Miércoles, 13 de Noviembre 2024
Tecnología | Para el pueblo O'odham, El Pinacate es el origen del universo

México tiene su propio Sahara en el estado de Sonora

La denominación de la Unesco de Patrimonio de la Humanidad le exige al Gobierno Federal que aporte los recursos necesarios para la conservación

Por: EFE

Unos saguaros enmarcan la soledad de El Pinacate, en Sonora. EFE /

Unos saguaros enmarcan la soledad de El Pinacate, en Sonora. EFE /

EL PINACATE, SONORA (22/JUL/2013).- Un manto cubierto por ríos de lava negra y roja, un paisaje formado por volcanes dormidos y un asombroso mar de dunas móviles: la riqueza de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y el Gran Desierto de Altar es tal que la Unesco la declaró recientemente Patrimonio de la Humanidad.

"Es prácticamente como conocer el Sahara", explicó el subdirector de la reserva, Horario Ortega, en un encuentro con periodistas durante una gira por el lugar este fin de semana.

Esta reserva ubicada en el estado de Sonora, en el noroeste del país, tiene como particularidad la presencia de las dunas estrellas, declaradas "únicas en el mundo" por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Las dunas conviven con unos enormes cactus llamados saguaros, cuyos brazos parecen imitar caprichosamente las formas humanas.

A pesar del clima árido del desierto -que puede rebasar los 60 grados centígrados- la reserva cuenta con una variada fauna que incluye, entre otros, el borrego cimarrón, coyotes, los veloces berrendos, el venado y los murciélagos celestes.

"Estas especies se han adaptado a climas extremos y normalmente viven de noche para evitar los calores del día", explicó Ortega.

Todo en el desierto de El Altar tiene un fin: un saguaro muerto, una de las especies de cactus que predominan en el área, genera nueva vida para insectos y otros seres vivos que se refugian en sus restos.

De esta forma, El Pinacate logra cuidarse solo aunque, para "operar mejor", necesita aumentar su presupuesto, explicó el ingeniero y director de la reserva, Federico Godinez Leal.

"La denominación de la Unesco de Patrimonio de la Humanidad le exige al Gobierno Federal que aporte los recursos necesarios para la conservación, conocimiento y cultura", señaló Godinez, quien recalcó que el reto comienza ahora.

Desde que fuese nombrada Reserva de la Biosfera en 1993, el área incrementó notablemente su número de visitantes.

En la década de 1990, alrededor de tres mil personas visitaban la reserva; en 2012 aumentó el número de visitantes hasta los 18 mil y para este año prevén superar los 25 mil.

Godinez admitió que los turistas son conscientes de que en cualquier momento puede producirse una erupción volcánica, aunque, agregó, la última fue hace ocho mil años.

Nicole tiene once años y visita la zona acompañada de sus padres y primos. Aunque en esta ocasión no recorrió la reserva, explicó que lo que más le gusta del área es la variedad de animales que existen.

Llegar a la reserva desde el centro de México supone tomar un vuelo de más de dos horas de duración y viajar por tierra durante tres horas, un trayecto que, en opinión de uno de los visitantes, Juan Zamora González, "bien merece la pena".

"Ojalá el Gobierno de México utilice los recursos que da la ONU para cuidar la zona, y que el dinero no se pierda y se quede en otros bolsillos", dijo Zamora, que llegó aquí desde la ciudad central de Cuernavaca.

En este inmenso desierto conviven los indios Tohono y los O'odham o Papago, a solo media hora del centro turístico de Puerto Peñasco, en donde los complejos hoteleros rompen con la monotonía del desierto.

"Los tohonos formaron parte del proyecto y saben que la zona fue declarada Patrimonio de la Humanidad", señaló el subdirector de la reserva, quien declaró que los sitios sagrados de los indios permanecen cerrados al público.

Se trata de un lugar sagrado para el pueblo O'odham, puesto que para ellos El Pinacate es el origen del universo, un lugar que a día de hoy siguen preservando por tratarse del centro de sus divinidades.

En la caída de la tarde, una luz rosácea inunda el desierto y juega de manera caprichosa en las grietas del cráter El Colorado, que recibe este nombre por la bella estampa que proyecta a la llegada del ocaso.

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