Viernes, 10 de Octubre 2025
Suplementos | Unos usan gruesos lentes, otros son ''fresas'' y otros tienen mal gusto

Nuevas tecnologías, ¿nuevas identidades?

Unos usan gruesos lentes de pasta, pantalones entubados y bigotes tupidos, otros son “fresas” y usan muletillas como “papawh” o “papaloy”; también están los que tienen mal gusto y manías desprovistas de etiqueta y, por supuesto, las XiCas que intercalan mayúsculas y minúsculas arbitrariamente y no respetan la ortografía en las redes sociales. ¿Los conoces? ¿Quién eres tú?

Por: EL INFORMADOR

En su versión satirizada, el hipster conjuga características de vestimenta, gustos y estilo de vida. ESPECIAL /

En su versión satirizada, el hipster conjuga características de vestimenta, gustos y estilo de vida. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (11/AGO/2013).- Caminan entre nosotros. Duermen, comen y conviven codo a codo con nuestros amigos y familias. Están en la calle, en el trabajo, en el transporte y en las plazas comerciales. Están en internet. Se han apoderado de nuestra realidad y las personas más honestas admiten que tienen un poco de todos ellos: son hipsters, “mirreyes”, Godínez y “moxitas”, nuevos estereotipos sociales que coexisten en múltiples dimensiones. Para muchos es un motivo de orgullo, mientras que otros los utilizan con un sentido peyorativo. Estos términos han logrado acuñarse en el lenguaje cotidiano, forman parte de la cultura urbana y son materia tanto para el chiste y la caricatura como para la investigación sociológica.

Las nuevas tecnologías han permitido, entre muchas otras cosas, el surgimiento de estas categorizaciones o adjetivos para definir estilos de vida y comportamientos, los cuales aún buscan su lugar entre la comedia, la crítica cultural y la identidad social. Agotada está la teoría de las tribus urbanas, que habla de personas que comparten una ideología y por eso se organizan para comportarse de una determinada manera. Estas etiquetas no son absolutas y al emplearlas bajo ese concepto, reducen el valor individual de la persona, dice el periodista Jorge Pedro Uribe Llamas en el sitio de Sinembargo.mx. Sus rasgos se exageran y se diseminan a través de las redes sociales, tanto con la intención de expresarse por sí mismos como por la construcción satírica de terceros.

Ser “hipster” es demasiado “mainstream”

Los chicos hipsters, también conocidos como “modernos”, son visibles porque se adornan con fetiches producto de una falsa nostalgia que no corresponde a los tiempos que han vivido, lo mismo para provocar intencionalmente “el ridículo” que para sentirse diferentes. Aunque hay una variada gama de uniformes claramente distinguibles, el más estereotípico es el siguiente: gruesos lentes de pasta, pantalones entubados, bigotes tupidos, playeras con mensajes irónicos, camisas a cuadros o rayas y parafernalia retro o vintage para acompañar el atuendo. Además, el hipster prefiere la bicicleta como medio de transporte.

En su versión satirizada, el hipster conjuga características de vestimenta, gustos y estilo de vida que dan forma a un personaje cliché en una contradictoria lucha por parecer único. Es la simplificación de una identidad que se basa en una preferencia incesante por lo culturalmente alternativo —lo que se contrapone a los modelos oficialmente aceptados— y que terminó por convertirse en una corriente dominante en muchos adultos jóvenes.

Garantes de la ironía, presumen tener la capacidad de burlarse de sí mismos, pero en el fondo no es así, porque su discurso no admite una auto-clasificación o encasillamiento en un grupo social, ya que ellos apelan a la singularidad del individuo como consumidor cultural. La resistencia para reconocer que sus hábitos forman parte de una tendencia global, a veces cercanos al coleccionismo extremo y otras veces como un hambre voraz por las novedades, se debe a la presunción de que todas sus decisiones son originales y auténticas.

Lo cierto es que el uso de internet rige gran parte de sus vidas y sirve como trinchera para cultivar sus aficiones. Un claro ejemplo es el movimiento comercial de las cosas hechas a mano (ropa, muebles, cobijas, libretas, entre muchas otras cosas), que ha creado un jugoso nicho de mercado de ventas en línea. Del mismo modo, el hipster utiliza la web para nutrirse de consumo cultural como música, arte, cine o literatura emanados supuestamente del underground en oposición al mainstream, es decir, que son “contraculturales”: que van contra el pensamiento mayoritario de la sociedad.

