su largo historial de divisiones entre ricos y pobres, municipios con recursos y demarcaciones sin dinero, y olvidar la apuesta por el automóvil y el abandono del peatón. La coyuntura es inmejorable.

Una cicatriz de concreto 

La calzada Independencia transformó la ciudad para siempre. Del río que cruzaba la ciudad no queda sino sólo memoria. Ahora es una barrera a veces infranqueable y división en los que viven “de la Calzada para allá” y los que habitan el Poniente, la parte más pujante de Guadalajara.

Se indaga en esa artería, denominada por la cronista Linet Flores “una cicatriz” de concreto, para reconocer su longitud y su perímetro donde distintas realidades se confrontan: inseguridad, violencia, deterioro, drogas y  pobreza.

Este arroyo sociocultural recorta fragmentos de lo que hubo, lo que pronto se acabará, lo que se transforma, lo que muere y lo que nace sobre la latitud donde se percibe la degradación social en el que oscila la sociedad tapatía.

La pertenencia al país está muy arraigado en la zona; lo mexicano surge por medio de la independencia, tanto como la Calzada. EL INFORMADOR/F. Atilano
Los sones y los corridos perviven en uno de los barrios más antiguos y que forjaron la identidad de Guadalajara. EL INFORMADOR/F. Atilano
Un hombre vive entre las casas deshabitadas del barrio de San Juan de Dios. EL INFORMADOR/F. Atilano
Conocidos en toda la ciudad, los lugares de corte de cabello tienen más arraigo en lo que fue el río de San Juan de Dios. EL INFORMADOR/F. Atilano
Justo en los márgenes de la calza Independencia se comercia con el placer y los cuerpos. EL INFORMADOR/F. Atilano