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El sello de Pedro Almódovar, de regreso a la pantalla con Los amantes pasajeros, su décimo noveno largometraje

Por: EL INFORMADOR

Pantalla. José María Yazpik y Cecilia Roth protagonizan esta alucinante historia en la que hay de todo. ESPECIAL /

Pantalla. José María Yazpik y Cecilia Roth protagonizan esta alucinante historia en la que hay de todo. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (07/JUL/2013).- Pedro Almodóvar, como Woody Allen, es un director hacendoso que fabrica películas con sistemática regularidad, cuenta con una clientela establecida en muchos países, y surte a los intelectuales de material para disquisiciones de todo tipo. Su largometraje número 19 se titula Los amantes pasajeros, y es una confección tan inmoderada que parece alternativamente, ensayo surrealista, alegoría social, y tomadura de pelo. Como dicen los niños: ¡sepa la bola!

La película inspira sensaciones ingratas por la cantidad de tonterías que acumula y el regodeo en el estilo Almodóvar: el colorido artificial, el histrionismo lenguaraz, los personajes disparatados, los diálogos punzantes y pazguatos, el talante impúdico y superficial de las situaciones. A la vez, por momentos, se vuelve natural e irremediable la risa ante la tenacidad y el encadenamiento de todo ello.

Como sucede con otros filmes del director, llama la atención la amalgama de lo candoroso y lo crudo, haciendo ahora, del resultado, el extremo opuesto de El secreto de la montaña (Brokeback Mountain, 2005). Si aquélla cinta puede entenderse como la observación de que la homosexualidad masculina, para ser admisible en su representación social, no requiere de la exuberancia de ademanes y ropa, llámense plumas, lentejuela o faldas; aquí, el realizador español hace, ampliamente, la reivindicación del amaneramiento, como una forma legítima de asumir tal identidad. La expresión máxima de esa idea se concreta en una escena, un tanto gratuita, en donde tres sobrecargos varones se contonean, sin mucha gracia pero con efervescencia de gestos, a ritmo de un éxito musical de Pointer Sisters. Además, plantea, quizá por primera vez en su ámbito imaginario rebosante de sexualidad cándida y desbocada, la manifestación de la bisexualidad.

Harina de otro costal es la lectura política que se desprende de la trama, con su división de personajes en clases sociales específicas; los pilotos, los pasajeros de primera clase y los de clase turista. Todos navegan en un avión que da vueltas sin saber cuándo se va aterrizar, pero que necesita por fuerza descender. Los pilotos son incapaces de solucionar la situación, los viajeros de la clase turista caen adormecidos por un somnífero que les suministra en secreto la tripulación, y en la primera clase, formada entre otros por un asesino a sueldo, un estafador, una matrona especialista de sadomasoquismo, una psíquica, y unos recién casados, se desata una orgía de sexo y drogas.  El arranque de la película otorga una justificación bastante graciosa al problema y sirve para que intervengan brevemente los actores españoles más conocidos en el extranjero: Antonio Banderas y Penélope Cruz.

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