De ahí que las bromas más comunes hacia el hipsterismo se relacionen con su urgencia por alejarse lo más posible de las corrientes dominantes, por más difusa y contradictoria que sea la división entre éstas y lo alternativo, como un chiste que circula por las redes sobre un hipster al que le gusta el mainstream porque odiar el mainstream ya es demasiado mainstream (es la paradoja de un hipster que deja de ser hipster para seguir siéndolo, y al infinito).

Al observar minuciosamente los elementos que delimitan al hipster, se encontrarán características que comparten muchos jóvenes de clase media y alta nacidos a partir de 1981, las cuales están principalmente vinculadas con el empoderamiento y la diversificación sobre las opciones de consumo y estilo de vida de los que no gozaron las generaciones anteriores. Hay una gran cantidad de libros y ensayos que evalúan la posibilidad de que el hipster sea una contracultura juvenil o simplemente una nueva “aristocracia del gusto” sin interés por vencer al establishment (élite que ostenta el poder o la autoridad en una sociedad), descripción de Mark Grief, autor del libro What was the hipster? A sociological investigation (¿Qué era el hipster? Una investigación sociológica).

Lo cierto es que para expresar su identidad, el hipster se esfuerza en agrupar intereses —legítimos o no— que lo distingan del mainstream, y pese a su necedad por ser diferente, ha pasado de ser una subcultura a un perfil generacional.

“No ‘papawh’… ¡tú eres el ‘mirrey’!”


La mofa al comportamiento de jóvenes varones de clase alta no es nada nuevo: antes eran conocidos como juniors (hijos de padres adinerados), “hijos de papi” o chicos “fresas” (es decir, con poder adquisitivo y aficiones costosas). Sin embargo, la adopción de cierto tipo de lenguaje, vestimenta y gustos considerados como excéntricos o ridículos por otros sectores de la población, es reconocida ahora bajo el fenómeno de los “mirreyes”.

Uno de los rasgos para definir a este grupo es el uso de ciertas frases y muletillas como “mi rey”, en primer lugar, empleado para referirse a un camarada o a otro varón; “papawh” o “papaloy”, con un significado similar, y “lobuki” para llamar a las chicas, en similitud a expresiones usadas en otros tiempos y círculos como “pollita” o “nena”. No obstante, el principal señalamiento hacia estos jóvenes adinerados es el despliegue de su vanidad física al preferir ciertas prendas y calzado de marca, al posar para las fotos y/o al someterse a tratamientos y rutinas de belleza, comportamientos que en una sociedad sexista son sólo permitidos en las mujeres.

Los “mirreyes” se popularizaron a través de blogs y sitios de redes sociales en donde se exhibían imágenes de hombres que cumplían con este estereotipo y se les agregaba un comentario burlón. Las fotografías son de personas en situaciones reales en las que se identificaron patrones comunes para delinear la identidad caricaturizada de esta categoría social, como el uso de poses como el “duckface” o cara de pato (una mueca con los labios fruncidos), o escenarios de fiesta y vacaciones veraniegas, asociados con el estilo de vida privilegiado del “mirrey”.

Algunos de los íconos mexicanos son, en primer lugar, el cantante Luis Miguel, vanidoso y galán; el actor acapulqueño Roberto Palazuelos, fiestero y egocéntrico; y más recientemente, el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, a quien se le identifica como un hombre bien parecido, impecablemente vestido y peinado.

Estos ídolos son imitados por hombres de entre 20 y 40 años, quienes sin inhibiciones imprimen su particular legado en todos los espacios en los que se desenvuelven: presenciales o virtuales, siempre y cuando su nivel socioeconómico se los permita.

Es viernes y Godínez lo sabe


La estigmatización del comportamiento humano también impacta a la clase media y, particularmente, a los profesionistas o a quienes trabajan en departamentos administrativos o de ventas en empresas, la mayoría de ellos condenados a pasar ocho horas diarias o más en una oficina. Así surge el término Godínez para hacer burla del cliché de los oficinistas, a quienes se les señala por tener vidas rutinarias, mal gusto y manías desprovistas de etiqueta para sobrellevar su trabajo día a día.  

Para empezar, uno de los supuestos para ser Godínez es que se realiza un trabajo aburrido o que demanda poca creatividad o inteligencia, por lo que quienes lo hacen sólo esperan a que llegue el horario de salida y a que sea viernes para terminar su jornada laboral. En el inter, Godínez exhibe su falta de modales al quedarse dormido en el trabajo o en el transporte, o al quitarse los zapatos en público.

El traje o la ropa formal es parte del atuendo de Godínez porque así le exigen en su empresa, pero se le juzga porque es barata o porque esconde detalles de mal gusto, como calcetines de colores o de figuras, agujeros en alguna parte del atuendo o accesorios que no combinan según los parámetros de la moda en turno. También es definitorio del Godínez la manera en la que decora su espacio laboral, así como sus hábitos alimenticios: comer en la calle, preferentemente antojitos mexicanos, o llevar recipientes voluminosos conocidos como “topers” para empacar la comida que se trae desde casa.

Una expresión típica es la de usar la palabra “damita” para referirse a las mujeres y que funge también como el sustantivo femenino de Godínez, es decir, una mujer que cumple con el estereotipo es una Damita Godínez.

En el fondo, se habla de Godínez como una persona sin grandes ambiciones, que tiene diversiones mundanas y es incapaz de apreciar la alta cultura. Este personaje se encuentra con la realidad ante el crecimiento de la mancha urbana y del cambio en la oferta laboral en la sociedad post-industrializada. Los Godínez son los obreros sin rostro del neoliberalismo y sus conductas se repiten por todo el mundo. Un buen ejemplo es la serie cómica The Office, originalmente británica y después adaptada por la cadena estadounidense NBC, como un referente a nivel internacional: en formato falso documental, la serie acompaña la vida de los empleados del área administrativa de una empresa fabricante de papel, cuya trama se basa en las bromas de oficina y la vida cotidiana.

“ssZöoOiiY bébBbexita mMmöxiXita”


Conocidas como “moxas”, “moxxas”, “moxitas” o “moxxitas”, se definen principalmente por sus peculiaridades proyectadas a través de las redes sociales, pues no hay certidumbre sobre otras de sus características más allá de ellas. Por lo general, agrupan a adolescentes o púberes que no llegan a la mayoría de edad y que tienen tendencias infantiloides para referirse a sí mismas y para expresarse a través de los nuevos medios. La mayoría son mujeres, aunque también hay algunos varones.

La distinción esencial de las “moxitas” es su forma de escribir, pues atentan contra la estructura gramatical del idioma español. En ese afán, intercalan mayúsculas y minúsculas arbitrariamente, repiten letras dentro de las palabras, utilizan tildes y diéresis sin respeto por las reglas de ortografía, suprimen vocales y signos de puntuación y abusan del uso de emoticones.

Un ejemplo que para iniciados pudiera resultar comprensible es: “aLOoOoOoO sOy PeKeSBeRrInCHeS aMo La ViDa TeNGo pLaNeS Y MeTaS sOy uNa gEnIo JaJa SoY aLgO OdIoSitA sIn EmBaRgO HaY mUXa GeNtE Ke Me KierE mUxOtOtotEeEe”, (tomado del sitio www.frikipedia.es). Una traducción libre podría ser: “Aló, soy ‘peque berrinches’. Amo la vida. Tengo planes y metas. Soy una genio. Jajaja. Soy algo odiosita, sin embargo hay mucha gente que me quiere muchote”.

Las “moxitas” suelen emular el modo en el que supuestamente escribirían o hablan los niños pequeños, y se describen a sí mismas como “hermosas”, de ahí se desprende que finalmente se les llame “moxas”. Tienen una predilección por tomarse fotos con expresiones caricaturescas, posando con el signo de amor y paz o cubriéndose la boca con una mano, y también es común que se hagan autorretratos con la cámara en posición cenital.

Estas chicas utilizan accesorios y vestimentas asociados a las princesas y personajes femeninos o aniñados de los dibujos animados (coronas, tiaras, moños, corazones), y decoran sus imágenes con estos mismos símbolos a través del uso de software de edición fotográfica. También se valen de elementos del anime y de corrientes de moda japonesas, así como rastros de la subcultura conocida como emo.

En el grueso adulto de la comunidad virtual, las “moxitas” han sido motivo de burla por vinculárseles con la inmadurez y una falta de cultura general. También hay un sesgo clasicista al considerarlas de escasos recursos y portadoras del mal gusto, pero, no obstante al uso de su material fotográfico y personal para motivos de comedia, ello no ha detenido que muchas adopten con orgullo sus principales atributos.

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