Suplementos | Miles de personas acudirán a recibir el equinoccio en Guachimontones y en Teocaltitán Un día para los rituales modernos Miles de personas acudirán a recibir el equinoccio en Guachimontones y en Teocaltitán Por: EL INFORMADOR 19 de marzo de 2016 - 23:50 hs Los indígenas concebían el universo, el lugar donde vivimos, dividido en cuatro partes. EL INFORMADOR / ARCHIVO GUADALAJARA, JALISCO (20/MAR/2016).- Nuestros antepasados indígenas eran grandes astrónomos. Entendieron la magnanimidad del universo y de nuestro planeta. Sabemos, por ejemplo, que gracias a que estudiaron los astros entendieron sus ciclos, los respetaron y celebraron. Tenían conocimiento de los equinoccios y solsticios, aunque para ellos su significado era distinto a como lo interpretamos ahora. Hoy en Guachimontones y en la zona arqueológica de Teocaltitán, en Jalisco, miles de personas acudirán a recibir el equinoccio con el objetivo de “cargar energías” o llenarse de buenas vibras, algo que -de acuerdo con arqueólogos y especialistas- es bueno, porque crea una nueva tradición que tiene como objetivo reencontrarnos con las ideologías de nuestros antepasados indígenas, aunque en esas nuevos rituales se mezclen creencias. Recibir buenas vibras, una creencia moderna Los arqueólogos Otto Schöndube y Rodrigo Esparza López, junto a la investigadora Ma. Alejandra Aguilar Ros, coinciden en que la actividad de acudir a vestigios arqueológicos para llenarse de energía en los equinoccios surgió hace 30 o 40 años, con la oleada del “new age” (nueva era). “En esta creencia era cuestión de buscar sitios donde hubiera una carga energética, y supuestamente descubrieron que en sitios arqueológicos de México -en esa fecha en especial-, las mismas pirámides son fuentes de energía; aunque eso nunca se ha comprobado científicamente, ni aquí ni en ninguna parte del mundo”, explica el arqueólogo Rodrigo Esparza López. Para Alejandra Aguilar, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social de Occidente (Ciesas) estas prácticas se popularizaron principalmente en publicaciones esotéricas o en los libros sobre las supuestas profecías mayas, que tuvieron un boom con la llegada del nuevo milenio. Lo que sí fue todo un evento para nuestros antepasados, dice Otto Schöndube, eran los solsticios, ya que el Sol era adorado por ser la fuente primaria de energía de nuestro planeta: “La energía solar, los rayos, son los que -entre otras cosas- producen la fotosíntesis de las plantas, en los festejos de equinoccio lo que hacen es, de alguna manera, con un sentido no indígena, recibir la energía del Sol, que en estos días es más significativo”. “Para la etapa prehispánica era más importante los solsticios que los equinoccios”, añade Rodrigo Esparza López, “los solsticios cambiaban las temporadas de lluvias y secas, hacían otro cierto tipo de ceremonias que tenían que ver con fertilización de las tierras, con la siembra y el momento de cosechar”. Ma. Alejandra Aguilar Ros concuerda con esta idea, y detalla que el solsticio tenía gran relevancia para nuestros ancestros porque era cuando el Sol estaba en su punto más extremo y por consiguiente iniciaría de nuevo a calentar. “Eran civilizaciones solares. Realmente nadie utilizaba las pirámides para cargarse de energía, sólo estaban los sacerdotes y el pueblo miraba desde abajo, se hacían rituales de otro tipo”. El equinoccio es cuando está igual el día y la noche, resalta Esparza, mientras que en los solsticios de invierno y verano hay una diferencia en cuanto al tiempo de Sol y de día, una cuestión de la misma rotación de la Tierra: “Es importante mencionar que en la época prehispánica las ciudades estaban bien edificadas, porque utilizaban los ejes cardinales, eso tiene que ver con el movimiento del Sol”. En ese sentido, Otto Schöndube cuenta que los indígenas concebían el universo, el lugar donde vivimos, dividido en cuatro partes, con un centro y sus demás partes orientadas a los puntos cardinales, por eso el equinoccio en Chichén Itzá, Yucatán, se puede apreciar lo que se conoce como el descenso de Kukulcán: “Parece que en el borde, da la ilusión de una serpiente que va bajando. En Monte Albán también se registra el paso del Sol. Los que van ahora a cargarse de energía saben muy poco de las religiones prehispánicas”. Además de estos sitios, en los demás no hay una evidencia de relación entre el equinoccio y alguna ritualidad, agrega Esparza López. Mezcla entre tiempos y religionesLa investigadora Alejandra Aguilar Ros resalta que antes ni siquiera el concepto de energía era concebido como tal. “Se habla, por ejemplo, con los totonacas de los pulsos, que tú no debes tocar el pulso de otra persona, y podrías traducirlo, pero no hay una palabra como tal. Lo que pasa es que se hace una traducción a través de religiones orientales, tradiciones esotéricas desde lo local para poderlo practicar”. Otra muestra de este tipo de simbiosis sería la popularización del Feng Shui, que se refiere al lugar dónde se deben colocar los objetos para obtner un mejor equilibrio, aunque la tradición esté ligada al taoísmo, el cual tiene otras corrientes filosóficas que no tomamos. “Es como una comercialización de algo que es mucho más complejo, que viaja por canales globales pero que se le quita la profundidad del contenido, y cuando la consumismos llega fragmentada”. Sin embargo, esto no significa que sea algo malo, coinciden los tres expertos. “Esto se parece mucho al Día de Muertos, lo toma el Estado y lo hace patrimonio cultural; por ejemplo, en Jalisco nunca hubo altares domésticos. Es interesante, porque la Secretaría de Cultura lo difunde como parte del patrimonio, y de promover Guachimontones, como lo que pasa en Veracruz, que difunden y validan ciertas prácticas, permiten que se popularicen sobre todo entre neoindios, gente de clase media que se trata de ligar a las tradiciones ancestrales y retoma las creencias de una manera traducida, una popularización de lo indígena desde las clases medias”, reflexiona Alejandra Aguilar. A la misma idea llegan Schöndube y Esparza. “Es bueno que ciertas costumbres continúen de alguna manera, pero también es bueno que sepamos realmente el significado, no dudo que vayan de buena fe”, asevera el primero, mientras que Rodrigo aplaude que de alguna forma se mantengan estas creencias pero con responsabilidad, sin subirse a sitios prohibidos ni atestar lugares que no están hechos para ello. “El equinoccio es una convivencia con nuestros antepasados, pero sobre todo una convivencia con nuestra naturaleza y con los astros, el parteaguas de cómo se va moviendo nuestro planeta”, afirma. Temas Tapatío Lee También El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Año de “ballenas flacas” El maestro de la brevedad: a 107 años del nacimiento de Juan José Arreola La vida del jazz tapatío Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones